El cachondeísmo es uno de nuestros patrimonios nacionales. En eso no hay por qué estar en desacuerdo: somos un país muy gracioso. Y lo cierto es que nos pase lo que nos pase y nos caiga la que nos caiga, nosotros no paramos de reírnos. A pesar de que nuestro patrimonio social se lo han llevado a los paraísos fiscales. Aun cuando los carroñeros engorden con los cadáveres de la crisis y el poder judicial ya no sea un bien público sino una propiedad privada. Siendo que los sindicatos están missing y las izquierdas, descabezadas (o descerebradas). Si bien la monarquía habita en las páginas de papel cuché y sólo resurge para hacerse unas fotos muy bonitas. Aunque nuestros pueblos fraternos se encuentren enzarzados en luchas fratricidas… Ya nos puede pasar lo que nos pase y caer la que nos caiga, nosotros, venga a reírnos.
No sé. Reconozco que es una suerte disfrutar de nuestro creativo y agudo sentido del humor, sólo me pregunto si no deberíamos tomarnos ciertas cosas más en serio. Lo digo porque he leído comparativas de los políticos con todos los animales salvajes y domésticos. He escuchado versiones cover satírico-sarcásticas de todos los hits clásicos y actuales. ¿Cuántas fotografías caricaturizadas se producen a diario? ¿Cuántos PDFs ingeniosos y PowerPoints hilarantes intertextualizan nuestra pobre realidad informativa? ¿Cuántas grabaciones de audio y fragmentos de vídeo recorren los caminos del alucine o de la histeria? Las redes sociales y los medios de comunicación de masas arden con estas manifestaciones simpático-escapistas. Y a todo respondemos con un like o un “jajaja”.
No sé. En serio: no sé. Quizás todo se deba a que no se puede responder a los planteamientos actuales fuera de la establecida gama de los emoticonos. Quizás estemos injertando este país con una modernidad que todavía no nos merecemos. O puede que el futuro de la humanidad deba pasar por este período “anfetamínico”. Alguien puede aducir que la risa es el opio del pueblo. O que, a falta de pan, buenas son las carcajadas. De acuerdo, no hay por qué melodramatizar. Eso ya lo hicimos en otras épocas anteriores. Tampoco se trata de salir todos los días a las barricadas. Pero ¿no cabría en algunas ocasiones reflexionar, parlamentar, consensuar, cargarnos de razón, imponerla? ¿Sería mucho pedir que agudicemos otras facetas del ingenio? Es probable que algún gracioso me responda JAJAJA. Y yo me preguntaré si se trata de una risotada de guasa literal o si contiene un mínimo de ironía.