(Diario de la guerra del murciélago)
—Hablaron del crecimiento de la población y de que el número de viejos inútiles aumenta siempre. […]
—En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado…
Como hacía frío apresuraron el paso. Para evitar las hogueras —diríase que tácitamente se habían puesto de acuerdo— rodearon manzanas y caminaron centenares de metros de más.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 107)
Y mira que venían experimentándolo ya, en programas piloto (automático), con los autobuses del IMSERSO que se despeñaban periódicamente en sus viajes (y viejas) de la tercera edad, entre sonrisas sardónicas de eugenésicos malnacidos con ecos de la risa de los sardos al precipitar a sus ancianos desde los roquedales de la Cerdeña profunda.
Y, por si fuera poco, se produjo también la masificación de nuestros mayores, cada vez más y más mayores, en el Complejo Residencial Narayama, en honor a La balada epónima de ShoheiImamura según la tra(d)ición de abandonar al viejo en la montaña.
Eso por no banalizar el mal de la Solución Fatal —mediante laAktión T4, emulada ya en nuestro siglo en la T4 por los nazional-socialistas vascos— con el exterminio de los más débiles o el de la Eutanasia de Rusia en el gulag y de los pequeños empresarios autónomos —el kulak ni al gulag— durante la colectivización de la Unión Soviética.
NUEVA PERORATA DEL APESTADOo DEUS EX MACHINA
—“Lo triste es que no hay nada más detrás del movimiento. Absolutamente nada. La desolación
—Ah, no, señor. En ese punto se equivoca —dijo el muchacho. […] Me consta. Hay estudiosos. Detrás de todo esto hay mucho médico, mucho sociólogo, mucho planificador.”
Adolfo Bioy Casares, Diariode la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 102)
Pues una vez en cuarentena la ley de eutanasia que permitiría administrar/suministrar (en función del ministro o la ministra) la muerte discrecional y a domicilio a cuantos trabajadores hayan dejado ya de cotizar, por jubilación o enfermedad (salvo que sigan cautivos del empleo hasta los 70, galeotes de la cotización a la(s) S. S., para no llegar vivos ni a fin de mes, ni al finde), amortizados o irreciclables, a fin de sanear el sistema de pensiones y aliviarse—cría cuervos y te sacarán los…ahorros— o exonerar de esas cargas a generaciones de ciudadanos que ni han cotizado a la Seguridad ni tal vez lo hagan ya, y una vez en boxes la dichosa ley, decía, un gobierno de políticos de última generación (cuarentones o cuarentañeros, que están en (la) cuarentena), en nombre del Estado (de alarma) de ese Ogro filantrópico que es Saturno devorando a sus hijos (más mayores ), de la lucha de Goliat contra el Covid, se suman a la deriva del mainstream, aprovechando que el Río Amarillo de gripe maoísta pasa por Valladolid—aunque se nos acuse desinofobia, en lugarde aceptar el sino, el destino fatal del deus ex maChina, que tras abrir la caja de Pandemia nos engaña como a ¡caramba! con sus ¡1395! muertos, nº al que tal vez le falte algún cerito a la derecha— para depurar a los más propensos, por desinfección o por desafección, diezmándolos a mansalva. Eso si no se han emboscado antes, no como dizque topos, sino emparedados, evitando a toda costa solicitar asilo en centros geriátricos de internamiento con el fin de esquivar a la brigada del amanecer, el triajegerontófobo, que no es precisamente sexar pollos (ni pollas, por no discriminar a nadie), con su denegación de auxilio y los papeles en regla para el hornoincineratorio.
DIARIO DE LA GUERRA DE BATMAN Y A LA VEJEZ, VIRUELAS
La sangría de una Humanidad superpoblada no se da ya, como en el siglo XX, merced a las contiendas mundiales, sino mediante una guerra bacteriológica (perdón, viral), y en este caso por contagio virulento de la rata con alas (que no es la denostadapaloma, sino el murciélago), ese radar del ejército zoonósico de liberación animal—del ratón ciego omurciégalo al ser humano—,otroBatman enajenado por un al(gu)ienal que no le tose nadie, un neoCobi-19 arraigadoen el seno de la Humanidad global que se abre paso a codazos para llevarnos de la mano a morir de éxit(o) (menudo pleonasmo). Y todo ello sin haber coronado el agudo pico de la mascarILLA veneciana del médico de la peste.
LA DISTOPÍA CUMPLIDA DE ADOLF(O BIOY CASARES)
—“Lo que me fastidia en esta guerra al cerdo —se irritó porque sin querer llamó así a la persecución de los viejos— es el endiosamiento de la juventud.”
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 101)
—Lo que me alarma —explicó— es el aspecto de la ciudad, igual a siempre, como si no pasara nada.
Vidal comentó.
—Para tranquilizarte necesitarías una batalla.
—Ayer la hubo —aseguró Rey—. Por aquí cerca. Frente al hotel de Vilaseco. Forajidos de la Agrupación Juvenil se lanzaron al asalto. [Mi paisano, secundado por el fiel Paco, resistió los embates. Cuando la rendición parecía inevitable, los defensores a puñetes acometieron y salvaron la ciudadela.]
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 169)
En tal estado de alarma (al arma, bélica), que ha virado de laalarrmita al alarmista, o de la bronca a la bronquitis, “la guerra del cerdo” que anticipara Adolf(o Bioy Casares) en su Diario,del mismo nombre, del viejo Isidoro Vidal, acosado como otros miembros de su generación por las batidas de jóvenes que persiguen a los ancianos que abandonan el confinamiento casero por las calles de Buenos Aires, tal distopíase antoja, y más aún con Argentina en cuarentena, una profecía desde 1969 a la vez que un “juego de niños” (dicho sea sin ironía alguna), con el balance de contadas bajas y algún daño colateral (el hijo y cómplice del narrador), y que acabará desembocando en una tregua ¿indefinida? Acaso porque tras el tormento vuelve la calma.Y casi siempre que llueve, escampa…
COVID ME MATA O DE COVID AL CIELO
Y
CORONAVIRUS VS.CORINNAVIRUS
—La juventud es presa de desesperación —repitió Faber—. En un futuro próximo, si el régimen democrático se mantiene, el hombre viejo es el amo. Por simple matemática, entiéndanme. Mayoría de votos. ¿Qué nos enseña la estadística, vamos a ver? Que la muerte hoy no llega a los cincuenta sino a los ochenta años, y que mañana vendrá a los cien. Perfectamente. Por un esfuerzo de la imaginación ustedes dos conciban el número de viejos que de este modo se acumulan y el peso muerto de su opinión en el manejo de la cosa pública. Se acabó la dictadura del proletariado, para dar paso a la dictadura de los viejos.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 147)
Sin embargo, en esta guerra biológica del Coronavirus que corrompe la salud de los súbditos del Reino en una progresión geométrica de corrupción piramidal, tocada como si se tratara de un castillo de naipes, no queda a salvo del rey abajo ninguno. Y eso que la Corona ha contraído su exclusivoCorinnavirus, coronandootra vez a la reina, infecto J. C. a su vez por condonación finanfiera-sexual, en un mes de marzo en que, al tiempo que se priorizaba la denunciavaderretroviril de la violación machista sobre la activaciónde la campaña antirretroviral preventiva de la plaga—o sea del Carnaval del 8-M (y su prólogo del 3-M (“Vitoria, nosotros no olvidamos…los multitudinarios vuelos de saldo a Bérgamo este invierno”)a esta cuarentena de la Cuaresma de los 100.000 caSOS y los 10.000 fracasos— desde esemismo Comité de Salud Pública —a cuyo argumento de autoridad se acogieron los forofos futboleros, los fanes evangélicos y elportavox de los Voxesy el boss de los boxes¿o debiera decirboxers? para socializarse—, se cuestiona la inviolabilidad de la monarquía. Y al rey padre (heteropatriarcal) que le vayan dando.
TENGO (UN) SUEÑOO LA COVIDA ES (UN MAL)SUEÑO
“La RAE ha hablado y ha dictaminado cuál es su preferencia: "Si se sobrentiende el sustantivo tácito enfermedad, lo más adecuado sería el uso en femenino: la COVID-19". Un uso que, por cierto, la OMS ya implementa en todos sus escritos, decantándose por el género femenino cuando lo cierto es que su uso más estandarizado era el de género masculino.”
Público (26/3/2020)
“…el año ochenta y dos —¡bendito el día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!— una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión patriótica.”
Sabino Arana Goiri
[…] Sabino y Luis pasean entre flores
Bajo la luz dorada de la luna.
[…] mira cómo se acerca la mañana.”
Jon Juaristi, “Jardín de Abando”, Diario del poeta recién cansado (1985)
“La sentencia establece que el Proceso fue una ficción, que nunca tomaron por nada más que un sueño sus propios promotores.”
Arcadi Espada, “Sabe que sabían que soñaban, chapuza”, El Mundo (15/10/2019)
Ídem, en la liga regional con “opciones de ascenso”, para las deshonrosas excepciones de Cataluña y País Vasco; vale decir de las ensoñaciones utópicas de Torra y Txistorra, privado este último (a quien el Corona le ha hecho la Pascua) de su entrada en Jerusalén en loor de multitudes el domingo de Ramos con motivo de las elecciones del 5 de Abril, y a una semana del domingo de Resurrección patria que soñaran los hnos.Aranaanaiak.
¿O LA GUERRA DEL GATO PANZA ARRIBA?
“Hay una palabra”, se dijo. “Una palabra”. Estaba demasiado cansado para dar con ella, pero por fin la encontró: “Vejación. Qué vejación”. […] “Lo razonable, lo que se espera”, reflexionó, “es que uno se deje vejar. Si es viejo, se entiende”.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 132)
Y si es que los propios excedentes de clase pasiva no le ahorran la tarea al Padrecito,purgándose a miles por su cuenta y riesgo, como en el caso paradigmático del cesante Ramón Villaamil, protagonista de Miau(1888) de Galdós en la anterior Restauración, decide hacer, desesperado en la Villa y Corte, con un genio de (Villa)mil demonios, el sostén de las mujeres de su familia (a quienes motejan Miau en el gallinero del teatro):
“En fin, que había cumplido sesenta años, y los de servicio, bien sumados, eran treinta y cuatro y diez meses. Le faltaban dos para jubilarse con los cuatro quintos del sueldo regulador, [que era el de su destino más alto, Jefe de Administración de tercera. ¡Qué mundo éste! ¡Qué injusticia! ¡Y luego no quieren que haya revoluciones!...]”
“Poco a poco sucedió a la molesta escasezla indigencia descarnada y aterradora; los recursos se concluían, y se agotaron también los medios extraordinarios y arbitristas de sostener a la familia.”
“¡Que me den esos dos meses, o no sé; creo que pronto empezaré a tirar piedras.”
Benito Pérez Galdós, Miau (Alianza, 1997,pp. 66, 136 y 290)
TOC, TOC, NO TOCAR EN CUARESMA
—Créame —respondió el médico, sacudiendo tristemente la cabeza—: el servicio de psiquiatría no da abasto para atender a los jóvenes. Todos acuden por el mismo problema: aprehensión de tocar a los viejos. Una verdadera repulsa.
—¿Asco? Me parece natural.
—La mano se niega, señor. Hay un nuevo hecho irrefutable: la identificación de los jóvenes con los viejos. A través de esta guerra entendieron de una manera íntima, dolorosa, que todo viejo es el futuro de algún joven. ¡De ellos mismos, tal vez! Otro hecho curioso: invariablemente el joven elabora la siguiente fantasía; matar a un viejo equivale a suicidarse.
—¿No será más bien que la miseria y la fealdad de la víctima vuelven desagradable el crimen?
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 180)
Y todo, más de un siglo después, por no sufrir, dentro del confinamiento preceptivo y a domicilio, el encierro en la celda mental de ese Trastorno Obsesivo Colectivo (TOC) inducido por el Mando Único de la Lucha Antivirista a cargo del tal Comité de Salud Pública (¿Salud y República?) del Frente Populista de la Guerra Viril —cuyo agit-propreza: “A este virus lo paramos unidos.” ¿Y unidas? ¿O es que cuando hay que hablar deveras se olvida el pitorreo antisistema lingüístico y mutamos a género heteropatriarcal?
Pero, vamos a ver, amén de los guantes del color morado de la Pasiónpara mantener las manos limpias,¿cuántas veces hay que lavarse las manos en un país donde se sigue untando el dedo en el tampón de la lengua, como en El nombre de la rosa, al pasar las páginas del periódico en los bares, imprimiendo la huella dactilar, o digital, dejando la impronta anónima de la marca de agua salivar? ¿Y cómo recomendar no tocarse la cara (o vigilar el ayuno yla abstinencia de otros tocamientos con/sentidos) a una gentuza que acuñacon mucosidades y otras secreciones no identificadas su ADN en los márgenes de los libros de las bibliotecas públicas, emulando, acaso sin saberlo (sin haberlo leído), al don Álvaro de la Reivindicación del conde don Julián, queaplastaba moscas entre las páginas de los clásicos españoles en el escrutinio de la biblioteca del Liceo de Tánger, “espachurradas, la masa abdominal por fuera!: indelebles contaminan con su difluente viscosidad” (Goytisolo, 1982, p. 32)?¿O cómo conseguir que esta gentucilla se tosa en el corte de mangas al expectorar o estornudarex abruptosin taparse la boca siquiera con la mano, y asperjando a los cuatro vientos los gérmenes patógenos sin pañuelo alguno? Y el/la impertinente dirá que eso es precisamente lo que no debiera hacerse. A buenas horas, cuando aventamos las miasmas por los codos y nos calzamos el bozal profiláctico (que ni pintiparado para quien experimenta la ansiedad, angustia, desesperación… de la sintomática insuficiencia respiratoria), la mordaza por ley, que anula el olfato y el gusto y, ya de paso y como quien no quiere la cosa, nos restringe la libertad de expresión, esa máscara de carnaval que oficia de segunda cara reciclada en mascarilla cuaresmal, más carilla aún, cada vez más encarecida, si especulan con ella quienes tienen más cara que espalda—vale decir más cara que Marlaska—, o sea carotas, caraduras y mascarones.
CORÓNICA DE UN/UNA CÓLERA ANUNCIADO/A
Con esta tropa, las recomendaciones del Centro de Emergencias Sanitarias que dirige el afónico portavoz Profesor Bacterio, Doc. Mataperros —¿Por un perro que maté me llaman Mataperros?¡Ex-Calibur, no te olvidamos!—, también conocido como Simón el Estilita (¿Simún predicando en el Desierto?),quien ha mutado el juramento hipocrático por el informe hipocrítico, mesías y enviado de nuestroseñor Salvador (Illa, que rima consILLA,risilla y camILLA, con pesadILLA, empanadILLA, y mentirijilla, corre, corre, que te pILLA) las recomendaciones del CES, decía, mutan en tablas gimnásticas artesanales, ejercicios físicos que ocupan con sus compulsivos rituales de purificación colectiva el arresto domiciliario y hacen de la neurosis obsesiva del trastorno individual un juego de niños.
ANÁBASIS O LA RETIRADA DELOS DIEZ MIL (CADÁVERES)
Y
AVISO PARA GOBERNANTES
No es el Apocalipsis, no. Es la Anábasis, la expedición de una invasión europea del Asia profunda relatada por Jenofonte, historiador protagonista, y la retirada (catábasis) de esa tropa de 10.000 hombres (como en el Covid la guerra mata a más varones que mujeres), diezmada por “el aumento, crecimiento y progreso de una enfermedad de principio a fin” (en la acepción médica del DRAE). La retirada de 10.000 cadáveres.
Aviso, pues, para gobernantes: hasta que no se salga de la curva peligrosa, que cierre el pico el prescindentecoronavirilfla(n)queado por eseexper(pen)to y su matasuegras.
La aldea global es ya un Barrio (Sésamo). ¿Cuándo acaban EPI y BlablablasILLO?
NOTAS
—Es verdad: se limitaron a llenar el mundo de viejos prácticamente inservibles.
[…] [El viejo es la primera víctima del crecimiento de la población —afirmó el muchacho bajo—. […]
—Todo esto, ¿no es un poco prematuro? —alegó Vidal—. Como si quisieran curarnos en salud.
—Usted lo ha dicho —contestó el muchacho de los granos—. Medicina preventiva.]
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 103)
—[…] Tratamos temas de interés. La pensión.
—El gobierno se va a resolver a pagarla —insistió Arévalo.
—Reconozcamos —pidió el de las manos grandes— que para dar la orden de pago hace falta mucho coraje. Una medida impopular, lógicamente resistida. […]
—En estos días he oído hablar de un plan compensatorio: el ofrecimiento, a la gente anciana, de tierras en el Sur.
—Digan lisa y llanamente que deportarán en masa a los viejos —replicó Dante.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 105)
—Que no vengan a decirnos que detrás de esta guerra hay una gran necesidad científica. […]
—Dice bien. Señor. La muchachada hace cuenta que sale a cazar peludos y nos caza a nosotros. […] A eso voy —convino el conductor—. Supóngase que realmente sobre el viejo inútil. ¿Por qué no lo llevan a un lugar como la gente y lo exterminan por métodos modernos?
—¿No será peor el remedio que la enfermedad? —preguntó Vidal—. Yo le digo por el abuso.
—Ahí me ganó —admitió el hombre—. El gobierno es muy abusador.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, pp. 134-135)
—Esa muchachada también me conoce y sabe perfectamente que no soy viejo. Le doy mi palabra: ellos mismos me lo han dicho.
—Los que prometieron volver no son del barrio. Son del Club del Personal Municipal. Se incautaron de los camiones de la División Perrera y recorren las arterias de la ciudad, a la caza de viejos que buscan en sus reductos domiciliarios y se los llevan de paseo, enjaulados, en mi opinión para escarnio y mofa.
—¿Qué les hacen después? —preguntó Nélida. […]
—Hay quienes pretenden, señorita, que los exterminan en la cámara para perros hidrófobos. Al gallego encargado, un paisano le aseguró que abren las jaulas al llegar a San Pedrito y que los abandonan después de correrlos a lonjazos en dirección del propio cementerio de Flores.
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, p. 144)
—Esta es la juventud, que debería pensar por sí misma —adujo Arévalo—. Piensa y actúa como una manada.
—Te equivocas —declaró Rey—. Como una piara. Una piara de cerdos.
—Pero —interrogó el de las manos enormes— ¿los cerdos no somos nosotros?
[…]
—Es horrible. Siempre hay más gente, aunque ya no queda sitio. Todos pelean, unos contra otros. ¿No estaremos en vísperas de una gran hecatombe?
Adolfo Bioy Casares, Diario de la guerra del cerdo (Alianza, 1987, pp. 113 y 114)
Ya sabes mi situación; sabes que no tengo cesantía, porque, si bien soy anterior al 45, mi primer destino no fue de Real orden; no entré en plantilla hasta el 46, […] El 54 tú entraste en la Milicia Nacional; yo no quise, porque nunca me ha gustado la bullanga. Ahí tienes el principio de tu buena fortuna y el de mi desdicha… […] Parece mentira, Francisco, que el sombrero influya tanto.
Benito Pérez Galdós, Miau (Alianza, 1997, p. 290)