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ISSN 1989-4163

NUMERO 92 - ABRIL 2018

Tristeza

Paco Piquer

               Son dos personajes tristes. Aparecen en mí día a día cuando bajo a pasear a mi perra.  Cuando el hombre triste también pasea a su perro. Un  schnauzer enano cuyos bigotes arrastra por el suelo, cabizbajo, sin apreciar en apariencia el placer de uno de sus recorridos diarios, ni siquiera cuando se detiene olisqueando la acera o una farola. El hombre triste tira de él no permitiéndole apenas sus rituales perrunos. Algún día nos cruzamos en el frío de la mañana de invierno o en el amanecer perfumado de la primavera. He sentido a veces deseos de saludarle mientras nuestras mascotas se olisquean brevemente, pero él no permite esos escarceos y tira del schnauzer de inmediato. Mi perra levanta la cabeza y me mira sin entender. A ella, una inteligente mestiza blanca y negra, le agrada juguetear un poco con los perros vecinos que encontramos en nuestro recorrido por el parque vecino, dando unos pequeños saltos como diciendo, aquí estoy yo. Soy Babi, la del tercero be. Pero el pobre schnauzer del vecino se aleja con rapidez, arrastrado por la correa del hombre triste. He llegado a pensar que no le hace gracia tener un perro, con las obligaciones que ello conlleva y, de ahí, más que la tristeza que le atribuyo, el fastidio de tener que cumplir con el deber de pasearlo a diario las veces necesarias para que su mascota haga sus necesidades y un poco de ejercicio. Quizá el hombre se comporte de manera diferente cuando no lleva al perro de paseo, sería lo más probable si se cumpliese mi teoría. Pero hoy he visto a mi vecino llegar del trabajo, cabizbajo como en la mañana, triste, como si el mundo se le cayese encima y estuviese pensando en el mañana próximo que comienza indefectible con la rutina matutina con su perro y la tristeza de una oficina que su presencia debe de hacer más triste todavía. Juraría que es así.

Epílogo triste.

Una semana después de terminar este escrito, mi perra, Babi, la del tercero B, murió, víctima de esa putada llamada lehmaniosis.  La tristeza la aporto yo ahora. Y, ahora, observo a mi vecino con envídia.  


Tristeza

 

 

 

 

 

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