Aquella tarde de recriminaciones y miedos,
de jardines mojados de censuras
Nunca he estado en Glasgow
Penúltimo esplendor de la tarde,
pintándose los labios mientras muere. Década: Andrés Neuman
***
El carmín de tus palabras en la orilla,
los restos de una noche de invierno,
la inmediatez de tu nombre en mis manos,
la salida loca de la mañana,
el penúltimo esplendor de la tarde,
pintándose los labios mientras muere:
la resignación del silencio en la ventana,
mis ojos perdidos de vaho,
la savia respirando caléndulas
con el rojo de tus letras hiriendo.
Son tus diez dedos los que escriben
el destino impalpable y su geometría,
la sagaz saga de tu memoria,
la constante insolación de tu pelo,
ese resplandor respirando anémonas,
el fondo de una ola en tu cama,
la boca de un sobre cerrada,
el suspiro de terminar de leerte,
perder antes de haberme jugado
el no querer llegar a tu final.
Aquella tarde de jardines mojados de censuras
y pantalones vaqueros ajustados
a los días y a tu cintura,
ese incansable silencio del cielo,
la noche ensimismándose contigo
de par en par y de espaldas,
la saliva preparada para nada,
iluminados guiños tiritando noches,
noches sin júbilo como huidas
por las orillas en poniente de tu pecho.
Dos luces suplicando una mirada, y ese tenue
sabor oscuro que rompe el paladar del horizonte,
mientras el cielo sortea nubes entreabiertas,
y las huellas silenciosas de los caballos
?la carrera perdida de antemano?
anochecen el desconcierto de tus labios
al cómplice silencio reclamándole respuesta
con sus diez largos dedos repasan tu orilla de pómulos
a la luz sufriendo su insensato deshielo
y este lubricán de besos en poniente.