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ISSN 1989-4163

NUMERO 18 - DICIEMBRE 2010

A Ciegas

Itziar Minguez

Título del libro: Andábata. Autora: Olga Bernad - Editorial Paréntesis. 2010. 228 páginas. 13 Euros.

Cuenta Olga Bernad que “Andábata” (que es el título de su primera novela) era un tipo de gladiador romano que tenía una característica especial: luchaba a ciegas, con un casco que cubría su cabeza y sus ojos.

Marta, la protagonista de la novela, es una mujer en la treintena que también da palos de ciego en un intento desesperado por salir airosa de esa batalla que es la vida, con todas sus luces y sus sombras.

“Andábata” hace cómplice al lector de todos los estados de ánimo por los que atraviesa su protagonista: desánimo, humor, rabia, confusión, frustración, inercia, amor –en todas sus variantes- y dolor. Al final de la lectura, después de haber compartido todas las cuitas con su protagonista, queda un gusto agridulce. Tal vez porque Marta, con los fragmentos de vida que nos ofrece en primera persona, termina siendo un espejo donde reconocer nuestros apabullantes miedos y las pequeñas alegrías que, a partes iguales, nos componen. “Andábata” engancha, pero no es una novela superficial, apela a emociones básicas y reconocibles favoreciendo la identificación, pero huye del tópico y de los lugares comunes. Se lee fácil pero tiene hondura y, en ocasiones, hiere hasta la incomodidad con el mismo aplomo e impunidad con que conduce a la carcajada.

Podría parecer, a simple vista, que es una novela de mujeres para mujeres; nada más lejos de la realidad. Acompañan a Marta, en su batalla particular, su mejor amiga, Carmen; Álvaro, el marido perfecto, asidero contra el vacío y el miedo; y Pablo, el objeto deseado, el amor platónico que mantiene vivo el deseo, la ilusión y el sueño de seguir soñando que alberga Marta. Tampoco falta el jefe cuya relación de amor-odio con la protagonista podría asemejarse a un síndrome de Estocolmo laboral y para terminar, el retrato de familia como refugio donde huir de la realidad para ingresar en una realidad, en ocasiones, más asfixiante; de modo que no faltan elementos con los que sentirse, en mayor o menor medida, identificado.

“Andábata” habla sobre lo que duele, sobre lo que hiere y lo que hace reír; también sobre lo que tanto nos asusta: el casi imperceptible pero a la vez insobornable discurrir del tiempo (entiéndase tiempo como rutina) y, por ende,  los devastadores efectos de su paso implacable, la sensación de que el tiempo es descuento y marcha atrás, de que el horizonte se aleja a medida que se acerca, llevándose consigo esperanzas y sueños.  

La estructura de la novela, fragmentada en secuencias, casi viñetas, convierte la lectura en un ejercicio ágil y fluido, pero también pone al lector en la tesitura de ordenar las piezas de un puzle que le acaba ofreciendo -desde la fragmentación- una visión totalizadora de lo que se narra desde el prisma más íntimo.

Olga Bernad es incisiva y hábil, tiene puntería y acierta, a pesar de esa aparente lucha a ciegas que mantiene con la escritura; una escritura que es su arma y -como el Andábata romano- resulta fuerte y contundente, precisa. Tiene una voz que, ya desde su primera novela, es reconocible y única. Lírica y mordaz, se nota que es poeta porque la lírica se cuela en su prosa campando a sus anchas por ella. Olga Bernad sabe dónde está la llaga y utiliza su intuición para posarse en el centro mismo de las heridas y mostrar, sin pudor, las cicatrices con las que la vida nos va obsequiando. 

Andábata

 

 

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