Bolas de Papel de Plata
Luis Arturo Hernández
Autora: Ángela Mallén. Ediciones Menhir. 2014. 136 páginas. 12'80 €
Dejé las Bolas de papel de plata “para luego”. Para ver qué tenían dentro, a ver si eran como aquellas bolas de nieve de cuando éramos chicos que escondían una piedra dentro.
Y vi un chaparrón de miradas críticas —sobre la crisis—, miríadas de vistazos sobre “los olvidados” —¿y tú qué miras?—, de ojeadas, de reojos como aerolitos de papel de empelar, papiroflexias arrugadas hechas de columnas de opinión narrada —¿articuentos les dice Millás?—, ensayos de navajita plateá , esos proyectiles de aluminio doméstico.
Luego, espantadas por el realismo, unas pajaritas de papel que alzaban el vuelo de la imaginación, siguiendo al ave Fénix, entre psicodelias cromáticas y relatos fantásticos rayanos en el poema en prosa, como bolas de papel del Río de la Plata —Macedonio, Felisberto y otros enciclopédicos “seres imaginarios”—, boleadoras de papel de estaño, envoltorios del chocolate del loro entre la ciencia ficción y la ironía religiosa sobre un trasmundo de andar por casa, amable, bienhumorada, se diría casi de Jiménez Lozano.
Y nuevos meteoritos, epistolares, engurruñados borradores de cartas, miradas “fuera de contexto” o “descontextualizadas” —como dicen Piglia y Pauls sobre J. L. Borges—, y metaliterarios, de papel de estaño envuelto en papel Albal —de doble capa, vamos—, como en “Glándulas y esfínteres de escritor”, o “ excretor ” — escrotor, ¿el varón?— o en tácitos homenajes como los “crímenes ejemplares” de “Dos pecados capitales y…”.
Y, ¿de postre?, the last but non least , los bólidos metalizados del Gran Vehículo, que toman tierra envolviendo, como pedradas, microrrelatos de realismo sucio, en una cajita de bombones rellenos de licor, de media docena de historias a partir de la metonimia del coche en que transcurren, se cruzan, en dramática degustación, al pasar Dos Hermanas.