Hay que llegar hasta la página 505 de este contundente volumen para que Andrés Trapiello nos resuma la condición esencial del mismo, que resulta tan cristalina como impresionante: “Mi vida, en lo que sea, está contada en estos cuadernos. Podría seguramente ser de otra manera, aunque no creo, pero en lo que es, está contenida aquí”. Tan diáfana confesión nos sitúa en el ámbito de la autenticidad y de la emoción: estas palabras que estás leyendo aquí me retratan, me resumen, dicen quién soy, cómo soy, qué habita en mí. Y por eso se convierten en un alto documento donde múltiples vectores (humor, literatura, religión, política, poesía, autobiografismo) convergen y se articulan maravillosamente… Resumiré, para ofrecer una idea aproximada del tomo, algunas de las líneas más llamativas… Por ejemplo, ciertas reflexiones sobre el mundo de la literatura, en el que Trapiello considera preferible no alcanzar un éxito multitudinario, porque supone quedar en manos de la opinión ajena (“El gran éxito siempre es mejor que lo tengan fulano o mengano. Eso sin lugar a dudas. Porque los lectores, cuando se juntan muchos, te dan para luego quitarte. ¿Por qué? Porque se creen con derecho a juzgar aquello que creen comprar”); y donde puede uno toparse con algunos indeseables, como ese “maestro de periodistas” con el que mantuvo una agria disputa y al que define minuciosamente explicando que su “aspecto se asemejaba mucho al de un sapo, con la boca grande y sin labios, los ojos saltones y dos grandes carrillos”… Por ejemplo, la contundente página que le dedica a la iglesia católica por su bochornosa implicación (y connivencia) con el franquismo, que requiere su propio ejercicio de memoria histórica; o el retrato caricaturesco que le dedica a la figura de Escrivá de Balaguer, a quien no tiene problemas en calificar de “ególatra afeminado” (p.238)… Por ejemplo, la enérgica invectiva que dirige también a los dirigentes del comunismo internacional, a quienes disecciona con el mismo rigor que a los dictadores fascistas (“Cada comunista que ha tenido el poder ha sido para atentar contra la humanidad. De ahí que sea legítimo preguntarse cuándo veremos a los viejos jerarcas comunistas pedir perdón” (p.320)… Pero también encontramos en este poliédrico trabajo consideraciones interesantes sobre las relaciones humanas (“Una de las pruebas terminantes de la imperfección del mundo es que puede uno elegir a sus amigos, pero no siempre a sus enemigos”), perlas líricas de asombrosa belleza (“El hecho de que la nieve sea silenciosa es lo que sin duda la rodea de tanto misterio. ¿Cuánto tendrá la nieve de tigre?”) y algunos memorables destellos de humor (“Robar a una casa de seguros o a un banco no es pecado, sino milagro”)… En resumen, una obra llena de inteligencia y de buena literatura, que deja huella en la memoria.