El número de mujeres españolas que tuvieron un papel importante en la Conquista y civilización de América no es muy abundante y las más conocidas, como la placentina Inés Suárez, o Mencía Calderón natural de Medellín (Badajoz) que se embarcó hacia las Américas con tres barcos y trescientas personas, entre ellas cuarenta mujeres casaderas, que iban a contraer nupcias con españoles, desplazados a las Indias, en una travesía que duró seis años hasta llegar a Asunción, en Paraguay.
Pero este viaje sería de todo, menos placentero. Tuvieron un naufragio, junto a Guinea. Tras dos meses, reparando la nave, cuando partieron fueron atacadas por piratas que les quitaron todo lo que tenían. pero consiguieron llegar a Brasil, a Santos, ( cercano al actual Säo Paulo) donde cayeron en manos de unos negreros que traficaban con personas que las retuvieron durante dos años, hasta que un jesuita las ayudó y consiguieron salir de allí.
En España ya las habían dado por muertas, pero Mencía decide que van a cumplir lo prometido con la Corona e inician el camino hacia Paraguay, atravesando toda América. Así es que se van andando atravesando selvas, afluentes del Amazonas y tras miles de kilómetros, llegaron a Asunción. Toda una hazaña impresionante.
A las mujeres, desplazadas a América, se las recuerda más como gente luchadora y de armas, como a la monja alférez Catalina Erauso, que como realizadoras de otras labores. Así es que casi constituye una excepción, la fama que adquirió la monja Inés de la Cruz, mujer de letras, y no luchadora, por lo que no resulta nada raro, que se olviden de mujeres como Catalina Cuevas, la cocinera de Inés Muñoz-cuñada de Francisco Pizarro que llevó a Perú la primera simiente de trigo y plantones de olivo-, y que aprendió quechua para poder entenderse con las mujeres indígenas y poder cocinar con las materias primas que tenían.
No aparecerán en las grandes enciclopedias clásicas, o en los libros de Historia que tratan de la Conquista de América, como Catalina de Bustamente, la primera maestra de niños en América. En Texcoco (México) lugar cercano a la capital mejicana, colocaron una estatua en su honor
En la que en una inscripción se recuerda a: MAESTRA CATALINA DE BUSTAMANTE, PRIMERA EDUCADORA DE AMÉRICA. Porque fue allí donde creó su primera escuela. En Cáceres, en el polígono Moctezuma, hay una gran estatua dedicada a un personaje indio, el rey de Texcoco, Nezahualcoyotl, nacido en 1402, poeta, ingeniero y arquitecto.
Catalina, nació en LLerena ( Badajoz) se cree que por el 1490. Poco se sabe de ella de su infancia, e incluso su familia, pero el que supiera leer y escribir, indica que posiblemente pertenecía a una familia noble o con un nivel social elevado, ya que solamente, aprendían a leer y escribir, las mujeres que pertenecían a estos niveles sociales.
La primera noticia que se tiene sobre ella, es del libro de pasajeros a Indias de la Casa de Contratación. En ella se le cita en un barco que sale de Sanlúcar de Barrameda hacía América, un 5 de mayo de 1514. Con ella va su marido, Pedro Tinoco, y sus dos hijas María y Francisca. En esta relación de pasajeros aparecen también las hermanas de Pedro Tinoco, María y Juana.
Desembarcaron en Santo Domingo. Se desconoce la ocupación de Pedro Tinoco pero seguramente irían a este lugar con algún cargo o negocio que les permitiera vivir sin agobios. Se cree que probablemente, comenzara allí la primera escuela en la que enseñaría a las hijas de los españoles que estaban allí, ya asentados.
Sería muy importante su pertenencia a la orden terciaria seglar de la Orden de San Francisco.
Porque cuando enviuda, contacta con el franciscano Fray Toribio de Benavente y este consigue, que la Orden le ceda un antiguo palacio en Texcoco. Catalina se traslada de Santo Domingo con sus hijas, a México, donde establece un colegio para niñas indígenas.
Le ayudaron varias mujeres, que conocían la lengua nahuatl, ya que las niñas desconocían el español.
Les educaban, en el sentido amplio de la palabra. No sólo les enseñaban a leer y escribir, sino también a tener autoestima, y no ser sentirse consideradas mercancía, para sellar alianza entre tribus o familias.
Realizó una especie de cartilla, semejante a las que actualmente se utiliza en las escuela. Primero se mostraba el alfabeto y las vocales. y luego las sílabas que formaban vocales y consonantes.
Además de aprender a leer y escribir, les enseñaba, cocina, administración, vestirse y hablar como las españolas. Cuando eran mayores, se les enseñaba un oficio.
Todo iba muy bien, pero, el alcalde mayor de la villa de Antequera del valle de Guaxaca, Juan Peláez de Berrio, se enamoró y obsesionó de una india, hija de un cacique local, Inesica.
Pero en la educación que había dado a las niñas, estaba el que ellas decidieran escoger a su pareja. Así es que se negó y en 1520 Juan Peláez, envía a unos indios para que salten la tapia del colegio y rapten a Inesica y a su criada.
Catalina esa misma noche visita al obispo Juan de Zumárraga, el primer obispo y posteriormente primer arzobispo de la diócesis de México), exigiendo la devolución de sus alumnas. El obispo manda a sus tropas rápidamente, al palacio de Peláez de Berrio, pero éste no se encuentra allí. Entonces, Zumárraga, durante la misa, insta a Peláez de Berrio a que devuelva a las muchachas y que pague una multa por los daños morales, que las niñas y el colegio habían sufrido.
Pero no sirve para nada. Así es que lo denuncia ante la Audiencia de México, pero el Presidente de esta Audiencia, es un hermano del alcalde y desestima la denuncia.
Entonces recurre al rey de España, Carlos, avalada por el obispo Zumárraga y los franciscanos.
Pero cuando la carta cuando llega a España, el rey estaba viajando por Europa en la campaña para su coronación, como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, algo que finalmente consiguió el 24 de febrero de 1530.
Había quedado sustituyéndolo su esposa Isabel de Portugal, que al leerla, se indignó por el rapto, y se impresionó por la labor que estaba haciendo Catalina. Así es que inmediatamente, le pidió a su secretario que le respondiera, y le envió una Real Cédula del 24 de agosto de 1528, dirigida al obispo, en la que "“rogaba y encargaba que proveyera y cuidara que a las religiosas de Texcoco no se les hiciera agravio alguno”
Otra carta fue enviada a la Audiencia de México, en la que prohibía " “que a la dicha casa [el colegio] y monasterio le sean quebrantados sus privilegios e inmunidades, antes en todo se guarden como se hace en estos reinos”.
Y en el caso de que no hacerlo “serían castigados con el pago de 10.000 maravedíes para su cámara [del colegio y monasterio]”
Parecería que se habría acabado todo, pero, a juzgar por la carta que envió el obispo a la reina Isabel, denunciando la soberbia del alcalde y la violencia del alcalde contra las "doncellas", no era así. Zumárraga le relata a Isabel la falta de maestras y el enorme esfuerzo que deben realizar las pocas maestras existentes en el valle mexicano.
Vista la situación, la reina regente designa a un fraile de su confianza que busque mujeres cultivadas y de conducta ejemplar que fueran a instruir a las niñas y mujeres de la Nueva España.
En 1536, ya había diez colegios, con 400 alumnas aproximadamente, en cada colegio. Las indígenas fueron sustituyendo a las maestras españolas, ya que muchas de ellas ya habían muerto.
La terrible peste que asoló Nueva España en los años 1545, 46 y 47, y que mató a mas de 800 mil personas, mató no solamente a Catalina, sino a la mayoría de las maestras.
Sin embargo su labor había calado en la sociedad mejicana. Por eso, en reconocimiento por su obra, Texcoco, levantó una estatua a una gran mujer que no aparece ni en la enciclopedia Espasa.