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ISSN 1989-4163

NUMERO 82 - ABRIL 2017

Milky Monkey II, el Cinéfilo

Julio Soler

                                                                          “(Rock the boat) Don´t rock the boat, baby.” FORREST

Pues antes de que ante cualquier tentación que tengáis os lo preguntéis más adelante,  me llaman Milky Monkey II porque bebo rusos blancos en honor a "El Nota" de El Gran Lebowski, siempre voy con mi libro de El origen de las especies de Charles Darwin, me gusta hacer el mono y lo de II es porque hasta cierto punto me atrae ser segundón y hablar con segundas. También me agradan las aventuras líquidas de viajes, es decir por mar o por río. Con todo tipo de buques,  embarcaciones que floten, eso sí, y no naufraguen a la primera, quizás a la segunda, que para eso soy Milky Monkey II, aunque hundirse un poco no me asusta. Y amo el cine, soy cinéfilo, porque soy un peliculero. Es complicado viajar para ser extranjero y no poder compartir el paisaje. Uno se mueve pero no tiene a nadie para confesarle hacia cual dirección se mueve. Así que como estoy ligera pero no absolutamente aburrido y eso sí, en total soledad, voy a inventarme una historia basada en hechos medio ficticios medio reales, de esos que se entremezclan, pero hechos al fin al cabo y punto o puntos suspensivos. Pues hay cosas que pasan, pasan de largo u ocurren, por lo tanto podrían ser ocurrencias. Ah, también disfruto bailando aunque no tenga pareja de baile.
“El bergantín HMS Beagle, con fama de ataúd, todo sea dicho, partió de Plymouth rumbo a las Islas Galápagos en 1831, fecha en la que no estoy ahora, claro, pero como me apetece, diré que partí en él. Me compré un traje de chaqueta y pantalón de polipiel color ron añejo. Los demás iban de época de su época, normal. Así que me enrolé para hacer la travesía a las Galápagos. Siempre me habían interesado las tortugas gigantes, con su caparazón de carey blindado a prueba de soportar vivir muchos años. Mi misión era ver vídeos científicos, documentales (naturalistas, de historia y de deportes náuticos) y películas (sobre todo cine clásico, de ciencia ficción de serie B y musicales) de ahora, para informarles cómo las peripecias de la tripulación iban a ser tratadas hoy en día. Cuestión de autoestima para ellos. Saber si las cosas servían para algo y no solo la mera exploración y aprendizaje, sin riesgo exento pero buscado. También era encargado del famoso cuaderno de bitácora y del recuento y acopio de las provisiones, pero como es normal en mí, me lo inventaba todo. Pero en positivo, claro. Quería que fuese una singladura tranquila y sin ni siquiera  ningún motín, por supuesto. El agua dulce y cualquier provisión alimenticia por mi parte, nunca faltarían. El dinero no era problema, desconocía la equivalencia de la moneda actual y la de la fecha de aquel  mítico viaje.”
TOC
“Después de Davenport, nuestra primera escala iba a ser las Islas Canarias, pero intuíamos que podía haber cólera en sus habitantes, por lo tanto grabamos en nuestra memoria el Teide y continuamos navegando. Siendo aprensivos los marineros y sobre todo supersticiosos, no entiendo como no se preocupaban más por el escorbuto, menos mal que en eso sí que fui previsor y compré acciones de comprimidos de alta concentración de vitamina C. Tampoco escatimé en ron añejo y láudano para ver el peligro más realista, no os creáis. Bueno también me llevé vodka, licor de café y crema de leche para un servidor. Es más íbamos ya a atravesar el Atlántico y quería encajarlo con compañía. Por sintetizar, después de cruzar el océano sin grandes novedades relevantes,  atracamos en Brasil en Salvador de Bahía para volvernos a abastecer. Más que nada hacían falta los ingredientes para los rusos blancos para poder amortiguar y admirar el resto del viaje. Había que pasar el temido y brutal Cabo de Hornos y mis rusos blancos, no podían faltar.”
TOC TOC
“Llegados a este punto, el de abandonar el Atlántico para adentrarse en el Pacífico, quise saber algo más de la navegación en sí. Aprendí lo que es el calado, la eslora, la manga y las aletas. La proa y la popa, ya las conocía de vista. Además la jarcia con  su foque en plan estelar, la peligrosa e imprescindible botavara y que no llevábamos remos. Que solo hay una cuerda, la del reloj, lo demás eran cabos. Lo de levar un temporal, lo capear el mismo por la amura de babor o estribor. Pero sobre todo aprendí que  la línea de flotación es la línea que divide el casco en obra muerta y obra viva y curiosamente la viva es la parte sumergida, la muerta, la que todos podemos ver. Intimé por fin con  el capitán Robert FitzRoy que fue el que me contrató a tenor de mi curriculum y experiencia en el futuro. También fue él, quien me presentó a Charles Darwin (Nice to meet you) para que yo le correspondiera: Encantado.Estoy encantado que vaya a usted a escribir El origen de la especies de Charles Darwin, Sr. Darwin.”
TOC TOC TOC
“Cabo de Hornos, bellísimo. Pero exactamente, ¿dónde empezaba y dónde acababa? Todo era calma blanca como mis rusos. Pero no avanzábamos para alcanzar nuestro  destino de las Galápagos. Se me ocurrió, ocurrencias,  silbar el tema principal de Fellini 8 ½  de Nino Rota. Entonces también aprendí la escala del estado del mar: Mar llana, mar rizada, marejadilla, marejada, fuerte marejada, mar gruesa, mar muy gruesa, mar arbolada, mar montañosa… mar enorme. Era el fin. No podría tocar el caparazón de las tortugas gigantes de las Islas Galápagos. Intuitivamente empecé a silbar el tema principal de Amarcord también de Nino Rota. Mar enorme, mar montañosa, mar arbolada, mar muy gruesa, mar gruesa, fuerte marejada, marejada, marejadilla, mar rizada, mar llana. En ese momento es cuando vi un navío griego del que pude atisbar su nombre: Me lo advertiste Circe. Tenía el mástil roto y la cubierta impregnada de escamas de quizás, mujeres asirenadas….”
TOC TOC TOC TOC
-¿Quién golpea el armario?
-Menos mal Milky que ya te has enterado. Llevo tocando toc toda tu vida para que abrieras el armario y tú nada, haciéndote el marinero científico, remando con esa maquinita de remos portátil con los cascos puestos escuchando a Nino Rota enfrente de mí y yo encerrada dentro. Tus historias y tus películas. Y el toc o todos los tocs, tienen más bien algo de sonido de dados en un cubilete antes de que salgan y se abandonen a su suerte.
- Dios mío, usted no será la Señora…
-…Señorita, por favor, señorita, que yo no tengo edad y hasta la fecha no me he casado con nadie.
-Es que ahora no tengo tiempo de atenderle.
 -El contrato del juego es el contrato del juego y tú me contrataste. Aquí está el tablero y las casillas.
-Pero, ¿cómo se llama?
-Averígualo tú, pero tengo algo de pozo sin fondo innombrable cuando caigas en determinada casilla.
-¿Es necesario que haya también una casilla con una guadaña?
-Bueno, nada serio. Está para que cojas confianza.
-Esto me recuerda a El séptimo sello de Ingmar Bergman.
-Tú siempre tan cinéfilo. Disculpa, en esa peli, sale un señor y yo soy una señora, bueno señorita. Aparte ese señor iba de negro y yo voy de blanco a lo Jessica Lange de All That Jazz. Y como señorita de blanco que voy y que soy, me doy cuenta que el pelo lo llevo hecho un desastre de estar aquí encerrada sin ir a la peluquería tanto tiempo aunque no tanto. Así que, ¿podrías traerme laca? Porque con la laca se tiesa, se alisa y se peina el momento.
-Voy, creo que tengo de lo que me sobró en la travesía por el Cabo de Hornos para mantener yo también mi pelo firme durante la tormenta perfecta.
-Milky, Milky Monkey II, entra en el armario, seamos bravos como los rusos blancos y dejemos que la furia acontezca. Por cierto ponme uno, que de tanto tiempo aunque no tanto ( a veces me repito) aquí, tengo la garganta terrosa aunque no terrenal.
- Solo me queda ron añejo del color de los caparazones de carey de las tortugas de las Islas Galápagos que nunca llegué a alcanzar.
-La leche es blanca y nunca cambiará de color porque ya no queda, no te aprovisionaste lo bastante. Oh Milky Monkey II, ahora hablemos de baile y de amor. De lo demás, déjame a mí.

 

 

 

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