Amaba al Barça con todas sus fuerzas, con toda su alma y corazón. Su templo el Camp Nou, su Biblia el Sport, sus ídolos algunos jugadores que tantas glorias deportivas habían traído al club blaugrana: Kubala, Koeman, Pep Guardiola, Johan Cruyff, como deportista y entrenador que habían conquistado para el equipo de sus amores el ansiado título, largamente acariciado y nunca conseguido hasta aquel mítico año de 1992 ante la Sampdoria. Koeman, el artillero, recibe el balón de falta al borde del área con barrera y conquista para sus emblemas la primera Copa de Europa, el idolatrado trofeo que él había acariciado y aupado entre sus manos. Imposible olvidar aquel mitológico año. Los hados se hicieron blaugranas y en la década de los 90, el Barça conquistó 17 títulos, muchos de la mano del Dream Team. Inolvidable. Estaba allí con su comunidad, su peña, sus amigos, hinchas acérrimos como él. En el estadio inglés de Wembley el 20 de mayo, Stoichkov sacó la falta al borde del área italiana sobre Bakero, que la paró al pie para que Koeman lanzase un obus a las mallas contrarias.
Su líder, el carismático, Josep Lluís Núñez, llamado peyorativamente por algunos advenedizos “el enano de las Ramblas”, lloró cuando un periodista le preguntó qué haría si el Barça ganaba la Champions. Lloró como un hombre que ama su país hasta el final, a la autora de sus día más allá de los tiempos, a la mujer que le regala la descendencia al marido conmocionado por la buena nueva.
Él también derramó un río de lágrimas cuando sostuvo entre sus manos el preciado título. Volvía a tener este pensamiento cíclicamente pues era uno de los recuerdos más grandes de su vida. Un tío como él, hecho y derecho, trabajador incansable, amigo de sus amigos (blaugranas por supuesto), que nunca había vertido su dolor al exterior, salvo cuando su madre se marchó al paraíso blaugrana. Ya sé que algunos malintencionados esbozarán una irónica media sonrisa, pero él, Lluís Pascual i Seguí, dependiente de profesión, estaba absolutamente convencido como un dogma de fe irrebatible y absoluto que Dios era azulgrana. Algunos le llamarán visionario, loco quimérico, soñador sin paracaídas pero él respondía siempre lo mismo: “Fíjaos, ¿de qué color es el cielo? Azul ¿Cómo son los atardeceres? Granas ¿Y de qué color es nuestra camiseta? Blaugrana. Como un reflejo simbólico de la divinidad. Subrayaba esta afirmación con tal énfasis y pasión en sus palabras que cualquiera se atrevía a replicarle.
El origen de la profética camiseta había que buscarla allá por el 29 de mayo de 1899, a las puertas del finiquitado siglo XIX, cuando el fundador del pueblo elegido, el contable suizo de la Compañía de Tranvías de Sarriá, Joan Gamper, fundó el club y con él la leyenda. Algunos decían que el azul y grana eran los colores del Excelsior de Zurcí, el primer equipo del padre fundador y del cantón donde nació. Otros hablaban que el originario color sobrevino cuando uno de los asistentes llevaba un lápiz mitad rojo, mitad azul, común entre los contables y trabajadores de aquella época que les sirvió de referencia. Hay quien dice que el mérito es de la madre de los hermanos Comamala, quien había confeccionado unas fajas azules y grana para que los jugadores se distinguieran en un partido y se le ocurrió unir ambos colores.
El origen del escudo tampoco estaba claro como en toda buena mitología que se precie y en la de Lluís más todavía. Se dice que en una reunión especialmente agitada, Lluís d´Ossó exclamó: “Aixó és una olla” y el padre Gamper comenzó a dibujar dicho utensilio. La versión más académica habla de una mezcla de escudos de ciudades europeas. Lo sabía todo del club de sus amores. Él, que había salido de la escuela, porque odiaba estudiar, se había convertido en un consumado exegeta, erudito y estudioso de la ciencia barcelonista y los peldaños que jalonaban su gloriosa historia en una trayectoria más que centenaria.
-Oye, Lluís, ¿sabes en qué temporada nuestro club fue conocido como el de las Cinco Copas?
-Hombre, no lo voy a saber. En la temporada 1951-52, que ganó la Liga, la Copa de España, la Copa Latina, la Eva Duarte y la Copa Martín, como el anuncio del espabilado de gafas negras de la tele.
-¿A qué no sabéis vosotros qué jugadores han cosechado más títulos con nuestra enseña?
(Silencio ignorante de los prosélitos)
-Pues primero Amor con 19, después nuestro defensa Alexanco con 17, el estimado Pep Guardiola con 16. Y no sólo eso, tenemos un palmarés de 57 títulos oficiales: dieciséis ligas, en la temporada 1928-29, el Barça fue el primer club en ganar el campeonato de liga. En nuestras vitrinas atesoramos 24 Copas del Rey, más que ningún club español, la Copa de Europa del año 1992 del siempre venerado Dream Team, 4 Recopas de Europa, 3 Copas de Ferias, 2 Supercopas de Europa, 5 Supercopas españolas y 25 Copas de Catalunya, Generalitat y Copa Macaya. El único club con los tres títulos más importantes de Europa, la Copa de Europa, la Recopa y la Copa de la UEFA, antes Copa de Ferias. Este año hemos arrasado en los campos europeos hasta ganar once partidos consecutivos y crear un record en la Champions, a pesar de que la Liga la estamos padeciendo. Hemos encabezado varias veces el primer lugar como mejor equipo del mundo, según la clasificación elaborada por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol. Nuestra mejor racha sin perder la cosechamos en la temporada 1973-74, desde la jornada sexta a la treinta y una. Nuestra mejor goleada a favor en la temporada 49-50 al Tarragona. Nuestro peor puesto en la 41-42 que acabamos los duodécimos. Los jugadores que más goles han marcado en su decisiva etapa en nuestro Barça son Alcántara con 355, seguido de Samitier con 319 y César con 301 y el jugador que más goles ha marcado en un partido fue Kubala al Sporting de Gijón en la temporada 51-52.
Anonadados y boquiabiertos se quedaban sus amigos con su incansable y docto amigo Lluís, al que tanto había ayudado el mágico juguete de internet para profundizar en la sabiduría del seny culé.
Querida Olga:
He roto con Lluís. Ya no podía más. Sólo vive por y para el Barça. La situación era insoportable y no la aguanto más tiempo. Vive sólo para su equipo y a veces pienso que en su cabeza y corazón no hay nada más. Le planteé un ultimátum: “O yo o el Barça”. ¿Sabes lo que me contestó?: “El Barça siempre. Tú me puedes dejar o nuestro amor se puede marchitar pero mi equipo siempre estará conmigo”. Te parecerá increíble pero sólo hacíamos el amor cuando ganaba su club y si perdía (y esta temporada ha llevado una racha de aquí te espero…) Mira que yo: Lluís sólo es un partido de fútbol”. Pero se encerraba en sí mismo y si hablabal era para comentar que la posición de los laterales no era muy ordenada, que el entrenador no pone en su puesto a cada jugador y les desquicia, que el conjunto no juega con un sistema definido y disputa los encuentros en función del rival.
Mira que es listo Lluís. Tú lo sabes, Olga, pero qué tonto cuando se enciende con el fútbol dichoso. A mí me gustaba pero le he pillado un odio que ya no lo puedo ni ver en pintura. Para que te hagas una idea de hasta dónde llegaba su fanatismo incondicional tendrías que entrar en su habitación. Edredones, sábanas, alfombras, pósters, autógrafos. Todo en plan culé. Come con cubiertos de colores barcelonistas y hasta sus slips son culés. Nena, no podía aguantar más. Mira que lo quiero y estoy dolida y jodida por esta ruptura. Es simpático, agradable, ingenioso, atento, guapo, alto musculazo. Tiene un buen trabajo pero es un visceral en cuestiones de fútbol. Fanático para defender sus colores pero no violento. ¿Qué contradictorio, verdad? Moriría por sus ideales barcelonistas pero jamás mataría por ellos. Nunca lleva bengalas al campo, ni se pelea con seguidores de otros equipos. Eso sí, insultos una burrada y a los árbitros los pone a parir. Los Boixos Nois le propusieron muchas veces hacerse de su cuadrilla y él que no.
Desde luego no pienso salir nunca más con un chaval que esté idiotizado con veintidós tíos detrás de un balón, ganando la pasta que ganan mientras muchos de sus seguidores se las ven y desean para llegar a fin de mes. Si había fútbol, ni cine, ni cenas, ni paseos por la playa, ni salidas con amigos, ni besos, ni nada de nada. Fútbol y berrinche si perdía el Barça. Siento descargar mi dolor contigo pero somos amigas para los buenos y malos momentos, ¿verdad?
Un beso de tu Ángela
Yo, Lluís Pascual i Seguí, natural de Barcelona, de 28 años de edad, soltero y en pleno uso de mis facultades físicas y mentales, declaro en este escrito presentado ante notario de la Ciudad Condal a fecha de 14 de febrero de 2002, que cuando muera, quiero ser enterrado con la bandera barcelonista a modo de sudario y mis estimados amigos y compañeros de la peña barcelonista 20 de mayo entonen a modo de despedida el himno del Barça. Igualmente declaro que si poseo propiedades materiales, éstas se vendan para donar el correspondiente dinero al centro de La Masia, cuna de futuros jugadores barcelonistas.
Esta es mi voluntad
Vixca el Barça
¿Desde cuándo soy pupas? Creo que desde que tengo uso de razón y antes… Mi padre me hizo socio nada más nacer en el 66, el mismo año que se inauguró el Vicente Calderón. Encima este año estamos de enhorabuena con la celebración del Centenario del Club. Mi líder espiritual es Jesús Gil, nuestro gurú. Digan lo que digan, en un momento supremo pudo evitar su desaparición y ahí estamos luchando por la UEFA y a un paso de la Liga de Campeones. No hay una hinchada tan devota como la nuestra. Gente del pueblo, currantes, clase popular y no señoritingos como otros que sólo se apuntan a caballos ganadores. Lo grande es ser miembro de un equipo que te lleva al éxtasis de las emociones fuertes. Y ahí nos damos la manos nosotros y los del Barça. Aquí estamos nosotros para apoyar siempre a nuestro club. ¡Cómo me hubiera gustado que el lema del Liverpool estuviera entre nuestras enseñas!: “You´ll never walk alone” “Nunca caminarás solo” ¡Qué consigna tan gloriosa! Sólo un vate futbolístico podría imaginar tan entusiástico verso. Como nosotros, los atléticos, los pupas, los indios, que apoyamos incondicionalmente a nuestro Atleta a pesar de vivir dos añitos en el infierno de la Segunda División. ¡Qué mal lo pasé cuando fuimos aquel fin de semana a Elche! Al Martínez Valero y nos metieron cinco los ilicitanos esos. ¡Mecago en la puta! ¡Vaya mal trago! La gente allí cachondeándose de nosotros que estábamos allá arriba con nuestras cabelleras indias y camisetas rojiblancas y ellos venga meter goles al mono Burgos.
Ésta es otra. Los ignorantes dicen que somos violentos, xenófobos pero hay de todo como en esta sociedad convulsa, acelerada y abigarrada. Tras el partido con el Elche, después del palizón de la manita, nos volvimos a casa y aquí paz y después gloria. Eso sí, a final de temporada a primera sufriendo, como siempre, hasta el último partido.
¡Somos los más mejores y nuestros ídolos la gente más güay que pisa la troposfera! Si no, que se lo digan al mono Burgos. El hombre, nuestro arquero, acaba de pasar una operación quirúrgica a vida o muerte en un riñón por un maldito tumor y ya se ha recuperado. Se ha presentado en una rueda de prensa con una camiseta negra y dando las gracias bien grandes. Somos los tipos más simpáticos. ¿Qué jugadores se van a comer con currantes del andamio a baretos populares como el Mono? Pocos, muy pocos. Todos salen del entrenamiento con su Ferrari, Porsche, su Audi, BMW a su chalecito de Somosaguas, Fuencarral o Las Rozas. En cambio, el Mono con su gente, los que nos dejamos los cuartos en los carnés de socio, los que apoyamos a muerte en los desplazamientos.
Siempre me ha llamado la atención nuestra simpar historia. No sabía yo que nacimos como supuesto filial del equipo bilbaíno, allá por el 2 de mayo de 1903. Nuestro primer presidente fue Enrique Allende y nuestros primeros colores fueron blanquiazul en la camiseta y blanco, aunque a veces negro en los calzones. Uno de los primeros derbis entre el Atleti y los señoritos de la Castellana del Madrid data del 28 de febrero de 1905 con empate a un gol. Adoptamos la vestimenta rojiblanca, que ya siempre nos ha acompañado, en enero de 1911 y al año siguiente construimos el campo de O´Donnel. En 1923, Juan Estefanía Mendicute, redacta los nuevos estatutos y en ellos se refleja la completa independencia del Atletic de Madrid del de Bilbao. Cuando se reanudó la Liga tras el parón de la Guerra Civil ya teníamos nueva denominación: Atletic de Aviación y llegó nuestra primera conquista del título de Liga en la temporada 39-40, tras sufrir hasta el último partido, como siempre. Unos años después, el 5 de enero de 1947, el Aviación legó su estela al Atlético de Madrid con victoria incluida ante el Sabadell.
Y luego está nuestro palmarés: la Copa Intercontinental de 1974, la Recopa de 1962, las 9 ligas y 9 copas de España y la Supercopa de España en 1985. Nuestras mayores goleadas las metimos al Hércules y Las Palmas por 9-0 en las temporadas del 55 al 58. Los pichichis en la Liga, Gárate en tres ocasiones, nuestro entrenador Luis Aragonés en la campaña 69-70, Hugo Sánchez que luego se pasó a los contrarios, Baltasar, Manolo y el cañonero Vieri. Los arqueros menos goleados: Zamora, Reina, Abel y Molina. Somos cojonudos los atléticos, joder. ¡Qué hostia!
Creamos o no en la casualidad más que en la causalidad nuestros dos amigos, piadosos feligreses tanto del Barcelona como del Atlético de Madrid, por azares del destino tendrán la oportunidad de conocerse en el choque que en la primera vuelta de la temporada se disputará entre ambas escuadras. El Barça, cabizbajo hasta ese momento, sin encontrar su sitio en la Liga, coqueteando con el descenso mientras que en Europa imparable, contando por victorias sus encuentros. La afición descontenta con Van Gaal y Joan Gaspar, hombre de probado amor al club blaugrana pero de exacerbado forofismo, que quizás le haya perdido. El Atlético de Madrid en puestos tranquilos de la tabla, en lucha por la UEFA, tras su ascensión de los Valles de Josafat. En esas circunstancias se encuentran los dos contendientes del partido en el Vicente Calderón.
Lluís se dispone con sus amigos de la peña a viajar hasta la capital de las Españas. Su madre: “Mira, Lluís, que allí hay muchos fanáticos y cómo te vean con la camiseta del Barcelona vas a tener problemas”. Él: “Mamá, no se meterán conmigo porque si no, los problemas los tendrán ellos. Yo voy con mi colla de amigos. Pero nunca olvidaba las encerronas que les urdieron las hordas de los Ultrassur a las puertas de los metros de Cuzco o Lima en anteriores partidos cuando los esperaban con cadenas, pasamontañas y gafas de sol. Sus amigos: “Vamos, Lluís, a dar una lección a esos panolis de la capital con tantas plumas que se ponen en la cornamenta”.
Llegado el momento, Lluís toma el autobús desde el puerto que Colón siempre vigila con su dedo transoceánico, que les conducirá a las inmediaciones de la M-30 madrileña. Está excitado. Sabe que su Barça se juega mucho. Los puestos de descenso se huelen cerca y él nunca ha visto así al club de su vida. “Hay que animar a los jugadores. Con el Barça hasta la muerte”. Es el único pensamiento que revolotea en la cabeza.
Tras varias horas de viaje entre cánticos, consignas, bravuconadas y otras lindezas, bebercio de alcohol y alguna que otra pastilla para combatir el cansancio, el autocar se presenta a las puertas de Madrid, la ciudad descomunal de límites imprecisos, con una nube de contaminación por sombrero en su azotea, las siluetas vigilantes del Pirulí, el edificio de la Telefónica en la Plaza de España y las torres inclinadas de Puerta de Castilla. Lluís piensa que en esta metrópolis que cada mañana se come a millones de tipos entre los túneles del metro y avenidas sin fin, muchos de ellos son enemigos acérrimos de su Barça. Recuerda a los jugadores que han traicionado a su equipo y se largaron como viles mercenarios al conjunto capitalino.
A pesar de que estos pensamientos belicosos recorren su mente, su ánimo se apacigua pues quiere conocer otros aspectos de este rompeolas de las Españas diversas. Sus amigos dicen: “Vamos a hincharnos a cervezas antes del partido”. Pero él prefiere pasear por el Retiro, contemplar los edificios ultramodernos de la Castellana, perderse por el Madrid de los Austrias y la vista imponente del Teatro Real y el Palacio de Oriente con la arboleda ilimitada al fondo. Una madrileña de nibelunga belleza observa los pasos despistados de este habitante de la periferia, lo que ciertos capitalinos aún mal denominan ciudadanos de provincias, que suena como a ecos lejanos de ultramar. Decide visitar el Museo del Prado y ver las obras de los grandes. No le apasiona la pintura y menos la centralista aunque admira cuadros como Las Meninas, El Jardín de las Delicias, las tablas flamencas, los tenebrismos de Zurbarán y El Greco y la serie negra de Goya. Le entusiasma en especial un cuadro que le recuerda tantas cosas observadas en los partidos de fútbol.
Nuestro amigo Pedro Aráez, atlético de pro y corazón, también se dirige a su estadio. “Es la oportunidad de echar tierra por medio y distanciarnos del Barça para dejarlos más cerca de Segunda. Es increíble; con el equipo que tienen y cómo están. A este paso les esperan unos añitos en el infierno…
Ya están todos en el campo. La gradería ruge a la espera de que salten al terreno de juego los jugadores. Los atléticos con sus banderas y cánticos, dispuestos a vitorear hasta la extenuación a sus mitos rojiblancos. Los seguidores azulgranas quedan situados por la policía en un extremo del anillo superior. Lluís está entre ellos. Una alambrada, como el muro de la vergüenza, separa ambas aficiones que se dedican toda clase de piropos amatorios. Lluís ve a Pedro vestido de indio, con su camiseta y penacho de plumas. Pedro ve a Lluís con sus insignias blaugranas y su bufanda y gafas de sol. “Mira el gilipollas ése con su gorra y camisa del Barça. No lo están pasando mal ni ná este año. Como mi Atleta le endose pronto algún golito, le voy a sacar los colores con cachondeítos. Me gustaría verlos en 2ª división, como hemos estado nosotros. Se les bajarían los humos de creerse más que los demás”. “Este partido lo tenemos que ganar como sea. Nos estamos jugando mucho y es increíble que mi Barça esté en la situación que está. Anda que no hay indios aquí. Con tantas plumas parecen medio “amariconaos” como ése que tanto se ríe y bebe cerveza como un descosío”.
El partido empieza. Los equipos ansían conocerse pero el Atlético empieza a tomarle las medidas al Barcelona. Se suceden los contraataques por las bandas y el asedio al área culé. Llega el primer gol del Atlético de Madrid. Vocifera la afición pupas. Pedro le dice a Lluís: “¡Os vais a Segunda, da, da, da…! Vete al cuerno, indio de mierda! Sigue el asedio a la portería de Bonano con una defensa insegura, intranquila, aparentemente descolocada. El segundo gol. Las bufas y cachondeos a los seguidores barcelonistas suben de tono. El ambiente se enrarece. Lluís y Pedro se dedican hermosas trobas amatorias y dignísimas loas propias de Apolo y la diosa Cibeles, que les observa desde su atalaya de la Puerta de Alcalá. “¡Qué bien me lo estoy pasando! Esto es mejor que en mis mejores sueños antes del partido. ¡Qué descompensado1 El tío ese se ha puesto rojo de ira y dolor de ver el juego tan lamentable que hacen. Voy a seguir dándole caña con mis ripios” “¡Qué mal se presentan las cosas! El lunes vendrán las críticas de los compañeros de trabajo, las mofas y versitos cabrones y encima ahora estoy aguantando a este pupas que no para de hacerme gestos y cortes de mangas. Está agotando mi paciencia el pupas de mierda”.
Llega el tercer gol atlético. El clímax rojiblanco alcanza su culminación. Las ironías a los culés suben de tono: “¡A Segunda División sin remisión!”, “¡Barça, capuz!” Lluís está a punto de explotar y observa cuidadosamente las facciones del tipo aquel que tras la valla dedica múltiples ripios al equipo de sus amores. El partido acaba. El Barça pierde. La cara, la victoria reflejada en los jugadores y aficionados atléticos. La cruz, el desánimo instalado en los rostros de los jugadores, entrenador e hinchas culés. Las masas salen del estadio. Ya en sus aledaños, Pedro mira de nuevo a Lluís y prosigue con sus declamaciones nada laudatorias. Lluís, harto de tantas zarandajas se dirige directamente por ese maldito seguidor indio presto a cortarle las plumas. En ese instante viene a su memoria con absoluta definición la imagen de la pintura que horas antes analizó en El Prado. “El duelo a garrotazos” de Francisco de Goya y Lucientes. Dos hombres enterrados hasta medio cuerpo en el suelo, con el odio dibujado en su mirada, prestos a todo con navaja y garrote en ambas manos. La España cainita, herida por ofensas de honor desde tiempos inmemoriales. Desde los primeros pueblos celtas que se enfrentaron a Roma, hasta la Reconquista y los cristianos viejos, la pureza de la fe, hasta los afrancesados y las guerras carlistas, sin olvidar la guerra gorda. “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, una de los dos Españas ha de helarte el corazón”. Las dos Españas a garrotazos, rencorudas y limitadas por concepciones alicortas de pensamiento, incapaces de ponerse en lugar del otro. La contienda está servida. Lluís corre hacia Pedro. Pedro adivina las intenciones de Lluís. “Voy a por ti, indio de mierda. Ya veremos si ahora te vas a reír tanto cuando te desplume”. “Joder, que ese tío viene por mí. Tengo que defenderme”. Ambos sacan de sus chupas sendas navajas en busca de la lucha final. Sus cuerpos están a punto de encontrarse en el campo de batalla. De improviso y a traición, una chica rubia, de ojos azules y facciones embriagadoras, se interpone entrambos contendientes.
-¿Estáis locos o qué? ¿Qué queríais? ¿Matarse a navajazos? Por una mierda de partido de fútbol. ¿Es que no hay nada más importante en vuestra vida que un balón en el cerebro?
Los dos gladiadores se relajan por un instante.
-Así me gusta. Que sonriáis y bajéis las armas, que parecéis tontos. ¿Queríais arruinar vuestra vida por un simple partido? Vamos a tomar unas cañas y firmáis la pipa de la paz, ¿sí?
-Por mí, vale
-Por mí también.
A veces los grandes enfrentamientos devienen en inesperadas amistades. Ambos se emborracharon hasta partirse de risa. Lluís perdió el autobús y durmió en casa de Susi (así se llama la pacificadora, socióloga de profesión, que por esos intrincados azares de la vida, era desde siempre vecina de Pedro, aunque nunca hasta ahora había conseguido su propósito de ligárselo), junto a Pedro en placentera cama redonda pues la susodicha señorita les había echado el ojo a tan jóvenes y apuestos galanes. Haz el amor y no la guerra es el mejor eslogan en tiempos de irritabilidades.