En mi mundo también tenemos Papa, aunque la religión apenas sobrevive después de millones de años de evolución de mi especie. Somos 34.000 millones de habitantes y solo hay dos creyentes, uno hace de Papa y el otro de feligrés. En la Neurorred de mi mundo hay un archivo de una locución telefónica donde se puede conocer la planificación de la última visita del Papa de Absurdilandia. La transcribo por si tenéis curiosidad, amigos terrícolas.
-Suena un teléfono, alguien descuelga-
...
...
...
- ¿Sí?
- ¿Oyes? ¿Eres Félix Gres?
- Sí, ¿quién llama?
- El Papa.
- ¡Absurdi! ("¡Hombre!", N. del T.) ¡No te había conocido por la voz! ¿Cómo estás?
- Bien, bien, oye, te llamo porque voy.
- Ah, vale, te preparo el operativo, entonces.
- ¿Tienes donde meterme?
- Sí, sí, el colchón me falta nada más; esta tarde voy al vertedero, que he visto un de goma espuma bastante limpio. Oye, la comida, mejor que te la traigas tú, pan tengo yo, pero duro, ¿eh? Lo sepas, no te quejes después.
- Bien. Una cosa: la seguridad. Mírame la seguridad.
- No te preocupes, eso lo controlo yo aquí. Primero encinto el cable de la cafetera, que da calambre por donde se ha pelado; segundo, pongo una toalla frente a la lavadora, que me pierde agua y resbala el suelo; tercero, me van a dejar un perro que ladra, por si vienen terroristas. Eso sí, el viaje es cosa tuya, mete la navaja en el bolsillo que el barrio es el de siempre.
- Ya, como la otra vez. Esto, el periodista amigo tuyo, ¿puede venir a cubrir el evento?
- No, si no era amigo mío, coincidió que estaba por aquí haciendo un reportaje sobre barrios marginales.
- ¿Qué hacemos entonces?¿Sigues sin cámara? Tenemos que hacer un documento gráfico para la Historia, que yo no visito todos los días.
- Ya, ya, se me ocurre llamar a un crío que conozco de aquí del bloque y que te dibuje con los lápices de colores de la escuela.
- Bueno, sí, vale, sí, buena idea. ¿Y la entrevista para los medios?
- Pero si no nos sacan en ninguno.
- Hay que hacerla igual, es protocolo de visita.
- Ya. Jo, qué pereza. Traigo a mi madre y que te pregunte ella.
- Uy, uy, uy, va a ser duro.
- Ya, pero no queda otra.
- Qué dolor de cabeza, verás, si es que se pone a cascar y no ve Tierra.
- Pues sí. Mira, se me acaba de ocurrir, te programo un acto durante la visita, esto es, cuando mi vieja se ponga pesada, de esto que todo lo quiere saber, y empiece a preguntarte sobre condones, abortos, pederastas, matrimonios gays y todo eso, nos escapamos a bendecir algo por el barrio.
- Pero si ya bendije todo la otra vez.
- Tranquilo, que lo preparo yo. Esta tarde, de la misma que traigo el colchón cojo alguna lavadora desguazada del vertedero, la pongo en el parque con un cartel que diga "Monumento a la crisis espiritual de nuestro siglo" y mañana la bendices.
-Vale. ¿Tienes brocha?
- Ya empezamos, te veo venir, ¿A que perdiste el hisopo que te compré en los chinos? ¿A que sí?
- Que no, es que se le ha oxidado la rosca y no puedo abrirlo para llenarlo de agua bendita.
- Joder, los chinos nuestros son peores que los del planeta Tierra. Brocha no tengo. Un vaso de agua sí te puedo dejar.
- Suficiente. Mojo y sacudo con los dedos.
- Arreglado, entonces.
- Voy mañana fijo, ¿no?
- Sí, vale, oye...
- ¿Qué?
- Que me hace mucha ilusión tu visita, me cago en diez.
- Y a mí volver a verte, Félix Gres, venga, abrazo, mañana estoy ahí.