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ISSN 1989-4163

NUMERO 82 - ABRIL 2017

Santiago Tlaquetzqui y su Descubrimiento de América (III)

Francisco Manzo-Robledo

A LA EMBAJADA 

            Ya era de tarde cuando le entregaron su pasaporte, pero como le habían hablado de los problemas para sacar la visa, decidió irse de allí a la embajada.

            Llegó a la embajada por la puerta principal y un guardia muy bonito, con traje de gala y zapatos de charol, le dijo con un acento de gringo, aunque se veía como yo de tarasco, que para las visas era la puerta de atrás, ¾Por allá, por el estacionamiento.

            Parecía una galera muy grande y cubierta de lámina de zinc, cercada hasta tres metros de altura alrededor. Para acabarla de amolar, ya había cola y ¡solamente eran las siete y media de la noche!

            Las personas que hacían cola lo miraron de arriba a abajo y después de un rato uno de ellos se acercó a decirle: —Jovenazo, ¿no desea  que le apartemos su lugarciano?, perdonando lo de ‘ano’. Mire usted joven: la cooperación es de a 20 dólares o su equivalente mañana que abran los bancos. Usted dirá, digo, para que se evite estar aquí afuera en plena calle, expuesto a esta contaminación de poca madre. Nosotros ya estamos acostumbrados joven, los humos nos los chupamos como si nada, pero usted, que se ve tan decente,  puede irse a dormir tranquilazo y se viene mañana a las siete y media y todo listón. ¿Que no tiene dónde dormir?, no se preocupe, yo lo encamino a un hotelito bien bara pero decente y limpio; eso tampoco quiere decir que tenga que dormir solano joven, también eso puede arreglarse joven, con dinero baila el perro, o como dirían los gringos: with money dance the dog... ¡No! Bueno, pues... hay como quiera joven, nosotros aquí estamos para servirle al cliente;… no hay por qué dármelas, para servirle.

Me los hice cuates rápido. Al que ofreció sus servicios le decían E.T. (El Tronquito), chaparro y jacarandoso, vestido con un traje como de esos de andar en la nieve—parece que ahora sí va a helar mi querido Santiaguín, la noche está cabrona, hay que prepararse—me dijo antes de preguntarle nada. Platicamos de todo, bueno y malo. A la mañana siguiente, había sesenta personas delante de mí. A las ocho nos metieron al estacionamiento, que ahora no era estacionamiento sino como antesala.

            Había cientos de bancas largas, largas y pintadas de verde, sin respaldo. Al extremo del bodegón funcionaban unos ventiladores enormes que revoloteaban el aire frío matinal. Las gentes, todas vestidas con sus mejores garras, hacían cola y se movían como corderitos. Las órdenes las daban nuestros aguerridos policías mexicanos, no faltaba más: váyanse para allá, no, más para acá; ahora pásense a la otra banca, si así; ¡señora, por favor camine más de prisa!; ¡usted hágase más para allá...!¡Muévase señor, ¿qué no ve por donde va la cola?! Y así, todos asustados, esperando “a ver que suerte nos toca”.

            Por una de las puertas laterales salieron de la embajada y entraron en el bodegón varios jóvenes. Ninguno parecía completamente de por acá, aunque algunos tenían pinta de totonacas—son los oficiales— alguien dijo, con aire de sabelotodo. Y luego a Santiago: —Deme sus documentos. ¿Dónde están las cartas de la empresa dónde trabaja? ¿No trabaja en una empresa? ¿Siembra en el campo? ¿Entonces tampoco trae su comprobante de las cosechas? No señor, ahora no, salga por aquella puerta..., sí, donde está el agente de policía.

DE MOJADO

            De allí salió para la frontera en busca de un tal Remigio Roldán, un coyote muy experimentado y muy decente, pues cobraba la pasada hasta después de que la persona empezara a trabajar. Con credenciales impecables, Remigio Roldán se había convertido, desde hacía años, en el coyote oficial de lo que antes era "Los Naranjos" y ahora se llama Santa Rosaura de los Góngora en honor a Santa Rosaura y en honor a los Góngora, los terratenientes que por muchos años exprimieron la tierra y a todos sus habitantes. Los Góngora eran dueños de todo, hasta de los santos.

            Lo encontré a las puertas del cabaret "La calandria", trabajaba en un carro de alquiler llevando y trayendo turistas de San Diego al burdel o del burdel a San Diego.

            —Me llamo Santiago Tlaquetzqui—le dije extendiendo la mano para saludarlo. —Mucho gusto joven, ¿a qué debo tanto honor?—me preguntó Remigio. Allí mismo le conté mis planes y motivos de mi viaje y para qué lo buscaba. Nos arreglamos de inmediato: él me llevaría hasta Los Angeles y me pondría en contacto con alguien que me ayudara a buscar trabajo; el precio no era problema, luego que empezara a trabajar nos arreglábamos, estaba para ayudar a los paisanos, no faltaba más, nomás que no me le fuera a pelar sin pagarle siquiera sus gastos y lo demás era ganancia.

            We met with Rosalío right there for the first time. Remigio Roldán introduced me to him and he took me to the restaurant "El Paso Doble".

Ponte abusado Santiago, mira, cualquier cosa que te diga el patrón, tú dile que sí la sabes hacer, aunque no la sepas hacer, después nosotros te ayudamos.

            The restaurant was bigger than I expected, nicer too. Mr. Khaufman the owner of the restaurant asked: "Have you washed dishes before?"—Dice que si sabes lavar Platos—Rosalío translated.—Pos dile que sí—I told him and then he said—Que yes! He gave me a job washing dishes in the kitchen; he knew I was in the country illegally, and he knew I was cheap.

            Mr. Khaufman was a man in his fifties, although, to me, he looked in the hundreds, white, with blue eyes, not too tall and very heavy.

            At that time there was a boycott initiated by a guy named César Chávez. He was trying to help our people working in the fields and was asking everybody not to buy lettuce picked by non-union workers; Mr. Khaufman didn’t care much for the boycott—I don't give a chile serrano for those unions and their workers, I'll buy whatever I want and wherever I want!—He said once. Now, that comment realmente me enchiló. I could see my father working in the field with no medical benefits, living in a chiquero. ¿Habráse visto gente con tan poca madre? From then on I decided to take advantage, fairly or unfairly, of any situation coming my way, at least... it was a nice excuse.

            Khaufman was married to a very nice, pretty and loving, in every sense, lady, and his main pastime was to chase the girls working there, trying to get them to bed with him. I don't know how successful he was, the girls hated him any way —Viejo cara de culo de pollo pelado, cree que por su dinero se lo vamos a soltar, ¡somos pobres pero decentes!—Rosita, a girl from El Salvador told us after one of Khaufman's unsuccessful chases.

            It was a sad situation, the girls always got very little respect from him; in their presence he always behaved like a dirty depraved old, very old indeed, man. And people in the restaurant would talk:

            —Yo no sé cómo le aguantan las leperadas que les dice.

            —Déjate que nomás les dijera de cosas, pero las agarradas de panocha que les da en cuanto se descuidan.

            —Sí, pero por eso también su mujer anda tras de Santiago como gallina culeca.

            —Hasta parece que le dieron yombina. Pero pos... no nomás ella, también Khaufman. A mi se me hace que ya le está haciendo agua la canoa al rucailo cabrón.

            — ¡No’mbre!, ya hace tiempo que batea zurdo, ¿qué no te acuerdas cuando andaba tras el griego aquél que trabajó aquí por una semana?

            —Bueno cabrones, nosotros también andamos tras ellas, ¿no?

            —Sí, pero nosotros nomás las piropeamos, no andamos con chingaderas, ¿a poco no?

            —I think this happens mostly because they are illegals like Santiago.
            —Tú cállate, pinche gringoletas,  que a ti nadie te invitó a esta plática.

            Rosa was the most sought after, she was young and pretty, but her commitment to work hard and send the money home to her family was strong. She was the oldest in a family of eight. Her parents were assassinated by the government troops in a forgotten village in the Salvadorian country; she and the children escaped harm thanks to the help from other people. She came here to work while the younger brothers and sisters remained in El Salvador with an aunt. Her dream was to bring them all, so they could study, work and be somebody in life.

            —Mejor cásate con un gringo, Rosita, así por lo menos ya tienes segura la green card, y la "migra" te hace los mandados.

            —No, eso lo haría como última cosa, ya que no pudiera hacer nada por mí misma. Si me caso será con quién yo quiera y que me quiera deveras, y no por lástima o por dinero; la migra me hace los mandados de todas formas, yo tengo mis mañas— Her stubbornness made Santiago proud. 

            I got to know Rosita very well, I respected her and she respected me. She was like my sister and I was like her brother. We supported each other a lot. She lived with other two girls and lots of times she would make angry remarks at me because I was living with Sharon... ¿I didn't tell you that? Well let me do it right now.

            After some weeks working in the restaurant I was feeling kind of bad, I like to talk a lot, make friends and..., you know, be around people. I decided to find a teacher to learn English. It wasn’t easy, you know? I had to look for somebody that at least was as pretty as Isabel

            Forgive me for cheating on her, well forgive me for everything, but at that time it was a crisis situation. The first time I saw Sharon she was walking by near the Million Dollars Theater. She liked me, I liked her, and after a couple of weeks, she had taught me enough English to understand that she wanted me to move in with her. Therefore, I did ¿a quién le dan pan que llore?

            Anyway, after six months, the arrangement went sour; she told me that her husband was coming back from the war somewhere and that she thought she was pregnant. —¡¿Qué, qué, qué?!, ¿quién lo hizo? ¿Cómo que estás casada? ¿Y ahora qué vas a hacer? ¡Qué barbaridad, tu marido te va a matar!— She kicked me on the shin and threw my things out of the apartment.

            I had already obtained my papers as a resident of the United States; don't ask me how because it is kind of complicated, that's what Remigio Roldán told me when I asked, so you see. Any way, it was time to go home for awhile. Y así lo hice.

Espaldas mojadas

 

 

 

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