Después de la interminable jornada
extrayendo las piedras preciosas y tierras raras
de una mina a cielo abierto,
la proposición joven de un botellón nocturno en la bahía
con láudano, absenta, ponche y sustancias, es tentadora.
Sobre todo cuando el programa incluye
danzas tribales alrededor de una gran pira
con sexo iniciático y aullidos primitivos
y el desembarco a la madrugada de los filibusteros
con sus orejas argolladas, su ron y su escorbuto
saqueando los sueños recién despertados
e interrumpiendo la caída de aleluyas desde el cielo de un futuro incierto.
El final del fuego.