Sexta ley terrible: Olvidamos demasiado rápido. Olvidamos a los amigos que soñamos eternos. Olvidamos a los amores que iluminaron de luz y besos los días. Olvidamos a los que nos amaron hasta la extenuación.
Prometo no olvidar nunca a mi madre bendita ni a mi padre bueno y generoso. El mejor hombre que he conocido y conoceré. Así es y será.
Séptima ley esencial: El amor salva. El amor salva de las tinieblas, de la desconfianza, el desasosiego, el desamparo, el escepticismo, la desolación y demás ejércitos de la destrucción.
Benditos seáis si os veis uncidos por el amor.
Octava ley necesaria: Sólo el dolor te hará fuerte para sobrevivir, para resistir, para seguir en la so(u)ciedad de la indiferencia. Si no ha visitado todavía tu casa, prepárate para la embestida de sus filos. Porque vendrá. No lo dudes. Aguanta la posición. Resiste. Probarás tu valía como Hombre o Mujer.
Pero tenlo claro. Nadie te salvará de su látigo. Más tarde o temprano tendrás que resistir y probarte en sus acometidas.
Novena ley controvertida: El hombre no es el enemigo a batir. La inmensa mayoría de los hombres no somos terroristas. No somos maltratadores. No somos machistas. Humillados, vilipendiados, insultados, parecemos la especie a batir en estos inciertos pasos del XXI siglo. La guerra de sexos no lleva a buenos caminos. Descalificar y perseguir no es la ruta. Nos necesitamos hombres y mujeres para seguir. Los puentes, las fortificaciones defensivas sólo llevan a la desconfianza, al dolor de unos y otros.
Raíz de la décima ley: Hubieras dado tu pobre y poco provechosa vida por tu madre. Hasta el último aliento. Hubieras entregado tu vida perdedora por tu padre. Hasta la última gota de sangre. Sin dudarlo. Darías todo por lo que más te quieren. El Altísimo lo sabe. Sabedlo vosotr@s también.