El pasado 14 de febrero, día de San Valentín, tuve el placer de presentar en la librería 22 de Girona el libro Hojas (Sloper, 2017), reciente ganador del XIV Premio Café 1916, obra del escritor Andreu Navarra (Barcelona, 1981). Navarra es un reconocido ensayista pese a su juventud, con obras como El regeneracionismo. La continuidad reformista (2015) o El ateísmo. La aventura de pensar libremente en España (2016), entre otras. De la lectura del libro y la conversación con su autor surge este texto, que pretende sintetizar tanto la experiencia lectora como el estimulante intercambio de ideas.
Se trata de una novela estructurada en forma de diario íntimo, en la que un viejo filósofo, una farsante en palabras de su autor, se refugia en Ámsterdam tras la estela del pensamiento de Baruch de Spinoza, y de prostitutas que le hagan compañía. El texto tiene una carga notable de ironía, como se destila de frases del tipo: “De todas fomas, era francesa. / Dicen esas cosas. Luego nada.“ (36) O por la escena de porno-terrorismo anticolonialista que termina con una agresión de un emigrante musulmán (90-92). Es una ironía que se combina con toda una serie de aforismos que componen una suerte de análisis cultural de la sociedad occidental: “El turista corriente exprime las ciudades y renuncia a respirarlas.” (58) También con sencillez de estilo: “el aristocratismo supremo”, en donde el autor esconde recursos brillantes, como el uso reiterado del pronombre ‘yo’, en coherencia con un texto supuestamente escrito en francés y después traducido.
A partir de la cita de la primera página del libro: “he venido a buscar putas” (9), podría hablarse del carácter provocativo del narrador. Con esta pregunta se inició el debate. Navarra nos explicó que su protagonista se inspiraba en Emile Cioran (1911-1995). El Cioran que convivió con los situacionistas en París, aunque el protagonista de la novela sea húngaro con pasado comunista y no rumano con pasado fascista. También nos recordó que fue Fernando Savater quien divulgó en España la obra de este filósofo rumano que acabó muriendo de Alzheimer en París y hablando de amor mientras se iba de putas, como el protagonista de su diario íntimo.
La construcción de la sintaxis rota de la obra también es contemporánea de Cioran. Navarra reconoce haber leído la novela El amor, de Marguerite Duras, y comprender que el texto no iba a ninguna parte si no comenzaba a romper la sintaxis, a cortar las frases y a impregnar de caos la materia filosófica de la novela. Es más, el autor afirmó que sus tres autores de cabecera son la Duras, Thomas Bernhard y Pío Baroja.
Solventada la relación entre autor y narrador, Navarra entró a diseccionarnos la relación de un escrito de inspiración histórica con la contemporaneidad. Señaló que se trataba simple y llanamente de un anacronismo. Su protagonista pretende analizar el mundo de ahora desde la década de 1970.
Es a través de esa estrategia como debe asimilar el lector uno de los grandes temas del libro: la filosofía. Son varios los nombres de filósofos que le vienen a la mente al que lee la novela además de Cioran. Para mi uno fue Nietzsche, aunque Navarra lo considera demasiado adolescente. Él prefiere a Schopenhauer. Pero, sobre todo, Spinoza, que es la luz que guía a ese narrador decadente, hasta el punto de que no se sabe bien si ha escogido viajar a Ámsterdam para encontrar prostitutas o para hablar de Spinoza. Según Navarra, buen conocedor de la tradición anticlerical española, si destrozas la idea de Dios, como hizo Spinoza, y la canjeas por la de naturaleza, te conviertes en un materialista. Es en esa faceta, la del ensayo, donde el autor quiso rendir méritos a su maestro, el historiador y ensayista Ricardo García Cárcel (Requena, 1948), lo que dio lugar al animado debate que cerró el acto.