El día 8 de octubre del presente año, 2013, aparecen en las librerías los primeros ejemplares de una nueva editorial. Editorial que en su decálogo de intenciones nos dice, entre otras ocho: « ...la calidad es cualidad indispensable y ...no quiere dejar indiferente a nadie... » . A fe mía que estos dos deseos se cumplen con creces en los primeros libros. El que reseñamos aquí, pienso que es el primero que aparece al público, es un libro muy elegante: Tapa dura, cubierta totalmente blanca donde aparecen título y autor, una faja de color azul amplia –media cubierta- y, algo que llama poderosamente la atención, los bordes de las hojas son de color azul. Lo dicho, la elegancia es total.
Deseamos larga vida a la editorial en estos tiempos “raros” para todo. Y que sea un buen paso.
Eduardo Lago nos vuelve a sorprender con una novela en la que la trama consiste en intentar rehacer una obra inacabada. En su primera novela Llámame Brooklyn (2006) un periodista, Néstor, intenta reconstruir una novela que su amigo Ackerman había dejado inconclusa al morir. Para ello contaba con fragmentos incompletos, testimonios de amigos del autor y datos no muy fiables... En su segunda obra Ladrón de mapas (2008) alguien lanza al anonimato de la red unos cuentos en los que propone un singular pacto de lectura. Estos relatos anónimos son descubiertos por Sophie; creyendo reconocer tras ellos al hombre con quién se relacionó tiempo atrás, acepta el reto que propone el autor al otro lado de la red. En esta ocasión son cuentos sueltos el hilo de una “reconstrucción”. Tanto en una obra como en la otra hay un singular punto de partida: escritura incompleta o con algún enigma añadido.
En Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee hay dos tramas entrelazadas en un nudo de nombre Stanley Marlowe, escritor fantasma muy cotizado en Estados Unidos. Tiene que escribir, por un lado, las memorias de un magnate a punto de morir, Arthur Laughton, y por otro recibe el encargo de desvelar la trama oculta de El original de Laura, la novela que Vladimir Nabokov dejó inacabada al morir, en 1977.
El narrador de la historia, Benjamín Hallux, se siente fascinado por el texto de Nabokov, que en realidad son un conjunto de 138 fichas, siendo la mayoría, esquemáticas y otras incomprensibles. El original de Laura es una obra real que el hijo del autor, Dimitri Nabokov, publicó en 2009 contraviniendo los deseos de su padre. Marlowe descubre que hay una relación, no muy clara, entre los dos encargos. Construye toda la historia uniendo a los diferentes personajes alrededor de California, Nueva York y las Islas del Pacífico Sur.
Nos encontramos con ficción dentro de la ficción, literatura profunda donde ficción y realidad... ¿Qué es, en esta historia, ficción y qué es realidad? Una obra extraordinaria, con sorpresas, escenarios y personajes de lo más curioso. Un auténtico juego literario. Se relacionan títulos y autores varios, pero por encima de todo tenemos literatura dentro de la literatura.
Felicitar a la editorial Malpaso por esta publicación. Una apuesta fuerte.
Eduardo Lago (Madrid, 1954) vive en Nueva York desde hace 25 años. Doctor en Literatura por la Universidad de Nueva York y profesor de Literatura en Sarah Lawrence College. Fue director del Instituto Cervantes de Nueva York. Colabora con diversos medios de comunicación y sus entrevistas a grandes de la literatura son memorables. Ganó el premio de Crítica Literaria Bartolomé March por El íncubo de lo imposible , un análisis comparativo de las traducciones al español de Ulises de James Joyce. En 2006 ganó el premio Nadal con su novela Llámame Brooklyn , que tuvo el aplauso unánime de la crítica y de los lectores. También obtuvo el premio de la Crítica y el premio Ciudad de Barcelona. Más adelante publica los relatos Ladrón de Mapas . Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee es, en puridad, su segunda novela. Ha sido traducido a numerosas lenguas.
Desde New York nos atiende amablemente...
¿Cuál es el origen de su novela Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee ?
Un encuentro en el Café Bonaparte de París en el que la artista visual Dominique González-Foerster, ante la mirada atenta de Enrique Vila-Matas, me dijo que un texto que yo había escrito sobre sus dioramas le recordaba mucho la novela póstuma de Vladímir Nabokov.
¿Le caía bien Nabokov?
No conocía más que unas pocas obras suyas. Pálido Fuego es una de las novelas más hermosas que he leído jamás. No me caía mal, pero me molestaban sus juicios absurdos sobre escritores superiores a él, como Dostoievski, Thomas Mann, Joseph Conrad y Cervantes, a quienes desdeñaba. Cuando se cruzó en mi camino el texto maltrecho de El original de Laura , me colé sin permiso en el laboratorio secreto de su imaginación y me fascinó lo que descubrí allí.
A su juicio ¿por qué daría, Nabokov, la orden de que se destruyeran las fichas de El original de Laura ?
Perfeccionista hasta lo enfermizo, todo tenía que estar bajo su control, hasta las entrevistas que concedía, que pulía y revisaba como si fueran poemas. Estaba muy contento enfrascado en la escritura de El original de Laura, cuando tuvo un accidente del que no se recuperó. Al comprender que moriría sin terminarlo pidió angustiado que se destruyera el aborto inconcluso que era su novela, aterrado ante la posibilidad de que nadie pudiera leer semejante engendro. Sólo que no era tal, era un artefacto magnífico a medio hacer.
¿Hizo bien el hijo de Nabokov en publicar la novela de su padre?
Fue una decisión ejemplar. Comprendió que era su deber como albacea de la obra de su progenitor.
¿Una obra pertenece enteramente a su autor?
A mí me gusta la idea que le oí expresar a Czeslaw Milosz durante una conversación que mantuve con él, según la cual los poetas son vehículos a través de los que se expresan fuerzas oscuras que comunican algo a la humanidad. Ser artista es un don de los dioses. Y el encargo de los dioses consiste en que entregues una obra a los seres humanos. En ese sentido un artista es un intermediario y lo que produce no le pertenece, lo tiene que entregar a sus destinatarios, en el caso de un escritor, los lectores.
¿Existe en España la figura del escritor fantasma? ¿Es lo mismo que el negro literario?
Existe, mimetizada del modelo norteamericano. El término, de un racismo insufrible es “negro”. La idea de una escritura espectral, fantasmagórica, es muy hermosa. El nivel de profesionalización y micro-especialización de la escritura en Estados Unidos es mucho más avanzado que en España. Y el escritor fantasma es un especialista que escribe por encargo cualquier cosa que se le pida. Hay agencias y los servicios que proporcionan son fascinantes. Y el talento que tienen esos escritores es asombroso. En España es un poco más de andar por casa y roza la trampa, hay un poco de conciencia de no estar jugando limpio, de engañar al lector. En Estados Unidos no, es un trabajo honorable poner en un libro las palabras de alguien que ha alcanzado la grandeza en otro campo, como puede ser el cine o el deporte. A Buñuel le escribió sus memorias, magistralmente, su guionista, Jean-Claude Carriere. De eso se trata.
El papel que juegan las editoriales hoy día, en la narrativa, ¿es el correcto?
Hay de todo, obviamente, pero predomina, de manera muy peligrosa, entre los grandes grupos, una concentración de poder que orienta la oferta editorial hacia la obtención de beneficios, lo cual no tiene nada que ver con la grandeza de la creación literaria. La maquinaria de las grandes corporaciones exige resultados y como consecuencia de ello se aplasta todo intento de innovación. No se toleran los experimentos. Hay que vender, y todo lo que interfiera se elimina. No es lo mismo una granja de pollos que una editorial, pero a la hora de operar en el mercado, no se aprecian diferencias. Dentro de ello hay individuos y pequeñas editoriales que aún creen en la literatura. La víctima de todo esto es el lector de a pie, a quien las operaciones de márketing engañan, dándoles gato por liebre, es decir sucedáneos de la literatura.
¿Que diferencias hay entre la cultura literaria norteamericana y la europea?
En Estados Unidos no se opera de manera muy distinta a lo que acabo de decir. La diferencia es del volumen del mercado, y la altísima profesionalización en todos los aspectos de la industria. En líneas generales España mimetiza el modelo americano, a pequeña escala, de un modo un tanto servil y provinciano. Por otra parte no se puede hablar de Europa como un todo homogéneo. Hay grandes diferencias en cuanto a los índices de lectura, y mucho me temo que, conforme a las estadísticas, estamos más bien a la cola. La cultura literaria española no se puede comparar con la francesa, la inglesa o la de los países nórdicos. Y no es cuestión de catastrofismo, se trata de comprobar las estadísticas. Ojalá no fuera así.
¿Hay alguna similitud entre esta novela y Llámame Brooklyn, ya que en ambas se reflexiona sobre la escritura?
Hay una continuidad en cuanto al examen de la creación literaria. Yo diría que se trata de una reflexión de raigambre cervantina. En el caso de mi primera novela ocurre en un plano más bien individual. Un escritor joven termina la obra de otro maduro. En Aurora Lee se da un juego coral, colectivo. Entra en escena todo cuanto tiene que ver con la industria editorial, y se da una reflexión sobre el futuro de la novela y de la literatura.
¿De que forma se prepara para escribir una novela?
Ahora me encuentro en la fase preliminar de mi tercera novela y no sé muy bien por dónde va a discurrir. Tengo un cuaderno en el que voy tomando notas. No es un proceso muy consciente, más bien estoy atento a señales que creo detectar a mi alrededor. Me gustaría efectuar un giro, dejando atrás lo que ya he hecho, entrar en un plano de narratividad pura, sin reflexiones sobre la escritura, sino sólo escritura en sí.
¿Cuales son sus géneros y autores favoritos?
En cuanto a los géneros soy omnívoro. Cuando me subo a un avión meto en el equipaje de mano una novela, un libro de poemas y un ensayo y salto de uno a otro durante el viaje. Mi lista de autores favoritos es infinita. Lo mejor es decir cada vez lo primero que se me ocurra, y ahora se me ocurren Melville, Proust, Laurence Sterne, Valle-Inclán y Flannery O´Connor. Si me lo pregunta dentro de cinco minutos, se me ocurrirían otros.
¿Que está leyendo ahora mismo?
Un largo ensayo de Terry Eagleton, Historias del arco iris , de William Vollman, un libro de poemas de Elizabeth Bishop y los microgramas de Robert Walser.
¿Que opinión le merece la editorial Malpaso?
Que apuesten por una novela como la mía para salir lo dice todo. Mire su catálogo, es toda una declaración de intenciones: buena literatura, textos comprometidos social y políticamente, atentos a lo más vivo de la cultura. Es todo lo contrario del deleznable estado de cosas que describí antes. Y con un sentido moderno de la edición. No renuncian al márketing, eso es lo interesante, conocen los lenguajes de hoy para llegar a la gente, solo que lo que le ofrecen al final al lector tiene calidad, no es basura, como hacen tantas otras editoriales. Un proyecto noble y a la última.
¿Tiene manías a la hora de escribir? Cuéntenos alguna curiosidad literaria que le haya ocurrido y no haya contado hasta ahora.
Mi escritura necesita de dos vehículos distintos: un ordenador de última hora, donde centro los textos, y varios cuadernos de altísima calidad en cuanto a la encuadernación y el papel, a los que sumo un arsenal de lápices mecánicos y de colores. Siempre llevo eso en una bolsa. Me gusta escribir en los museos, en los trenes y en los bares. Cuando necesito revisar un texto largo cojo un tren que discurre a lo largo del Hudson, me bajo en Beacon y en una de las salas vacías del museo me siento varias horas a leer, y luego regreso al atardecer. En total son 7 horas y siempre me permiten ver lo que tengo entre manos.