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ISSN 1989-4163

NUMERO 122 - ABRIL 2021

 

Another Brick in the Wall

Javier Neila

La directora toca la campana, hierática y  solemne, como si llamarse a maitines en un convento de clausura, recordando a hermanas y novicias que comienza otra jornada contemplativa, con voto asumido de silencio, pobreza y obediencia.

Los alumnos de la escuela municipal del pueblo esperan de pie en la puerta, en fila de a dos, ordenados por orden alfabético y separados por sexos, y empiezan a avanzar en silenciosa comitiva. Nadie mira a nadie, y mucho menos al del otro sexo, terminando la mirada de cada uno en la mochila del que va delante. Parecen activados por un estímulo eléctrico que los vincula con otro ente superior, conectándolos en serie, activados por el conmutador general que es la campana.
Ninguno vuelve la cabeza para despedirse de sus progenitores; de hecho pocos padres se atreven a esperar en la puerta de la entrada, y ver a través de las altas rejas pintadas de blanco cómo sus hijos entran en el centro. Estaría mal visto demostrar algún atisbo de emoción, afecto o pena. No importa que sean niños de primaria. Sería un síntoma de debilidad, o de algo mucho peor; de desconfianza en el sistema educativo que acoge a los pequeños como hijos legales del Estado.

Avanzan las filas de alumnos por el patio interior, tras cada maestra, y van distribuyéndose por el edificio en perfecta formación militar, entrando en las aulas y ocupando sus pupitres en el mismo orden de marcha, mientras van marcando el paso hasta sentarse en su sitio. Al igual que en una gran colmena, se les ha enseñado desde muy pequeños a cumplir la función propia para la que están allí; sin preguntas ni opciones, sin valoraciones, alternativas o cambios de criterio. Niños sólo estimulados por un cerebro colectivo que, como Demiurgo, da instrucciones jamás cuestionadas desde que tienen uso de razón.
 
En el centro de cada aula, la foto del dictador flanqueada por la enseña nacional preside la estancia, solemnizando así todo lo que allí sucede, como si de un notario de grave gesto se tratase, dando fe de lo excelso del sistema y como garante de que, pobreza de mente y mediocridad, bien repartidas, nos hace a todos iguales. La fotografía parece viva, y por arte del fotógrafo oficial, su mirada acompaña al alumno esté donde esté; ojos que todo lo escrutan, todo lo controlan y todo lo conocen, generando inquietud y desasosiego asumido. Esto hace que todos los que pasan por delante bajen la cabeza en señal de respeto, como cuando hace años se oficiaban misas en las iglesias y los fieles pasaban delante del altar mayor. Aunque ahora es distinto. Es un respeto sumiso, plebeyo e interiorizado, que no sólo arruga el cuerpo; también encoge la conciencia y diluye los sueños.
Una profesora empieza la clase ante la directora y el comisario, que observan como comienza en un grupo cualquiera la jornada lectiva. Como todos los lunes, se resalta la figura del líder, mente preclara que supo dirigir a todos los españoles, en el peor momento de crisis de su historia, encauzando el esfuerzo común, en la lucha por la supervivencia.

-Todos necesitamos un orden-
Dice el comisario político de distrito a la nueva directora, mientras la mira con ojos vidriosos y enfatizada convicción.

-Todos-
Responde ella desviando la mirada, terminando una conversación donde no cabría imaginar otro diálogo.

A ambos les ha parecido raro, e incluso inapropiado, pues hace mucho tiempo que se desaconseja la mirada directa entre individuos adultos de distinto sexo, al menos en el ámbito laboral.

Todas las trabajadoras del sistema educativo se parecen las unas a las otras. Ya sólo hay mujeres, -los hombres fueron depurados del espectro educativo por Real Decreto de 8 de marzo del 25- y visten de igual manera, con un parco traje de chaqueta gris cemento y el mismo corte de pelo a lo garçon. Bueno, todas no. Las directoras tienen cuatro bolsillos, no como las demás que sólo llevan dos. Además, directoras y coordinadoras de ciclo llevan una placa en la solapa que las identifica como tales, donde aparece el escudo nacional bajo la corona mural, y en la parte inferior, escrito en una media luna, la palabra “Directora“ o “Coordinadora de Ciclo” en oro o plata. La coordinadora es un escalafón intermedio y paso imprescindible para acceder al puesto de directora de centro, reservado éste sólo para las más comprometidas y leales miembros del partido único.

Se da el caso que la última directora ha sido trasladada la semana pasada, para su ingreso en un CEDAME -Centro de Depuración y Adoctrinamiento del Ministerio de Educación-. Por eso la antigua coordinadora de ciclo de primaria y hoy nueva directora, con su uniforme de cuatro bolsillos y su chapa dorada, ha recibido la visita del comisario político, que le tomará juramento y le recordará sus obligaciones.

Por lo visto a la antigua directora se le descubrió en el cajón de su mesa y bajo llave -están  prohibidas las cerraduras y los candados- un babi con huellas de manos de sus alumnos marcadas a témpera, junto a los nombres de cada uno de ellos en rotulador indeleble, todo ello fechado allá por el año 2018, justo antes de la nueva normalidad. Incluso había frases emotivas escritas por los niños, tipo “Eres la mejor maestra del mundo” o “Te queremos seño Laura”. Algo de todo punto inaceptable. Dicen que gimoteaba de pena bajo la mascarilla reglamentaria, mientras la policía política le obligaba a quemarlo. Perderá su plaza de funcionaria y desaparecerá del pueblo junto con toda su familia. También desaparecerá del recuerdo de todos en breve, y no se volverá a hablar jamás de ella. Su perfil se borrará del Memorial de Centro, de la web de Educación y de la Red Social Única.

No olvidemos que babis, pinturas y pinceles, hace ya 7 años que fueron suprimidos -se organizaron enormes hogueras en los patios de los centros, y cada uno en fila los lanzaba a las llamas- pues el contacto físico y las actividades grupales eran sólo foco de contagio del virus, y el uso de los mismos no favorecía, sino todo o contrario, el distanciamiento social. La campaña gubernamental “Los abrazos matan, no me toques” fue un éxito reconocido por todos los países amigos.

Todo es ya en blanco y negro, pero con un crisol rancio que matiza infinitos tonos grises, imponiendo lo políticamente correcto; no hace falta prohibir carreras o risas, juegos y dibujos en las paredes, ni ropas imaginativas y coloridas, ni el pensamiento divergente, la espontaneidad o el juicio crítico; pues el sistema que ha traído el nuevo orden, ha matado la creatividad y la imaginación, quebrando el tejido social y creando relaciones directas entre el Estado y el individuo, volcado todo ello a través del interfaz del inconsciente colectivo. No ha resultado difícil deshacer las influencias de Montessori, Froebel, Claparède o Lazarus, y convertir al individuo en un ser aislado ante la pantalla, incapaz de mantener una mirada, carente de contacto humano, sin empatía, para ser un esclavo encerrado dentro de sí mismo.

“Fuera de la sociedad, el hombre es una bestia o un dios.”
Aristóteles

 

 

 

 


 

 

Another brick in the wall

 

 

 

 
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