Hace tres años, el Museo del Prado, habría un campo que hasta ahora parecía inexistente, las exposiciones antológicas de mujeres artistas. Clara Peeters que supuestamente fue hija del pintor flamenco Jan Peeters, de quien habría aprendido, fue la primera en inaugurar esta rectificación en el mundo del arte. Clara es la gran pintora de los bodegones, aspecto que vemos en otras grandes pintoras, ya que las clases en las que se practicaba la pintura de la anatomía, tanto masculina como femenina, les estaban vetadas, y se centraban en bodegones, aunque pese a estas limitaciones fueron unas excelentes retratistas, dando un toque sicológico a las figuras que las hace a veces más "humanas" que las de sus contemporáneos masculinos. Sin embargo seguramente para hacer constar que ella lo había pintado, realizaba su autorretrato representándose con la paleta y los pinceles, en el reflejo de cucharas y objetos de metal. Como si esto fuera un alegato contra la "invisibilidad " femenina en el Arte. Y no andaba muy desencaminada, porque con frecuencia se han hecho atribuciones de cuadros a conocidos pintores, de los que ahora se ha puesto en duda su autoría, admitida hasta por los estudiosos, que no podían concebir que tal obra saliera de las manos de una mujer.
Después de estoa tres años, el Museo del Prado para conmemorar su Bimilenario, cuelga desde el 22-10-2019 al 02-02-del 2020, una exposición antológica de dos grandes pintoras, las más grandes de la segunda mitad del S, XVI. Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.
¿Quienes fueron estas mujeres ? Un magnífico retrato de Isabel de Valois, había sido siempre adjudicado a Sánchez Coello. Pero un examen, más reposado, permite ver en la figura, una naturalidad distinta del envaramiento, casi hierático, que caracteriza los cuadros de Coello. Tras diversas adjudicaciones, entre ellas, de que se trataba de una copia de Pantoja de la Cruz sacada de un cuadro de Coello, en 1964, Kusche lo atribuyó a la pintora Sofonisba Anguisciola. Investigaciones posteriores, confirmaron, como muy probable, esta autoría. No será solo este cuadro, el único en el que se ha puesto en entredicho la autoría de Alonso Sánchez Coello, a favor de Sofonisba Anguisciola. También el magnífico retrato de Felipe II, se cree, en la actualidad, que surgió de su pincel. Aunque en este caso ya lo apuntaba Ceán Bermúdez en el S. XVIII.
"No tardó mucho tiempo en pintar el retrato del Rey, por lo que le señaló una pensión de 200 ducados al año, y le dio S. M. un diamante regulado en 1500. "
Igualmente ocurre con el retrato de “Juana de Portugal”, hija de Carlos V, que fue atribuido a Tiziano, a Sánchez Coello y finalmente por la investigadora María Kusche, a Sofonisba. Obra, en la que se cree identificar el cuadro al que se refiere Sofonisba, cuando escribe una carta a su maestro Bernardino Campi:
“Sto al presente occupata a fare il ritratto della Sereníssima Principessa, sorella del re nostro Signore”.(Estoy en estos momentos ocupada haciendo el retrato de la Serenísima Princesa hermana del rey nuestro Señor).
El rostro de Juana, se asemeja en su estructura, al rostro de la dama del polémico cuadro “Dama del Armiño”, atribuido al Greco y sobre cuya autoría recaen múltiples dudas.
En este retrato, que se encuentra en la actualidad en Boston (Isabella Stewart Gardner Museum), Juana de Portugal, que se casó en 1553 con el rey Juan de Portugal, viste, como en ella era habitual, de negro, y sobre el traje destaca el blanco de un camafeo con la imagen de su padre Carlos V. Una mano enguantada, sostiene un abanico, símbolo del Imperio, ya que estos provenían de Oriente, y el guante de la otra mano, que reposa desnuda sobre el hombro de una niña de poca edad con unos grandes, inocentes, y hasta asustados ojos, que tiene en su mano tres rosas, símbolo de los tres votos (pobreza, castidad y obediencia), por lo que se supone que podía ser una de las niñas, que iban a entrar en el Convento de las Descalzas Reales, de Madrid. La mano “limpia” no enguantada, colocada sobre el hombro indica la protección directa, “sin intermediarios”, a la tal fundación.
¿Fueron intencionadas estas atribuciones a diversos pintores, o simplemente pura desidia, en la que el nombre de una mujer no tenía ni tan siquiera cabida, como punto de partida, de una investigación? Posiblemente lo segundo. Era muy habitual el negarle las atribuciones de las obras a las mujeres para conceder la autoría a pintores de su entorno. En el S. XIX se descubrió el fraude cometido por Frans Hals con una de las artistas que trabajaban en su taller, Judith Leyster cuyo monograma en los cuadros realizados por ella habían sido alterados, atribuyéndose su obra al famoso pintor, aunque también esta alteración podría deberse a una falsificación posterior.
El ya citado Ceán Bermúdez, en su Diccionario apostilla:
"Murió Sofonisba en Génova de muy avanzada edad, sin que haya quedado ninguna obra suya entre las colecciones del Rey en sus palacios, sin duda por haber perecido en algún incendio, para poder hablar de su estilo y habilidad"
¿Pero, quién fue esta mujer, cuya calidad artística hace confundir sus cuadros con los de Coello, y que gozó del aprecio de Felipe II, y la profunda amistad de Isabel de Valois, su tercera esposa?
Nacida según Van Dyck en 1525, aunque no existe constancia exacta de la fecha de su nacimiento, que la mayoría de los estudiosos colocan entre el 1530 y el 35 (Frecuentemente las fechas de nacimiento en muchos personajes son dudosas, pero en el caso de las mujeres, estas suelen variar casi siempre, según las fuentes de datos a las que se acceda), en Cremona (Italia). Fue alumna de Bernardino Campi y Bernardino Gatti, ambos pintores muy influenciados por la forma de pintar del difuminado, de Corregio, que ella asimiló, convirtiéndolo en uno de los elementos estilísticos más, identificativos de su obra. De ellos, aprendió fundamentalmente la técnica del retrato.
A través de uno de sus autorretratos, que se encuentra en el Palazzo Gritti de Venecia, hoy Hotel Gritti, podemos conocer no sólo su aspecto físico, sino también percibir su vida interior, ya que el estudio psicológico del personaje, es uno de los puntales principales sobre los que se asienta su obra. La captación de la personalidad y el entorno social del retratado, le dan a sus cuadros una proyección artística, que supera la mera habilidad académica.
El retrato, es el de una hermosa mujer, vestida sobriamente, aunque no exenta de lujo, de mirada inteligente y marcando una cierta distancia con el espectador, al que mira con seguridad y casi con desafío. Esta era Sofonisba. Bella, sobria, elegante e inteligente.
Su belleza, discreción y bien ganada fama de pintora, hizo que fuera el Duque de Alba, quien la recomendara a Felipe II como pintora de corte.
La llegada de Isabel de Valois, hija de Enrique II de Francia y de Catalina de Médicis, casada por poderes en París en 1559, como resultado del Tratado de Cateau-Cambresis, con el rey español Felipe II, a España, originó una pequeña revolución en las costumbres de la Corte. De la austeridad, se pasó al gusto por el lujo y el interés por las bellas artes.
Sofonisba, se convirtió en la dama de compañía de la reina, a la vez que en su profesora de pintura y dibujo.
"Se hizo famoso su nombre en toda Italia; y habiendo llegado a noticias de Felipe II, mandó escribir al duque de Alba, que estaba en Roma, para que hiciese todas las posibles diligencias para enviarla a Madrid con destino al quarto de la reyna"
Así lo cuenta Ceán Bermúdez.
Una vez más, se daba la paradoja, de que mientras las bellas artes gozaban del aprecio y consideración de los reyes, que incluso no tenían impedimento alguno en aprender, los que pretendían vivir de ellas eran considerados como trabajadores manuales, y por lo tanto pertenecientes de una clase social inferior, que no tenía derecho al ennoblecimiento.
Sin embargo a juzgar por la consideración que goza, tanto por parte del rey, como sobre todo de la reina, los reyes parecen hacer con ella una excepción a esta regla. Le conceden una pensión de 200 ducados anuales, (A Velázquez cuando le dan el título de Pintor de Cámara, le asignan un salario de 20 ducados al mes, y esto, un siglo después, en época de Felipe IV), e incluso cuando se casó con un noble siciliano D. Fabricio de Moncada, el rey Felipe II le regaló "12000 ducados sobre la aduana de Palermo". Sigue contando Ceán Bermúdez y "una pensión de otros mil"
Cuando enviudó, volvió a casarse con un genovés, marchándose a Palermo, ciudad en la que creó un círculo intelectual, en el que por su inteligencia y conocimientos destacó del resto de los componentes.
Quizás debido a la toxicidad de los pigmentos, o las malas condiciones de luz en las que se veían obligados a trabajar los pintores, ella como le sucedió a otros muchos pintores, quedó ciega. Van Dyck, que admiraba profundamente, su obra dijo; “que había recibido más luz de una ciega que de sus maestros”.
¿Tan desconocida era Sofonisba, como para haber pasado desapercibidas sus obras, o adjudicadas a otros pintores, entre los que se encuentran, no sólo Claudio Coello, sino también el Greco? No ciertamente. La muestra es que existe un dibujo de Valentín Carderera (1796-1880), bastante mediocre, el dibujo y el pintor, pero al que se considera uno de los pioneros de la pintura “histórica” española, realizado en 1850, “que representa a Sofonisba Anguisciola pintando un retrato del príncipe don Carlos, en presencia de su madrastra, Isabel de Valois”.
Es evidente la carga, histórica y romántica que conlleva esta representación, ya que aborda uno de los episodios más controvertidos de la vida familiar de Felipe II.
Isabel de Valois, hija del rey de Francia, había sido ofrecida en matrimonio al heredero de la corona española, D. Carlos. Pero finalmente decidió Felipe II, a pesar de la diferencia de edad convertirla en su esposa. Ella tenía catorce y Felipe treinta y tres años. Esta decisión, desencadenó en Carlos una situación de celos adolescentes, y un alocado amor por su madrastra, que le llevó finalmente a intrigar y provocar una rebelión contra su padre. Cercano a la locura, tuvo que encerrarlo, muriendo en el encierro.
Sobre este episodio, se cebó la leyenda negra de Felipe II, con la que se pretendía hundir la imagen del rey de España. En 1870 basándose en estos acontecimientos, Verdi compondría su famosa ópera; “D. Carlo.”
Se dan en esta mujer, una serie de circunstancias, que no son habituales y que me resisto a hacer extensivas a la sociedad del momento, aunque se trate de Italia, que en este campo estaba más avanzada.
La actitud del padre, Amilcare Anguisciola, que sin ser pintor, sino noble, intenta darles una formación artística, no como distracción, sino como un oficio que les permitiera vivir de él, rompe los esquemas sociales habituales.
En 1546 dos de sus hijas se encuentran estudiando pintura con Bernardino Campi, sin que este pintor tuviera otros estudiantes, lo cual debió de ser sopesado por Amilcare antes de enviarlas a estudiar. Quizás también influiría en esta decisión el carácter del mismo Bernardino, y el de su mujer, que se ocupó de ellas como si fueran sus hijas.
La situación de los estudiantes en los talleres era muy peculiar ya que solían convivir con la familia.
El cariño con el que Sofonisba, le escribe a Campi cuando ya se encontraba triunfando en la corte española, sobrepasa la mera relación de maestro y discípula.
¿Y Lavinia? De ella ya hablaré en otro momento.