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ISSN 1989-4163

NUMERO 98 - DICIEMBRE 2018

Las Mujeres de la KKK

Carmelo Arribas

No hay error gramatical en el título, y aunque miles de mujeres estaban debajo de las capuchas blancas e incluso algunas como Elizabeth Tyler fundaron asociaciones de mujeres racistas , Women of the Klu Klux Klan (WKKK) (Mujeres del Ku Klux Klan) a la que se apuntaron más de medio millón, este aspecto ha quedado olvidado, dando la impresión que eso del KKK era una cosa exclusiva de hombres. Circunstancia esta que nos muestra, una vez más, de que a la mujer aún siendo una parte importante en todos los acontecimientos sociales, e incluso a veces protagonista, de muchos de ellos, se ha la ignorado siempre.

Pero no es a este KKK al que nos referimos sino al Kinder, Kuche, Kirche (niños, cocina e iglesia). Las siglas del programa base que debería regir la vida de toda mujer, y toda actividad fuera de este plan, no debería serle permitido.

Por lo tanto no era socialmente admitido, ni la vida laboral, ni todo aquello que se saliera de; ocuparse de los niños, de los asunto domésticos, entre ellos la cocina y de dedicar su tiempo libre a labores referentes tanto a los aspectos domésticos, como coser o tejer como a asuntos referidos a temas de la iglesia, rezar o realizar labores de caridad.

 Por eso, pese a que muchas de ellas tenían una gran capacidad intelectual o emprendedora, sólo se encontraron con dificultades para poder desarrollarlas. Una de ellas cuya memoria se recordaba en algunos medios, hace poco, fue Elisa Leonida Zamfirescu una ingeniera rumana, la primera. Tras acabar el instituto, intentó matricularse en la Escuela Nacional de Caminos y Puentes de la Universidad Politécnica de Bucarest, pero no se le permitió, por ser mujer. Lo intentó en la de Berlín, y una vez más se le insistió en el papel, que a principios del XX, se le había asignado a la mujer KKK (Kinder, Kuche, Kirche) Pero ante su insistencia y sus conocimientos en matemáticas física y química, la admitieron, entre otras cosas porque ya estaba matriculado en ella su hermano, el cual no tuvo problema alguno para hacerlo. Todavía algún profesor le recriminó que : «La cocina era el lugar de las mujeres, no la Politécnica».

Finalmente el decano que tanto había hecho para evitar que ingresara, acabó, al graduarse con honores, reconociendo que había sido la mejor. "La más diligente entre los diligentes".

 Sin embargo esta situación de relegar a la mujer en el mundo intelectual, había intentado ser superada en España, siglos antes, por un personaje, Isabel la Católica convirtiendo en algo deseable, la cultura femenina, y haciendo una propaganda no tan subliminal, a través de las obras de arte, y considerándose algo enriquecedor y distinguido el apelativo de "docta puella", mujer culta, algo que apenas unos siglos más tarde diversos escritores constatarán, que ya no era apreciada tal cosa en la sociedad del momento y que los hombres no deseaban para el matrimonio una mujer "latina", o sea culta.

Isabel la Católica supo buscarse en esta labor a una ayudante excelente, la salmantina Beatriz Galindo llamada "La latina".  

Esta mujer debido a la gran inteligencia que mostraba, sus padres, pensaron ingresarla en un convento, lugar en el que podría seguir tomando clases en una Academia de la Universidad de Salamanca. A los quince años ya leía y traducía latín y griego, y además era capaz de hablarlo con facilidad, por lo que le apodaron "La latina". Nombre que cogería en su honor un barrio madrileño.

Su fama de mujer culta hizo que Isabel la Católica la llamara a la Corte como preceptora de sus hijos, e incluso propio. En la Casa de la Reina, hizo un espacio de encuentro de mujeres eruditas. Aunque sus nombres han quedado diluidos en la historia, fueron varias mujeres las que mostraron en esta época su gran cultura desde la misma Isabel y sus hijas las reinas Juana, de Castilla, Catalina, de Inglaterra, Isabel y María, de Portugal,  a Luisa de Medrano, nacida en Atienza, la primera profesora de una universidad hispánica; o una desconocida, Francisca de Nebrija, pese a que juntamente con su padre Antonio Nebrija hizo la "Gramática Castellana" o Juana Contreras  discípula de Lucio Anneo Siculo, el humanista e historiador de la Universidad de Salamanca; al que sustituyó, Ángela de Carlet, Isabel de Vergara, o Luisa Sigea.

Pero para divulgar estas ideas, precisaba divulgadores.

La reina los encontró en los artistas. Si ella era la que encargaba los cuadros, podría imponer su modo de pensar.

El mejor modelo era la Virgen, ella era el referente que todas debían imitar, por lo que debería tener en las representaciones,  un libro entre sus manos, e incluso para mostrar que ella debe ser la divulgadora en la familia de la cultura, debía aparecer, incluso, enseñando al niño Jesús.

Uno de los cuadros más significativos de esta idea es la Virgen de la Mosca, por la mosca que aparece sobre el manto de la Virgen y que da mayor misterio a este cuadro, ya que se supone que este insecto fue colocado posteriormente y no por le autor.

Pero lo interesante del cuadro es el ambiente intelectual del mismo. La Virgen está rodeada de personajes, desde la figura en primer término que algunos identifican como la reina Isabel, en una pausa en la lectura, pasando por el que creen es fray Diego de Leza, con un libro en las manos en un gesto que parece indicar que está haciendo alguna observación. Pero desde esculturas a pinturas, es habitual encontrarse a vírgenes leyendo, aprendiendo a leer de su madre Santa Ana, o siendo ella misma la que está enseñando al niño Jesús.

Pero toda esta filosofía, pese a las apariencias, y que la cultura ha salido ya de los conventos " hay ya mujeres “latinas” laicas, que se recrean en la lectura de los clásicos. Erasmo de Rotterdam es un promotor indiscutible de los diálogos en que conversan mujeres". irá poco a poco diluyéndose, socialmente, pese a que todavía hay mujeres que destacan en el mundo de la cultura.

Una vez más los pintores son los notarios de este sutil cambio, cuadros como el de Zurbarán, con una virgen niña dormida leyendo un libro, nos muestran el cansancio que produce la cultura en las mujeres y el aburrimiento de leer, cuando su labor propia, como muestra Murillo en el cuadro de la Sagrada Familia del pajarito, es ocuparse de la casa y l niño. En él, la Virgen ya no lee, teje y tiene a su lado una cesta con los útiles de coser. Ha vuelto en un siglo la imagen de Virgen culta, interesada por los libros, de nuevo a "sus labores" y cumpliendo las tres KKK, niño, cocina (labores de casa) e iglesia, que la sociedad durante siglos siempre le ha marcado como la apropiada a su sexo.

 

 


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