Anillo de Moebius
Francisco Marín
Autor: Rubén Castillo Gallego. Editorial Sloper (2014). 192 páginas. 15,00 €.
De corazón felicito a editorial Sloper por la magnífica presentación, maquetación y tamaño de letra... la justa para aquellos que leemos continuamente y la edad hace mella en la vista. Felicito, así mismo, al autor de la portada, Salvador Matínez Pérez. ¡Felicidades!
Pequeño manual para los no versados en el “Anillo de Moebius”, y así poder entender algunas cuestiones... no entendibles, racionalmente, en esta novela:
Codescubierto por los matemáticos alemanes August Ferdinand Moebius y Joham Benedict Listing en 1858... “Cinta de papel cuyos extremos se han unido girándolos...”.
Algunas características:
Solo tiene una cara.
Tiene un solo borde.
Si una persona se desliza tumbándose sobre una banda de Moebius, mirando hacia la derecha, al dar una vuelta completa queda mirando hacia la izquierda.
Es una superficie no orientable. (*).
En el libro de cuentos Queremos tanto a Glenda del escritor Julio Cortázar, publicado en 1980, hay una composición titulada Anillo de Moebius (historia muy distinta de la planteada por Rubén).
El psicoanálisis problemiza oposiciones binarias: interno/externo, amor/odio, significante/significado, verdad/apariencia. Según muchos estudiosos del anillo los términos opuestos no son vistos como discretos (separados) sino como continuos.
Todo lo que he referido en el párrafo inmediato anterior aparece en esta delicada y deliciosa novela. Existen las cuatro dualidades señaladas y perfectamente maridadas por Rubén Castillo. Ha desarrollado un perfecto encaje de bolillos, entrelazado y llevado... no por él, sino por el personaje, Enrique/Julio, hasta lo increíble, hasta la cuasi locura (entendiendo por locura la dualidad de lo no admitido por la mayoría).
Yo soy yo y mis circunstancias. O eso dicen. Pero hay ocasiones en que nuestra vida es golpeada por acontecimientos que nos dejan aturdidos y parecen ponerla al revés... Enrique Beltrán tendrá ocasión de comprobarlo... Él es un hombre de treinta y seis años, empleado bancario, soltero y seguidor del Real Madrid... Vive con grisura su felicidad pequeña. Pero un día, en el autobús, una chica de curvas explosivas comienza a llamarlo Julio y dice ser su novia, a la vez que le suplica que la perdone por su forma de comportarse en los días pasados. Lo que parecía una confusión inocente se va complicando cuando sus amigos le llaman también con ese nombre... De pronto todo parece ser que no es lo que tendría que ser.
¿Qué está ocurriendo?.. Cuando lo vaya descubriendo, él será el primer sorprendido.
Diecisiete capítulos y un epílogo redondean esta verdad/apariencia . Diecisiete capítulos que pasan ante nosotros sin pausa. Prosa perfecta, clara... diálogos muy cuidados. Los cuatro primeros capítulos transcurren entre las 15:25 horas y las 18:15 horas de un lunes, 18 de marzo. Los nueve siguientes abarcan desde las 02:00 horas a las 19:40 horas del martes, 19 de marzo. Los cuatro últimos comienzan en las 07:15 horas hasta las 17:15 horas del miércoles, 20 de marzo. El epílogo se desarrolla el jueves, 21 de marzo, a las 10:07 horas.
Cuatro días cuatro que nos arrancan sonrisas, hora a hora, angustias, incredulidades, dudas, cuasi locuras, interrogaciones, miedos... y una increíble explosión final que... nos deja boquiabiertos.
Mis respetos para el maestro Rubén.
(*) Para los más curiosos: El anillo de Moebius es una banda de ancho unitario, cuya circunferencia central de radio unidad reposa en el plano X-Y con centro en (0,0,0).
Su ecuación matemática (salvo error u omisión) es:
X(u,v) = [1 + (v/2)*cos(u/2)]*cos(u)
Y(u,v) = [1 + (v/2)*cos(u/2)]*sen(u)
Z(u,v) = (v/2)*sen(u/2)
0 = u = 2* p ; -0,5 = v = +0,5
El parámetro “u” recorre la banda longitudinalmente, mientras “v” se desplaza de un punto a otro del borde, cruzando transversalmente la circunferencia central.
El maestro Rubén Castillo (Blanca, Murcia - 1966) se confiesa: « Soy profesor de literatura y crítico literario. He publicado hasta ahora trece libros: novelas, cuentos, ensayos, artículos... Ninguno de poesía. Los dos últimos son la novela Galatea de las esferas y la colección de cuentos eróticos El Verbo se hizo carne . Lo que pienso sobre los libros lo anoto en mi blog www.rubencastillo.blogspot.com . Soy incapaz de emocionarme con el fútbol y la política. Tengo cuatro hijos maravillosos, adoro el salmón ahumado, la cerveza congelada y la amistad inquebrantable de tres o cuatro personas. Sonrío poco. Leo mucho. Me molesta bastante la luz del sol. Nunca tengo frío. Soy bebedor compulsivo de café. Hay una montaña cerca de mi pueblo de nacimiento (Blanca, Murcia) a la que quiero subir todos los veranos, pero aún no he cumplido mi propósito. Atesoro en casa algo más de nueve mil (9.000) libros. Jamás he logrado leer el Ulises . Nunca he tenido un pantalón vaquero » .
Relajado queda, Rubén, después de esta confesión... y aprovechamos, a lo que accede gustosamente, para charlar un rato más con él... ¡Muchas gracias!
P.- ¿Cuando y cómo entra en contacto con el "fenómeno" denominado ANILLO DE MOEBIUS?
R.- Fue hace ya muchísimo tiempo. Estaba asistiendo como alumno a una clase de Dibujo Técnico (en el antiguo COU) y el profesor, viendo que no prestábamos demasiada atención, nos explicó para distraernos y capturar nuestra atención lo que era una cinta de Moebius. Me resultó fascinante desde el principio y ya no pude olvidarla.
P.- ¿Qué le atrajo del mismo?
R.- Su condición de ruptura con la normalidad. Todos estamos habituados a que las cosas tengan dos facetas: haz y envés. Y de pronto, cuando miras una cinta de Moebius o la sigues con el dedo, te das cuenta de que tiene una sola cara. Es un fenómeno magnético, absurdo, casi mágico. Borges hablaba de un libro cuyas hojas se desdoblaban infinitamente en otras hojas, y que la hoja central del volumen sólo tenía una cara. Bueno, pues esa aparente incongruencia la vuelve real la cinta de Moebius.
P.- He encontrado una historia muy culta, aderezada con gran cantidad de referencias a otros autores ¿qué tiempo tardó en escribirla?
R.- Pues no sabría decirle con exactitud. ¿Sabe? Me ha venido a la cabeza una frase que usaba mucho mi madre. Decía que cuando alguien mirase algo que hubieras hecho no preguntaría cuánto tiempo habías empleado en terminar, sino quién lo había hecho. Siempre he procurado seguir esa consigna. Para que una página quede a mi gusto le doy las vueltas que sean necesarias. Si eso implica invertir un año en cada libro, pues un año. Y si sale a mi gusto en tres meses, pues sin problemas. Cada novela exige su ritmo. Anillo de Moebius me resultó muy fácil de escribir, la verdad.
P.- ¿Tenía la obra planificada hasta el final, o éste surge de forma inesperada? ¿El personaje deambula por su cuenta?
R.- Buena pregunta... Siempre planifico al milímetro qué va a pasar con la acción y con los personajes de cada una de mis obras. De hecho, antes de ponerme a redactar elaboro una especie de resumen bastante largo (entre diez y veinte folios) con el argumento desgranado casi maniáticamente. Pero en esta novela reconozco que el final salió por donde le dio la gana. Yo no tenía previsto que ocurriese lo que ocurre. Fue una sorpresa incluso para mí. Estaba redactando un capítulo y de pronto, como un fogonazo, me di cuenta de que tenía que ser así. Y así ha quedado.
P.- Pienso que hay que estar muy cuerdo para no perderse en su redacción ¿es este su caso, me refiero a lo de "cuerdo"?
R.- Soy cuerdo, y calculador, y detallista. Mis novelas son más producto de la ingeniería que efluvio de las musas. No obstante, reconozco que cuando me he enfrentado a personajes que atraviesan por trances complejos (en Galatea de las esferas o en Anillo de Moebius ) conviene dejar que una cierta dosis de locura o de desvarío se infiltre entre las páginas.
P.- ¿Ha querido rendir un homenaje a su querido y admirado Julio Cortázar?
R.- Después de treinta y cinco años como lector, y de muchos centenares de libros devorados, he configurado un Olimpo donde hay media docena de autores que me resultan imprescindibles. He hablado de Borges. Podría hablar de Muñoz Molina, de Umbral o de Neruda. Julio Cortázar es uno de los dioses máximos de ese Olimpo particular. El homenaje que le rindo es releer todos los años algunos libros suyos. No dejar que se duerma en mi memoria.
P.- ¿Con qué le gustaría que se quedara el lector al leer la novela?
R.- Me gustaría que compartiese el sentido del humor y, sobre todo, que se diera cuenta de que nuestra identidad es un terreno menos estable de lo que estamos dispuestos a admitir o tolerar. Un simple golpe en la cabeza, el Alzheimer o una sustancia alucinógena pueden borrar o desvirtuar los rostros y vínculos que nos rodean. Sin esas circunstancias, ya no somos lo que creemos ser. José Ortega y Gasset definía al ser humano en función de sus circunstancias. Pues bien, dichas circunstancias son vulnerables. Ergo somos vulnerables de raíz. Pensarlo es un ejercicio de humildad, aunque produzca espeluzno o terror.
P.- Es una novela que se lee de un tirón, es adictiva desde el principio, pero al final queda uno un pelin descolocado ¿era esa su intención?
R.- Es que el protagonista mismo se queda descolocado. Pensaba ser A, luego todos le dicen que es B... y por fin descubre un camino intermedio. Está perplejo. No sabe qué pensar o sentir. Bracea como un náufrago que no ve la costa. Quería que los lectores participaran de esa zozobra, sí.
P.- ¿Qué capitulo le ha costado más su redacción? ¿Ha tenido momentos en blanco?
R.- Fue una novela que salió más bien fluida. No me procuró demasiados problemas compositivos. Ha habido instantes en blanco, claro está, pero no prolongados. Yo diría que ha sido mi novela más fácil de redactar.
P.- ¿Considera que la vida no es más que un fenómeno Moebius; pues venimos del no ser y nos dirigimos al no ser?
R.- La vida es un enigma porque no sabemos de dónde venimos ni sabemos hacia dónde vamos. No lo sabe nadie, absolutamente nadie. Y miente quien diga lo contrario. Podemos creer en una respuesta, derivada de la religión; y me parece respetable. Pero no es un conocimiento indiscutible. Prefiero ver en el anillo de Moebius la imagen de la infinitud, vista desde el lado esperanzador: nunca se acaba.