Pedro López Fernández se está especializando, al parecer, en retratar familias. En El magistrado Cuernavaca retrata a una familia de viticultores manchegos cuyas raíces se ahondan algo más de cuatro siglos… Su destino cómo juez viene marcado por un trágico suceso acontecido a un pariente suyo a principios del siglo XX…
Pues bien, Las cenizas de Manhattan se adentra en la historia de otra familia, familia de inmigrantes polacos que llegan a Nueva York a principios del siglo XX. Al igual que El magistrado Cuernavaca está escrita con gran rigor, riqueza lingüística, dominio proverbial del vocabulario, con mucha elegancia y un humor muy propio del autor.
Esta historia es la de los Rosenstock, una humilde familia de emigrantes polacos que, a finales del año 1902, y por razones cuya esencia verdadera sólo el futuro esclarecerá, traslada su hogar a Manhattan. Sus vivencias, desde aquel asentamiento primerizo en uno de aquellos "tenements" miserables de la zona del "Lower East Side", van fluyendo paralelas a las propias de la isla.
El relato de la ascensión económica y social de Januarius, el único vástago de la familia, y el del azaroso hallazgo –ya en época más reciente– por parte de William, el último y actual heredero del legado familiar, de un enigmático manuscrito redactado por aquél, se va alternando en esta novela para revelarnos, junto a aquellos acontecimientos públicamente conocidos por todos de la vida del magnate, otra serie de sucesos ignorados con que el destino, de manera caprichosa, se divierte entrelazando los destinos de la gente.
La ciudad de Nueva York, desde comienzos del Siglo XX hasta la más cercana actualidad, comparece en la novela como fascinante enclave físico y temporal que brinda su estampa a esta historia.
Los primeros rascacielos, los buques de vapor preñados de zozobra y esperanza, la promesa de opulencia tras la ínsula de Ellis, las nuevas formas de comunicación, las fotos con flash de magnesio, el metro y el ascensor, los coches, gramófonos y el cine…, la magia de aquellos inventos que balbucían sus primeras palabras y mudaban poco a poco las costumbres de la gente… Edison, Tesla, ¡La luz…! Las conquistas laborales, el sufragio femenino, los ufanos años veinte, los gánsteres y la Ley Seca, la crisis del veintinueve, las colas de desempleados tras la honda depresión, la fatídica sorpresa “envuelta en papel de espanto” de un par de guerra mundiales…
Más de cien años de historia en el trasiego de una ciudad y en las vidas de los seres que la habitan, sobre todo las de nuestros protagonistas, que transcurren cada una por su cauce con esa inexorabilidad irreprochable con la que avanzan las aguas de un río, y convergen, como ocurre solamente algunas veces y alcanzado ya el final en la novela, de una forma sorpresiva y sin duda inesperada.
No hay que perder la pista a Pedro… nos dará muchas alegrías, se los aseguro. Ahora, espero y deseo que alguien de Nueva York escriba sobre Cehegín.
Pedro López Fernández (Cehegín (Murcia), 1.966). Licenciado en derecho por la Universidad de Castilla La Mancha. Master en derecho financiero y tributario con el Centro de Estudios Financieros de Madrid. Actualmente trabaja como empleado en una cooperativa de crédito, en la localidad de Bullas.
Casado, con un hijo. Sus inicios en la literatura han sido tardíos. Autor de El Magistrado Cuernavaca (Amarante, 2014) y de Las cenizas de Manhattan (Amarante, 2018). En estos momentos escribe también, porque le apetece, poesía.
Para Revista Agitadoras, nos atiende amablemente Pedro López Fernández… Gracias…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Las cenizas de Manhattan? O ¿Cómo alguien de Cehegín escribe sobre Manhattan?
R.- Las cenizas de Manhattan deja oír sus primeros latidos, aún en estado embrionario, a finales del año 2015 y principios del 2016, casi dos años después de la publicación de mi primera novela, El Magistrado Cuernavaca. Esta segunda novela nace de la curiosidad y la fascinación que cualquier persona como yo (haya nacido en el lugar en que haya nacido) pudiere llegar a sentir por la joven historia, aunque ciertamente intensa, de esta urbe de Nueva York. En mi caso, concretamente, me llamaba poderosamente la atención cómo un pequeño pedazo de tierra rodeado de agua por todos lados, que no completa siquiera los 800 kilómetros cuadrados, (si nos ceñimos solamente a este borough de Manhattan) ha podido llegar a convertirse en el centro neurálgico mundial en todo lo que atañe a la economía, y cómo, de alguna manera, todo lo que está sucediendo ahora mismo en Nueva York se anticipa, más o menos en una década, a lo que habrá de vivir después, transcurrido ese lapso de tiempo, el resto de sitios del mundo.
“Dicen que cuando en Nueva York son las tres de la tarde, en Europa son las nueve de diez años antes.”
Precisamente de esta manera, comenzaba Enric González sus Historias de Nueva York.
Por otro lado, otro de los asuntos que me resultaba muy atractivo, gravitaba sobre el fenómeno de la migración. Además de estar de plena actualidad, y de permitirme reflejar las condiciones en que estas familias llegaban a Estados Unidos, y los obstáculos con que se encontraban, también me otorgaba la posibilidad de enmarcar la historia de una familia polaca (ficticia, pero que bien podría haber sido la de cualquiera otra familia migrante que por ese período de tiempo se allegaba hasta estas tierras) en la propia de Nueva York.
P.- ¿Cómo es la historia que desarrolla en la novela?
R.- Como ya avanzábamos en la cuestión anterior, ésta es la historia de una saga polaca: la de los Rosenstock. A principios del siglo XX, este matrimonio con su hijo de corta edad accede a Manhattan por aquel gigantesco cedazo que suponía la isla de Ellis. Tras los trámites, engorrosos y más o menos pertinentes, este trío familiar se asienta en uno de esos tenements miserables que abarrotaban el Lower East Side y, a partir de ahí, los avatares que hubiera podido sufrir cualquiera otra familia, en análogas condiciones, para comenzar a buscarse la vida en un sitio desconocido.
Por otro lado, y ya en época actual, la novela va narrando cómo un heredero de esta familia encuentra, de manera azarosa, un manuscrito de su bisabuelo.
La trama se desarrolla en capítulos que van alternando la historia de la familia en estos dos planos temporales, desvelándonos algunos secretos inconfesables de la familia que el silencio y el pasado conservaban lapidados, y un sinfín de aspectos y curiosidades de la historia de la ciudad.
P.- ¿Nos conocemos suficientemente a nosotros mismos? ¿Sabemos de nuestro pasado?
R.- A tenor de lo sucedido en esta novela, la respuesta, rotundamente, es NO. En lo que respecta a la inmensa mayoría de personas, el asunto no es que uno conozca de manera borrosa el pasado de su familia, el asunto es que lo desconoce del todo. En la mayoría de los casos, ignoramos hasta el nombre de nuestros bisabuelos, por no rebuscar más allá en ese árbol de la genealogía.
El destino, como bien conocen todos aquellos que hayan tenido oportunidad de leer esta novela, u otras con una temática similar, no deja de ser un bribón que juega con nuestras vidas, que gusta embrollar a su antojo los caminos de la gente.
Quizás, si conociésemos algo más de nuestras propias familias, comprenderíamos que sus vidas bastarían para más de una novela, y que bien podrían depararnos un buen montón de sorpresas, del mismo modo que le sucede al heredero de esta familia en esta misma novela.
P.- ¿Cómo se ha documentado?
R.-Bueno, la verdad es que, para la creación de esta obra, la documentación ha tenido que ser abundante, rigurosa y exhaustiva porque, aunque comenzaba siendo la historia de una familia que emigraba a Nueva York y, quizás en ese momento, la intención no era mayor, la propia dimensión del proyecto, abarcando más de un siglo en la historia de esta ciudad, pronto comenzó a requerirla. La tarea de documentación para la novela, por un lado, traía la buena noticia de que información sobre esta ciudad existe para dedicarle más de una vida, pero, por otro lado, ya bastante más complicado, se presentaba el asunto de la extracción, de la síntesis, lo del trigo de la paja, y todo eso…
Algunas de las obras leídas, o consultadas, en mayor o menor medida han sido, entre otras: -Historia, ensayo,etc.: Essential New York (John Tauranac); The historical atlas of New York City (Eric Homberger); Nueva York Capital del Siglo XX (Kenneth Frampton); Here is New York (E.B. White): How the other half lives (Jacob A. Riis); Nueva York (libro de fotografías de Richard Berenholtz); Ratas (Robert Sullivan); Bajos fondos (Luc Sante); Nueva York (Ramón Carnicer); diversas guías turísticas de la ciudad de Nueva York, planos, mapas, etc. -Novela y otras obras literarias acerca de Nueva York: Martin Dressler (Steven Milhauser); El alienista (Caleb Carr); Un árbol crece en Brooklyn (Betty Smith); Lucas Guevara (Alipio Diaz Guerra); Pruebas de Nueva York (José Moreno Villa); artículos de Julio Camba; Ventanas de Manhattan (Antonio Muñoz Molina); Historias de Nueva York (Enric González); Ellis Island (Georges Perec); Nueva York (Paul Monard); Las cenizas de Ángela (Frank Maccourt); Nueva York (Eduardo Mendoza); Historias de Nueva York (O´Henry); La ciutat vertical (Bea Cabezas); Ragtime (E. L. Doctorow); Manhattan Transfer (John Dos Passos); Cuaderno de Nueva York (José Hierro); New York, New York (Javier Reverte); Mitología de Nueva York (Vanessa Montfort); Poeta en Nueva York (Federico García Lorca); Vita (Melania G. Mazzucco) ...
P.- ¿Cómo era la vida en el Manhattan de principios del siglo XX?
R.- Manhattan, a principios de este siglo, era una ciudad en construcción. Acometía un desarrollo físico, económico y social, y esto para la gente que acudía allí, huyendo de guerras, hambrunas, etc. la convertía en una especie de tierra de promisión. Nada más pisar su suelo, la cruda realidad, no tardaba en enseñarles que los perros paseaban por las calles con los mismos collares con los que lo hacían en su tierra y que, al contrario de lo referido en todas esas historias que habían escuchado poco antes de embarcar, estos collares aludidos no eran de longaniza. Efectivamente había oportunidades y, en ese momento, había trabajo, pero el destino más común para esta gente, con poca o ninguna formación en su mayoría, era el de realizar los trabajos que los nativos de aquí rehuían, con horarios extenuantes y escasamente remunerados.
Por otro lado, la expansión de aquella época comenzaba a abrir las puertas a toda esa arquitectura vertical tan característica hoy en día de Manhattan, y a inventos, más o menos ligados a este desarrollo, como el teléfono, la luz eléctrica, el ascensor, el fonógrafo, el cine, el automóvil, etc. La mayoría de todos estos inventos, que hoy damos por sentado, o bien se iniciaron aquí, o en este mismo punto se desarrollaron a gran escala.
Como nota curiosa, comentar que todos esos emigrantes que accedían a la inmensa Aduana de la isla de Ellis contemplaban por primera vez en sus vidas el milagro de la luz eléctrica.
P.- Venda su novela ¿por qué hay que leer Las cenizas de Manhattan?
R.- Pienso que los lectores deberían de acudir a esta novela porque, como hemos comentado a lo largo de esta entrevista, se van a encontrar con una historia sorprendente que, en este caso, es la de esta familia polaca, pero que podría haber sido perfectamente la de cualquiera otra familia, incluida la del lector.
Asimismo, creo que es una historia necesaria para comprender el fenómeno de la inmigración, - sin caer en un ensayo exhaustivo, que no es mi intención ni mi formación – para obtener una perspectiva de este fenómeno histórico y humanitario que, de alguna manera, nos permita formar nuestra propia opinión al respecto.
Por último, creo que todos esos lectores que ya sienten, previamente, esa fascinación por la historia de Nueva York, en ese concreto momento temporal de estas oleadas de inmigración que la convierten en un crisol de todas las razas; en el nacimiento de todos esos inventos que anticipaban el futuro; y en esa arquitectura delirante y vertiginosa, deben de acudir a esta novela por el mismo motivo que yo: por el mero y simple motivo de satisfacer esa curiosidad y esa fascinación que, de una cierta manera, ya llevamos adherida.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- De momento, mis planes, en lo que a literatura se refiere, se limitan a la promoción de Las cenizas de Manhattan, a matar el gusanillo de la escritura elaborando mis propias poesías, a la lectura de otros autores, y a esperar esa chispa que surja para embarcarme en la que sería mi tercera novela.