El haber tenido un profesor que nos enseñó a aprender el vocabulario griego a partir del español y de las etimologías de las palabras, dándole un sentido amplio al lenguaje que utilizamos habitualmente, ha sido algo que no acabaré de agradecer nunca. Aún conservo mi viejo diccionario de griego, de Pabón-Echauri, en donde encuentro que la palabra “histera”, significa: matriz. De ahí que la palabra “histeria” tenga su raíz y origen precisamente en este órgano femenino.
¿Por qué? Es en el siglo XIX, cuando se diagnostica a las mujeres, esta enfermedad, de la que se decía que padecían tres cuartas partes de la población femenina. Pero, ¿qué era la histeria? Y ¿por qué desapareció? Porque según iba avanzando el siglo XX, cada vez se diagnosticaban menos, hasta no padecerla ninguna. Según la definición habitual, era una enfermedad nerviosa que se caracterizaba por frecuentes cambios psíquicos y alteraciones emocionales, que podían ir acompañadas de convulsiones, parálisis y sofocaciones. Freud descubrió que tras este problema existía un trasfondo psíquico, posiblemente represivo, y tras esta reflexión sobre la histeria surgió su famoso psicoanálisis.
¿Pero a qué era debida esta enfermedad? La causa y origen tiene nombre de mujer, el de la reina Victoria de Inglaterra, que gobernó durante sesenta y cuatro años desde 1837 hasta 1901. Ella impuso un clima social que se dio en llamar puritanismo, y que no era, sino represión sexual. Este tuvo una gran repercusión, sobre todo, entre las clases altas, para las que cualquier desviación del comportamiento considerado como debido, era objeto de un gran escándalo y murmuraciones. Y hasta se llegó a una situación tan ridícula, como el que la reina mandara cubrir hasta abajo las mesas, con manteles, para que no se les vieran las patas desnudas, lo cual podía ser provocativo. Algo que se imitó, en todos los lugares, como una costumbre social. Es evidente que debido a este ambiente, que lo impregnaba todo, las reuniones sociales, tan habituales entre la sociedad inglesa, se convertían en eventos en los que se comentaban todos los posibles deslices sexuales de personas conocidas, y cuyos protagonistas, de estos escándalos, eran relegados de la estirada alta sociedad británica, siempre que fueran mujeres, claro, aunque los hombres tampoco salían bien parados por causa de las habladurías. Este puritanismo les imponía que las relaciones dentro del matrimonio debían de estar encaminadas sólo a tener hijos y en modo alguno a disfrutar de ellas, y obtener satisfacción sexual. Los efectos aparecieron prontamente. Por una parte, se produjo un aumento considerable de la prostitución. En Londres había no menos de cien mil prostitutas, con las que los hombres podían hacer realidad sus fantasías fuera del matrimonio, eso sin considerar que en la mayoría de los casos, a pesar del puritanismo dominante, se esperaba que las sirvientas o trabajadoras concedieran servicios sexuales a sus patrones. Pero por otra parte las mujeres también sufrían una insatisfacción sexual, y esta les producía unos problemas que se diagnosticaron finalmente como: Histeria.
Sin embargo la misma reina no parecía muy proclive a cumplir lo que ella misma preconizaba. Muerto su marido, la relación con un fornido escocés llamado John Brown, que se ocupaba de los caballos, hizo que la reina no sólo montase a los caballos, sino a alguien más. Incluso se llegó a rumorear que se habían casado en secreto.
Los hombres habían conseguido quitarse los traumas con las prostitutas. Pero ¿y las mujeres? ¿Cómo solucionarían sus problemas? Si la histeria era una enfermedad producida por una insatisfacción sexual, la solución debía de ser “el paroxismo histérico” como se denominaba al orgasmo femenino. Y si era una enfermedad, debía de ser tratada por los médicos. Nunca mejor traído aquello de que, se dejaba en sus manos. Las mujeres iban al doctor para recibir un "masaje pélvico", tratamiento que les curaría de esa histeria que las convertía en mujeres "locas”.
En los anuncios impresos por diversos doctores de la época se puede leer: “Su tratamiento en casa, que cura a la paciente en la privacidad de su propia casa, sin el conocimiento de nadie, creando una profunda sensación, cura la desesperanza (depresión) y otras enfermedades incurables.”
También se pusieron de moda las duchas con un potente chorro de agua con una manguera dirigida a la pelvis, como podemos ver en algunos cuadros, y que no han debido de desaparecer en la actualidad, porque esta escena la ha fotografiado Helmut Newton, que él llama “Tratamiento de belleza” y cuya foto fue subastada en Christie´s, con una salida de 15.000 dólares. Incluso se inventaron dispositivos mecánicos, que ahora llamaríamos consoladores, tal como aparece en un cuadro de Louis Charon en 1810.
Era evidente que el método masturbatorio tuvo un gran éxito en la curación de la histeria, y los médicos no daban abasto. Pero esto que podía ser satisfactorio, en algunos de los casos, para el masturbador, era muy cansado, ya que a veces se tardaba una hora hasta conseguir ese “paroxismo histérico” que la curaría. Esto llevó a que alguien inventara un aparato vibrador que hiciera menos pesado su trabajo. La estimulación era más rápida y menos cansada. Los periódicos empezaron a publicitar estos vibradores, con anuncios que dicen: La vibración es vida. La adquisición de estos por las mujeres hizo que las visitas al doctor, o de este a los domicilios particulares, se redujeran o se dejaran de producir. El resultado de todo esto, y la nueva mentalidad social, acabó haciendo desaparecer una de las enfermedades que tantas mujeres en el siglo XIX habían sufrido, y a la que se le aplicó, para su curación, uno de los remedios más satisfactorios de la historia de la medicina.