“A veces he creído hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno”. Lewis Carroll.
El desayuno es el anticipo del futuro, por lo tanto desayunaré porque todo anticipo necesita su cumplimiento. Bueno, ya estoy desayunado. Empiezo el principio del día. ¿Una historia del pasado? No ¿Una profecía de hechos consumados? No. La busca de lo inesperado para preverlo y proveerlo. Mi nombre es Jonas Faraway del condado de Lancashire y quiero dejar de ser vidente. Me esfuerzo, juro, me esfuerzo pero sucumbo. Sucumbir no deja de ser una parte del aprendizaje, pero de vez en cuando uno se engaña a sí mismo y peca: será solo un momento, después contarás el pasado con lo que te abarquen los dedos de la mano. Cuando se te acaben empezarás con los de los pies. Una canita al aire, un lapsus sin importancia, yo controlo, como se dice cuando uno no reconoce las adicciones. Empezaré por el presente este relato, luego…recaeré.
Amo encarecidamente lo que todavía no he visto ni comprobado. Me hace sentir incompleto. Y por añadidura y en consecuencia, efímero, fugaz y fulgurante. A ella la conoceré en el club de baile de bossa nova extrem, llamado Fe tú mismo en Blackpool antes condado de Lancashire. Ella llevará un jersey de angorina gris ceniza con cuello sin volver bajo de una chaqueta a cuadros Príncipe de Gales fruncida en la cintura y yo por supuesto mi jersey de nylon puro, también con cuello sin volver gris ceniza bajo de una chaqueta Norfolk de cuadros Madrás, la clásica que sobrevivirá al tiempo.
Esta será la conversación afable que mantendré con el portero del club, ataviado con un jersey de cuello cisne gris ceniza bajo de una imponente chaqueta de cuadros ventana windowpane:
-Bossa nova.
-Bossa nova.
-Si usted quiere entrar aquí le emplazo para que me confiese las palabras para la chica. Si no, lo mandaré respetuosamente al acantilado se precipita y que linda con el club de merengue soft de Brighton bautizado por el As de Oros de Quadrophenia como Abísmame al borde.
-Honey, babe, sugar, dolly, darling, love, heart.
-Bienvenido, buen baile. Precisamente va a haber un homenaje a La chica de Ipanema con versiones de Joao Gilberto, Chico Buarque, Roberto Carlos, Caetano Veloso, Jarabe de Palo, Vinicio Moraes, Julio Iglesias, The Cure, Los indios Tabajaras e Isabelle Antena, entre otros. Disfrute y bossanova.
-Gracias y bossanova, igualmente.
En ese instante, el portero se hará el despistado y entrará a la vez que yo, un joven con un bulto sospechoso. Y sospecharé de él porque llevará una americana a rombos y sin jersey gris ceniza. Veremos y observaremos.
La sala será preciosa, cómoda y confortable. Habrá en las paredes con espejos cóncavos y convexos, impresiones de fotogramas ampliados de la película Danzad danzad, malditos. Se celebrará un concurso de baile, supondré. Todos en el club llevarán jersey color ceniza, faltaría más, por supuesto constataré.
Aparte, esta acción se convertirá obviamente en la primera cosa que haré: la barra. Reproduciré la amable conversación que sostendré con el barman cuya elegancia será enriquecida por un jersey gris ceniza amparado por un blazer de cuadros escoceses color ámbar y añil:
- Bossa nova ¿Lo de siempre?
- Bossa nova. No. Lo de nunca para después.
-Lagavulin ahumado de 16 años pues.
El primer sorbo será el testigo no protegido de cómo observaré de manera fehaciente y justificada la cabina del DJ con los últimos pero próximos adelantos tecnológicos de reproducción auditiva, un hombre francés de unos 43 años, a tenor de su chaqueta tweed de cuadros vichy. Un gran conocedor de las vicisitudes de los cambios de los pasos de baile de la bossa nova. Esta se declarará como mi conversación única y oficial con él:
-Bossa nova. ¿Pondrá usted la versión, mi preferida, de La chica de Ipanema de Frank Sinatra?
-Bossa nova. Dentro de este futuro, sí.
Empezará el concurso de baile, regido de manera tendenciosa y fraudulenta por un sujeto juez embozado en una levita a cuadros leñador encima de su reglamentario jersey gris ceniza, mientras el personaje un tanto siniestro y de conducta interrogante por dubitativa y por llevar rombos, merodeará cerca de la cabina del DJ francés y seguirá teniendo un bulto sospechoso y yo la encontraré a ella por fin, con su chaqueta de príncipe de Gales y le preguntaré por su nombre, escucharé su historia y le pediré bailar. Ella estará en la guardarropía, sola. Su voz:
-Bossa nova honey, babe, sugar, dolly, darling, love, heart.
-Bossa nova. Irrumpí para reconocer la vida en una pedanía suburbial de Manaos en el corazón herido del Amazonas. Una cuando es predispuesta, quiere explorar río abajo para innovar. Conocer mundo, la desembocadura, el mar y la incertidumbre. Decidí fugarme fugaz cuando en el cine parroquial de la favela proyectaron El hombre que sabía demasiado. La canción de esa película cantando Doris Day era la señal. “Qué será, será? whatever will be, will be, qué será, será?”. Acabé en la playa de Ipanema deambulando y todos me decían qué cosa más linda, cuando enajenada me veían pasar y sonreía, pero sí, de alguna manera estaba triste. No sé leer. Nadie me preguntaba por mi nombre, solo me veían pasar y pasar y pasar, como quien ve cientos de veces El hombre tranquilo. De alguna manera quería huir de mi pasado sin renunciar volver a él. Ahora estoy aquí, recibiendo un homenaje anónimo que no póstumo y nadie me reconoce como irrumpí en la vida, como le dije al principio de la conversación. El nombre que le susurro al oído es mi nombre y no quiero que lo confiese a nadie en el futuro. Me gustaría ser su futuro.
-Bailaremos y ganaremos.
El juez del baile proclamará nuestra victoria y con el mal perder, los finalistas provocarán una multitudinaria pelea con su tumulto y su confusión, momento que será aprovechado por el merodeador de los rombos para que ese bulto sospechoso deje de serlo y se metamorfesee en forma de una suerte de crisálida músical. Sí. Pulsará el play de un radiocasette Hitachi y sonará el Ashes To Ashes de David Bowie que funde el pasado, el presente y el futuro para convertirlo en eterno y por eso será necesario que se desate el fuego cautivo y esclavo del tiempo para eso, para fundirlo todo y para que después haga frío, el frío.
La leyenda dirá que tú llevabas una chaqueta de cuadros Príncipe de Galés y yo una de pata de gallo y que nuestro común jersey de angorina gris ceniza con cuellos ya vueltos iban bordados en rojo intenso con las siglas S.O.S.
-Hola, soy Jonás Faraway y reconozco que soy adicto al futuro, ¿qué haré?
-Hola, soy la chica de Ipanema y ¿estuvimos juntos bailando?