Parecía que la idea, sobre la inferioridad de la mujer, que se había ido arrastrando para frenar su incorporación social había desaparecido, pero no. “Durante una sesión del Parlamento Europeo, donde se discutía la brecha salarial entre hombres y mujeres, el diputado polaco Janusz Korwin-Mike se expresó a favor de esta brecha, indicando que “las mujeres deben ganar menos porque son más débiles, más pequeñas y menos inteligentes”.
No era nada nuevo. Tras la Paz de Versalles, en 1919 se comienza una fuerte campaña para la vuelta de la mujer al hogar y el abandono de los puestos de trabajo que habían ocupado durante la Guerra, para favorecer a los hombres recién desmovilizados. Ello conllevaba el maximizar la labor de la mujer y su papel como madre. El ascenso de los fascismos hace que sean expulsadas de las administraciones públicas que se incrementen las propagandas sobre las enfermedades laborales, que en la filosofía de tutela del hombre hacia la mujer, no deberían sufrir estas, y dificultan en lo posible la incorporación o permanencia en los trabajos de las mujeres casadas. Ni tan siquiera hay que fomentar la educación intelectual de las niñas. “No hay que ser nunca una niña empachada de libros, que no sabe hablar de otra cosa;…no hay que ser una intelectual.”
Sin embargo las reticencias por abandonar el puesto de trabajo, los intereses de los empresarios y el desarrollo económico, frenó mucho estas ideas asumiéndose poco a poco.
La mujer económicamente más independiente, comienza a solicitar sus derechos y su equiparación, que como persona merece en la sociedad en la que vive.
El feminismo es una de las corrientes más importantes de la filosofía política que arranca de modo definido a principios del S. XIX y que tiene su máxima fuerza reivindicativa a través del S, XX, sin embargo es considerado un movimiento de pensamiento casi marginal, pese a que afectaba a un mínimo del 50% de la población. La historia del feminismo tiene aparejada una historia de la misoginia, que hacía que cada vez que sus propuestas eran sacadas a la luz , como el acceso paritario a la educación, la consecución del voto, igualdad laboral o acceso a los puestos de poder, desde muchos frentes se echaba mano a la ideología clásica intentando redefinir el papel y la esencia de la mujer para negar, lo que solicitaba, con argumentos que ahora nos parecen peregrinos, pero que contaban con el consenso general, incluso de la mayoría de las mujeres educadas en una sumisión al varón y en una formación, cuyo eje principal era el matrimonio, la familia y la educación de los hijos.
La Ilustración con las ideas de Igualdad conducían por lógica hacia la igualdad femenina como ciudadana, pero los mismos ideólogos trataron de reconducir estos conceptos apropiados por el feminismo, afirmando que era designio de la naturaleza el que fueran un sexo dominado, era un orden inalterable que como tal tenía que cumplirse, e igual que Voltaire aconsejaba no enseñar a leer a los campesinos, de igual manera, la mujer no debía de tener acceso la educación o en todo caso a una educación dirigida hacia unos determinados fines.
Incluso en aquellos estados, como Estados Unidos, en los que se comienza con una “nueva” mentalidad política; basándose en que la mujer es un bien preciado y frágil, no puede dejársele libre a su voluntad, sino que tiene que permanecer bajo la protección paternal para entregarla en matrimonio y posteriormente bajo la del marido, ya que esta libertad significaría hacer dejación de una responsabilidad e incumplir la protección que se merece. Sólo las viudas pueden suplantar la tutela del varón, si son ricas pueden permanecer en este estado, aunque lo aconsejable es que se casen, pero si son pobres, han de tener un varón que les proteja, por lo que es imperativo que contraigan nuevas nupcias.
Las ideas filosóficas para encuadrar este nuevo fenómeno, de la demanda de la mujer de unos derechos, que en la actualidad consideramos naturales, se encuentran precisamente con la negación de tal afirmación. Shopenhauer y los naturalistas interpretan que el sexo femenino es naturalmente vicioso, por lo que no pueden solicitar una igualdad, sino que tienen que estar bajo la tutela del varón. Por otra parte basándose en una teoría semejante, la mujer es víctima de esta situación y la sociedad tiene que poner los medios para redimirlas de ella. Y es en esta segunda opción en la que se basan las sufragistas para solicitar sus derechos.
La aparición del llamado Sufragio Universal ponía de manifiesto una idea subyacente, el Sufragio universal era para los varones, lo que implicaba la nula existencia de derecho en esa preconizada “universalidad”, de las mujeres. Podría pensarse que con la instauración del pensamiento socialista en la masa obrera la idea igualitaria entre hombres y mujeres se impondría. No es así, la sociedad tenía muy enraizado el lugar de la mujer en el organigrama y así las mujeres en el futuro seguirán haciendo de mujeres, y podrán seguir haciendo aquello que desean profundamente porque para ello están destinadas: ser madres, amas de casa y amantes fieles de su marido. Porque la igualdad de clases no implica la desaparición de la división en la función de cada uno de los sexos; que para ellos será aportar los medios económicos de subsistencia y para ellas ejercer sin agobios su misión: ser bonitas y cuidar de los demás. El mutuo respeto no implica una variación en los roles de cada uno.
Esta filosofía queda bien reflejada en las palabras del historiador judío Flavio Josefo, en el s.I.
“La mujer, dice la Ley, es inferior al hombre en todo. Por tanto, debe obedecer, no para ser violentada, sino para ser mandada, pues es al hombre a quien Dios ha dado el poder.
Y parece mentira, pero a principios de siglo, ante el ascenso social de la mujer y sus reivindicaciones de igualdad el famoso neurólogo austríaco Paul Julius Moebius, escribe un libro de gran ddifusión: “La inferioridad mental de la mujer” ( La deficiencia mental fisiológica de la mujer).
Y es que cuando parecía que el largo camino hacia la igualdad se había asentado, todavía quedan muchas piedras en el camino que quieren impedir el imparable caminar.