«XVI PREMIO EUROSTARS HOTELS DE NARRATIVA DE VIAJES 2021»
Cada vez que abro un libro redactado por Manuel Moyano lo hago con infinita curiosidad porque siempre supera mis previsiones. Me imagino que será algo común en sus lectores.
Esto me ha ocurrido con “La frontera interior” -Viaje por Sierra Morena- mas, no es un simple libro de viajes… hay viaje, hay memorias, hay literatura, hay historia, hay encuentros muy interesantes, hay gastronomía, hay… No se puede abarcar más en sus 176 páginas. Es genial su lectura: nos enfrentamos a una prosa genial, clara, límpida y ausente de superficialidad; al tiempo que aprendemos.
No me extraña nada que haya sido premiada por “Eurostars Hotels”. Son múltiples las descripciones y las comunicaciones, de una de ellas he conocido el «barraqueño»: Un habla que mezcla aspectos gramaticales del español y del portugués.
Este viaje discurre por espacios donde se han dado cita animales salvajes, bandoleros y contrabandistas, monjes y ermitaños, poetas, personajes “increíbles” como el niño lobo de Sierra Morena.
Cervantes, el Duque de Rivas y Miguel Hernández están presentes. Aprendemos que algunos enclaves de las aventuras del Quijote son cuestionados…
Sierra Morena es una tierra de nadie. Frontera física entre el centro y el sur de España, esta cadena montañosa casi despoblada ha acogido a lo largo de los siglos bandoleros, contrabandistas, ermitaños, poetas y otros personajes extraordinarios, cuando no sobrenaturales. Atento a la historia y a los pequeños detalles, Manuel Moyano nos la redescubre con una nueva mirada, obteniendo como resultado un título memorable de la literatura de viajes.
«Este libro contiene esa magia, tan discreta como infrecuente, que consiste en transformar lo familiar en insólito. El autor se reclama viajero romántico, pero es a los caminantes de trote corto a quien se parece, al Camilo José Cela de la Alcarria, al Azorín de los pasos del Quijote […] y, cómo no, al Miguel Delibes de las madrugadas castellanas». -Del prólogo de Sergio del Molino-
Manuel Moyano (Córdoba, 1963) creció en Barcelona y vive en Molina de Segura (Murcia). Con su primer libro, “El amigo de Kafka”, obtuvo el Premio Tigre Juan. Ha publicado, entre otras, las novelas “El imperiode Yegorov” (Finalista del Premio Herralde y Premio Celsius en la Semana Negra de Gijón), “La coartada del diablo” (Premio Tristana), “La hipótesis Saint-Germain” (Premio Carolina Coronado), “El abismoverde” y “La agenda negra”. Su narrativa breve, recogida en “El oroceleste”, “El experimento Wolberg” y “Teatro de ceniza”, aparece en numerosas antologías. Entre sus obras de no-ficción destacan “Dietariomágico” y los libros de viajes “Travesía americana” y “Cuadernos detierra”. Ingeniero agrónomo, ejerce en la actualidad como gestor cultural.
En un alto en el camino y acogidos por una buena sombra charlamos con Manuel Moyano para los lectores de “Agitadoras”… Gracias…
P.- Por favor recuerde, a los despistados, quién es Manuel Moyano.
R.- Como diría Ulises, mi nombre es Nadie. Sólo un miembro de la vasta especie de los Homo sapiens, consciente de su insignificancia y dado a buscar placer en las cosas pequeñas. He publicado algunos libros.
P.- ¿En qué momento nace la preparación de este viaje? ¿Aumentó de peso a la vuelta a casa?
R.- La idea de recorrer Sierra Morena como viaje libresco la tuve hace algunos años. Me atraía un territorio que, visto en su integridad, era virgen para la literatura. La preparación en sí fue mínima y bastante precipitada. De repente confluyeron varias circunstancias: la disponibilidad de un coche para mí solo y el hecho de contar con bastantes días libres. Tomé la decisión un martes y el viernes por la tarde ya estaba en ruta. A veces, hay que dejarse llevar por los impulsos. Apenas tuve tiempo de consultar algo de bibliografía para diseñar el recorrido y de citarme con varias personas a lo largo del camino, a quienes localicé gracias a internet. Estas personas fueron luego fundamentales para el libro: Francisco Pérez-Schmid, cronista de Santa Elena; Luis Miguel Román Alhambra, experto heterodoxo en el Quijote; y los poetas Alejandro López Andrada, de Villanueva de Córdoba, y Manuel Moya, de Fuenteheridos (no hay más remedio que ser poeta viviendo en un pueblo llamado así).
No aumenté de peso, porque todas las calorías suplementarias que ingerí las gasté en esfuerzos igualmente suplementarios.
P.- ¿Cuánto tardó en su redacción?
R.- Las notas que iba tomando a lo largo del día las pasaba luego a limpio esa misma noche; si no, se hubiesen perdido muchas apreciaciones del momento y, además, con el tiempo, no hubiera podido siquiera descifrar mi propia letra. Adquirí bastantes libros durante el viaje, en los que luego me apoyé como bibliografía. Una vez en casa, tardé tal vez un par de meses en obtener una versión muy próxima ya a la definitiva. Cuando uno se apasiona por un libro, no le resulta demasiado difícil escribirlo. Y creo que eso acaba transmitiéndose al lector.
P.- ¿Por qué esta necesidad de viajar?
R.- Es consustancial al ser humano, me parece. Al menos, a cierto tipo de seres humanos que, seguramente, son la mayoría. Viajar produce un placer indudable. El tiempo se dilata y se entra en otra dimensión, por así decirlo. Pero tampoco tengo una respuesta científica a esa pregunta. Sólo sé que disfruto viajando y descubriendo cosas nuevas a mi paso.
P.- ¿Es España, en general, un país desconocido para sus paisanos?
R.- No del todo, pero podría conocerse más. Hay cierta tendencia a creer que las cosas que merecen la pena están en el extranjero, y cuanto más lejos, mejor. Pero, en realidad, lo sorprendente se encuentra en todas partes. Es cuestión de saber verlo. También, con la edad, hay quizá más tendencia a viajar cerca de casa; nos hacemos más acomodaticios y menos aventureros.
P.- De los viajes realizados ¿Cuál le ha sorprendido más y por qué?
R.- Entre los lugares que más me gustan del mundo se encuentra, sin duda, Castilla; las dos Castillas. Otro de mis sitios preferidos es el valle de la Vera, en Cáceres. Pero, si hablamos de lugares que me han sorprendido, caeré también en destacar dos viajes al extranjero, ambos en compañía de mi mujer y mis hijos. Uno consistió en recorrer Estados Unidos en coche, desde San Francisco hasta Nueva York, experiencia que recogí en el libro “Travesía americana”; lo asombroso fue ir viendo en el mundo real lo que habíamos conocido sólo a través del cine o la literatura. El otro viaje que más me sorprendió fue recorrer, también en coche, toda la costa de Noruega, desde el Cabo Norte hasta Oslo: las tierras desoladas y los imponentes fiordos son algo que no puede dejar de sobrecoger a nadie.
También me vienen ahora a la cabeza dos lugares mágicos de Irlanda: las islas Skellig y Cong, que fue Innisfree en la película “El hombre tranquilo”. Y, por último, un viaje al Este de Europa que hice en compañía de mi primo José Luis Moreno Ortega cuando aún no había caído el muro de Berlín; aquello sí fue realmente adentrarse en otro mundo.
P.- ¿Tiene algún referente en la literatura de viajes? ¿Qué fue lo que más le llamó la atención en este?
R.- Quizá el autor que más me gusta sea un anglosajón, Colin Thubron, por la poesía y la melancolía que impregnan sus libros, apasionantes por otro lado, y que siempre transcurren por lugares más o menos desolados: Siberia, Asia Central, la Ruta de la Seda. Quizá haya sido la principal inspiración para conseguir el tono de “La frontera interior”. Añadiría a Lawrence Osborne, Bruce Chatwin y puede que Paul Theroux. Pero nunca me cierro a una sola tendencia, y también he disfrutado de autores españoles que han practicado el género, como Azorín, Cela, Llamazares o Del Molino. De joven disfruté mucho con los viajes de Cela, aunque luego he tratado de alejarme de ese estilo. Creo que, de algún modo, “La frontera interior” es el resultado de la fusión entre ambas tendencias (la anglosajona y la española) a la hora de narrar un viaje.
P.- ¿Cómo recibió el ser premiado con el "Premio Eurostars Hotels"?
R.- Lógicamente, con una gran alegría, no sólo por la dotación en sí y por el pequeño éxito que algo así supone, sino por haber logrado hacer realidad lo que tenía en mente al escribir el libro: relatar un viaje por territorios cercanos como si estuviese hablando de tierras exóticas, lejanas, desconocidas. El premio significó haber acertado con esa propuesta, con ese concepto. Sergio del Molino lo expresa muy bien en su prólogo cuando habla de “transformar lo familiar en insólito”.
P.- Venda su libro ¿por qué hay que leer "La frontera interior"?
R.- Primero, porque creo que es divertido, en un sentido amplio de la palabra; Luis Landero ha afirmado que es un libro de viajes que puede leerse como una novela. Segundo, porque logra combinar de forma equilibrada (o eso me parece) la peripecia personal, el paisaje, la historia, la poesía, el sentimiento del hombre ante el paisaje y el paso del tiempo… Tercero, porque permitirá al lector ver con nuevos ojos un territorio que quizá daba por consabido. Espero que este libro anime a la gente a recorrer Sierra Morena, no sólo a cruzarla.
P.- ¿Cómo ha toreado al bichito Covid-19? Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- No he llegado a contagiarme y tampoco puedo afirmar que haya sufrido personalmente, ya que nadie de mi entorno se ha visto gravemente afectado desde el punto de vista médico o económico. Sí me ha asaltado con frecuencia ese malestar que sentimos, por empatía, ante el sufrimiento de otros miembros de nuestra especie… Y ahora, cuando todo eso estaba en vías de acabar, nos asalta una plaga aún peor: la estupidez humana, esta vez en forma de guerra.
¿Planes? Nunca deberíamos hacer planes, pero desde el punto de vista literario tengo varios libros en distintas fases de pulido. También empecé hace casi un año a recopilar información para uno nuevo; se ha visto interrumpido por diversas circunstancias, entre ellas la reciente muerte de mi madre, pero espero volver pronto a él. Y, bueno, no descarto emprender otro libro de viajes. He disfrutado mucho haciendo éste. Como dije al principio, viajar es uno de los pequeños (o grandes) placeres que nos depara la existencia.