I
La luna se escondía en el perfil de un gato
que lamía su parte más felina
cual si a punto estuviera
de ejecutar cabriolas
sobre las azoteas del insomnio
esperando que apareciera núbil
y salaz
la dama universal de su querencia
con el más dulce miau de todos cuántos
hacen pender sus vidas en el aire
sin más zarpa retráctil
que su rumor de infierno:
azufre suspendido en la altanoche
El salto se produce
en ese misterio tan absurdo:
cuando ejerce el vacío
cae parado siempre
pues en el mismo impulso está el milagro
de detener el curso de la vida
en el justo desliz
del precipicio
El gato es un luzbel
cuyas alas absortas
(de execrable raíz sin paraíso)
repiten
inagotablemente
la caída
Y a su vez
mientras gira la noche
en los ojos del gato se subleva
la indócil soledad
de una luciérnaga
II
Me llega un sudor frío
de murciélago alejándose
con sus ojos en ascua
y cenizas de la noche
en los colmillos
Desde antes que Bram lo develara
Drácula estuvo cierto
que bajo una luna de sangre
ascendería triunfante
los ramales de la boca del lobo
que hoy ha puesto el cuello en celo
para seguir la huella de algún laúd
que toca con dos dedos de frente
el ensalmo del viento confinado
en aquel castillo que asoma al precipicio
Mina tan a lo lejos aún no lo sabe
pero desea el infeliz alumbramiento
de quien ya cruza el mar
en pos de su inocencia
mientras Jonathan Harker
antes frío y expectante
(con el pescuezo en coágulo)
permanece sitiado
en la frontera entre el cielo y el infierno
¡Manifiéstense pues
las cruces
estacas de palo santo
mentes amorcilladas
balas de plata y demás bártulos de sombra:
ha arribado a tierra firme
el enviado del fuego más antiguo:
sobre el suelo de Londres
plagado de fantasmas pueriles
con modales marchitos
la penumbra gótica
ha caído!