Parece que Ricardo Hernández, que siempre está a la que salta, da la noticia de que el número uno musical en Inglaterra es la canción “I took a pill in Ibiza”. Si escucháis la canción pensaréis que el cantante sufre de hemorroides, y no precisamente en silencio, pero que al menos tiene la decencia de hacerse acompañar de una guitarra afinada. Lógicamente, nuestras autoridades se apresurarán a protestar argumentando que la isla no merece semejante publicidad. Tampoco Gandía se merecía su repugnante Gandía Shore, y nos lo comimos con patatas. Sin embargo, y aunque me duela por la cercanía, todos sabemos que Ibiza lleva muchos años siendo un laboratorio experimental de alucinantes sustancias que los amantes del cachondeo, ahora denominados Clubbers, se lanzan a consumir. La película More, con su extraña banda sonora de Pink Floyd, ya marcó un hito en el 69, cuando aún no existía ni Amnesia, ni todas las macrodiscotecas que hacen titular cada verano con alguna sobredosis o paro cardíaco. No es raro ver a las ambulancias hacer guardia toda la noche en las inmediaciones de estos templos del desenfreno. Como decía el historiador Isidoro Macabich, “En Ibiza hay hijos de payeses, hijos de pescadores e hijos de puta”. De que en Baleares todos venimos de la payesía o del mar doy fe. Los de la tercera categoría suelen ser de importación, como lo son las drogas mataniños con las que nos amargan el verano.
Después de más de 25 años viviendo en Baleares, puedo afirmar sin rubor que la filosofía del isleño se resume en dos frases. “No tengas prisa, te has de morir bien igual” y “No pases pena”. Una visión menfotista de la vida. Menfotista de “me’n fot”, que viene a ser un “me la rempanfinfla”. Que la parte tolerante no se coma a la fenicia, parece pensar un nativo desganado que, sin embargo, saca tajada. El problema llega cuando algún listo te cuela los polvitos en la copa sin pedir permiso, buscando la posterior adicción, la posterior violación o la posterior orgía playera. Escuchando al tipo de la canción, bien pudiera parecer que ir a Ibiza en verano y no ponerse hasta las trancas es prácticamente imposible, pero los baleares sabemos que esto no es cierto. Hay otra isla, otro modo de vida, otros aires. Algo que quizás se entrevea en “Lucía y el Sexo”, rodada en Formentera pero similar a su hermana mayor en cuanto a belleza paisajística, mar espejeante y cielos recién fregados. Si existe el Paraíso, yo lo ubico en estas aguas; unas aguas que unos vemos y otros adivinan. Para nosotros es la realidad de cada día, para los clubbers, leyenda, alucinación o lienzo aguamarina sobre el que pintar su fiesta.
Sólo me queda cruzar los dedos para que la travesía hasta octubre, que es cuando los niñatos vuelven a la universidad y aparcan temporalmente ciertas drogas, pase rápido y no ponga sobre la mesa decenas de muertos que nos estropeen el arroz a banda.