Qué despoblado este rincón donde guardo unos pocos brillos del pasado,
suben a un catamarán, no puedo seguirlos, podría ahogarme.
Utilizan un incierto lenguaje, un canto que recuerda a la felicidad
pero no voy a engañarme, es solo el ronroneo del motor.
¿Hacia donde se dirigen? Nadie sabría explicarlo.
Sigo en este mundo con estas escasas energías y mucho de inercia
detrás de la zanahoria que desde siempre persigo
para no mirar hacia el suelo, por si el barro
que se hacina bajo mis pies me hace resbalar.
No hay ningún mensaje en el pasado, ningún salvoconducto.
De pie en la bañera me adentro en la maleza, sigo a la zanahoria
aunque no la alcance y dude a cada rato, ¡es que parece tan real!
¿Hacia dónde voy con esta persistencia becerril de seguir hacia delante
cuando ya se conoce el destino, aún sin haberlo pisado ?
¿Pero que otra cosa puedo hacer? Nadie me da explicaciones,
ni tan siquiera los dioses, ellos siempre tan soberbios y fatuos.
Mientras prosigo, una parte de mí ,
sube al tren de la nostalgia y mea en los asientos
es tan irreverente que me hace llorar.
¿Hacia donde te diriges? Le pregunto.
Me mira con sorna, no duda de mi estupidez. Sin embargo ella,
no es más que un jirón de mi piel desprendida. Ella es así
siempre en desacato,
se burla de los tramos de la borrasca, no va adonde no le interesa.
Le digo que es egoísta, se encoge de hombros, no le importan mis juicios
ella tan solo ve en mí,
a un futuro fantasma blanco
persiguiendo una zanahoria.