Hace tiempo que me asombran y maravillan las personas “que son como son” (suelen ser bordes), piensan exactamente lo que piensan (puro prodigio) y, en consecuencia, es imposible que hagan otra cosa que lo que hacen (suelen alegar exigencias del guión). He tenido ocasión de conocer a gente - mi madre, mi suegro, titanes diversos- que se pasa el día en estado de alerta para no dejar de ser lo que es, ocasionando un grave fenómeno de persistencia en sí mismos. Parece ser que a esto se le llama “identidad propia”, y que es un invento que hace las delicias de psicólogos, nacionalistas, fanáticos religiosos, fanáticos del fútbol y adeptos a determinadas ideologías políticas. Es el célebre “yo”, que en el caso de los poetas deviene yo poético y en el caso de los políticos, en el “aquí mando yo”. Cuando los coaches nos damos de frente con un yo de tipo plúmbeo, solemos salir por patas en busca de un Ego, que siempre es más fácil de reconducir.
Para dotarse de una personalidad que lo flipas- saco ahora mi yo cheli- hay que dedicarse a ello día y noche, y la cosa resulta extenuante, pues hay que desdoblarse en Instagram, Facebook, Twiters y blogs de todo contenido. Lejos estoy de la solidez de mi madre y de mi suegro, y más lejos aún de esa solidez montañosa que vemos a diario en los telediarios, encarnada en políticos, banqueros, tertulianos, sindicalistas y otros carotas de diverso pelaje, que no dejan de ser ellos mismos ni en las pausas publicitarias. A la autotezudez extrema le llaman carácter o talante, y tan panchos. A lo más que llegan, y no siempre, es a pedir perdón. Tarde o mal, naturalmente, que el carácter marca mucho y ellos son como son.
Yo a lo más que llego es a ser yo misma ocasionalmente, episódicamente, y por ello unos días me levanto siendo de Podemos y otros hago las maletas en pos de un país más civilizado, pues este me da grimilla – también España es mucha España siempre, sin fisuras- . Los lunes, vengo observando, me levanto con una pata en Barcelona y otra en el Puigmajor. Los martes, reniego de la política y sólo quiero quemar el Parlamento. Los miércoles y fiestas de guardar, me siento muy de derechas, los jueves, de izquierdas, y la cosa del nacionalismo la dejo para los domingos por si hay manifa y el tono festivo me viene regalado con los churros o algún suplemento cultural.
Tengo observado que hay tanta gente que es ella misma todo el tiempo que llega a provocar desastres de dimensiones galácticas, y que nos haría un favor a todos siendo ella misma a ratines, ocasionalmente. Pero como convencerlos es harto complicado, sólo me cabe rezar para que les pille el toro del Alzheimer y dejen de ser ellos mismos ya para siempre, no vaya a ser que su identidad acabe arrollando a la nuestra y nos tengamos que ir todos a Venezuela, a ver si así vamos entrando en razón. Por sobrevivir, vaya, dejándonos de tonterías y de ese yo tan molesto que no nos deja de incordiar.
Digo yo.