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ISSN 1989-4163

NUMERO 58 - DICIEMBRE 2014

Tráfico de Tolerancias

Ángela Mallén

Yo soy toda un caballero. De acuerdo, un caballero a lo Don Gil de las Calzas Verdes; pero me gusta respetar y ser respetada.

Existen dos maneras de alcanzar el respeto:

Porque se gane el respeto del otro.

Porque se aprenda a respetar al otro.

En todo caso, el respeto es deseable y contagioso. Fruto de un acto positivo y de un ejercicio didáctico.

El respeto es una actitud que se presenta hacia el otro, bien sea por haberla asumido como ejercicio conductual, o porque el otro te induzca con su comportamiento a ello.

El respeto puede ser también una pose políticamente correcta. En este caso también es aceptable.

Hay culturas respetuosas en sus relaciones sociales. Exhiben una prosopopeya del respeto. Pero ello no significa que estén obligadas a ser también más tolerantes.

Porque la tolerancia, como su nombre indica, depende del nivel o grado de tolerancia que pueda o deba soportar el organismo. La tolerancia está relacionada con el umbral. Como el dolor.

Hay actitudes, posturas o acciones que ciertos organismos, sean o no lábiles, no deberían tolerar. Son intolerables por dañinas.

Ciertas sociedades (o colectivos, o individuos) ahora predominantes no poseen una tradición respetuosa. Pueden considerarse más bien avasalladoras o conquistadoras (no seductoras ni envolventes). A esas personas les parece que el respeto no se merece sino que se conquista, y por eso no lo ofrecen tampoco hasta que el otro se lo gane por K.O. o se lo arrebate. Sin embargo, estos colectivos poco dados al respeto sí alcanzan, curiosamente, un alto umbral de tolerancia. Se toleran comportamientos, actitudes, posturas, y grados de violencia o fullería incompatibles con un correcto y/o armonioso desarrollo de las libertades individuales.

La tolerancia de ciertos actos intolerables se confunde (deliberada o indeliberadamente) con el “respeto” de cualquier idea o derecho y se presenta ante uno mismo o ante los demás como un rasgo positivo, del cual es lícito enorgullecerse y para el cual se exige una “tolerancia correlativa o equiparable” por parte del otro.

Se ha impuesto así una especie de tráfico de tolerancias respecto a acciones que merecen tolerancia cero. Porque el equívoco, el extravío, está en tolerar en vez de respetar y por ende en imponerse en vez de respetarse. Yo te impongo mis reglas, mis chapuzas, mis estafas, mis fullerías y tú me las toleras todas. Nos toleramos cada una de las aberraciones o desviaciones que cada uno ejerza a su capricho y de este modo vivimos tan ricamente en un mundo injusto y aberrante.

Yo te respeto tus derechos y tus ideas y tú me respetas los míos. Eso sí. Porque cada derecho es una conquista del ser humano libre y cada idea es un tesoro, un potencial, nunca un acto coercitivo o abrasivo. La idea es libre, respetable, discutible y enriquecedora. El modo en que se plasme la idea sólo puede ser negociable en base a un código ético. Yo me gano tu respeto si te persuade mi buen hacer. Aprender a respetarnos es comprender nuestro derecho a la diferencia, al crecimiento en la diferencia o en la confluencia. Ciertos actos deben ser intolerables, aunque la idea que le subyace haya sido respetada. No debemos tolerarnos cuando nos avasallamos, nos arrebatamos lo que es del otro, nos insultamos, nos tergiversamos, nos engañamos… Esos no son derechos, son ataques que sobrepasan el umbral de tolerancia de una sociedad sana.

Toda un caballero como yo debe decir lo que piensa.

 

 

 

Tráfico de tolerancias

 

 

 

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