Dicen que el canto de la Tómbola Vil es fatal. Es bien sabido que quien lo escucha se ve inmediatamente impelido a buscar una administración de lotería y comprar todos los décimos acabados en 7 que sumen 33 y tengan un 5 en medio. Pero todavía nadie ha explicado por qué se produce tal reacción.
La primera noticia que se tiene acerca de tan peligroso monstruo aparece en la obra de Doroteo Emendationes De la naturaleza de los predicados nominales y por qué nunca hay que prestarles dinero. En una breve nota al pie, el eminente filólogo bizantino, tras referirse a un nuevo juego de naipes que está haciendo furor en Europa (al que denomina “mux”), advierte con esta sabia admonición: “Desconfiad de la Tómbola Vil”. Lo escueto de la frase muestra muy a las claras que sus lectores debían conocer perfectamente sus malignos efectos.
Pero es San Reintegro quien, en su tratado Los seis aciertos (en el que demuestra –contradiciendo a san Anselmo- la existencia de Dios en función de seis indiscutibles signos), refiere algunos datos sobrecogedores sobre tan funesto animal, como la terrible epidemia que a finales del siglo XVII asoló un pequeño pueblo al norte de Segovia en el que murieron 72 personas a causa de los cánticos de una bandada de Tómbolas que anidó en la región.
El santo relata con verdadero horror la muerte de uno de estos campesinos, quien no cesaba de pedir, entre espeluznantes gritos de agonía, que le facilitasen un boleto de cualquier sorteo. San Reintegro recoge en su libro las últimas -e incomprensibles- palabras de este hombre, quizá producto de la locura: “¡Al Rayo ponerle un dos seguro, no falla!”. Es superfluo señalar que tales palabras siguen siendo una absoluta incógnita para nuestros lingüistas.
Y no puede dejar de citarse aquí a Jean Paul Sartre, quien en uno de sus textos menos conocidos (Pour quoi le suicide? Ça serait mieux exterminer l’humanité; recientemente rescatado del falso techo de una mansarde parisina en la que dicen que el gran filósofo se ocultaba cuando Simone de Beauvoir se ponía insoportable), acude a este siniestro ser para acuñar uno de sus aforismos más soberbios, lúcido resumen de toda su doctrina: “La vie est une Tombola Vile”.