En estos días me he interesado por la figura de Castelao, escritor, artista gráfico y plástico, y primer nacionalista gallego. Hablaban hace algún tiempo de las manipulaciones que tiene historia y siguiendo la pista de los aconteceres del período 1937-1939 descubro, además a un funcionario apasionado por su Galicia natal, expedientado y represaliado por el régimen franquista, y exiliado, pero antes dejando pistas en Valencia hasta llegar al otro lado del Atlántico con el sueño de GALEUZCA bajo el brazo. GALEUZCA, una diosa que acogía en su seno culturas y lenguas plurales y diversas.
Primera edición de “Cousas” de Castelao publicado en 1926 en la editorial Lar de A Coruña
Pero no es de Castelao de quien quiero hablar, sino de Ernestina de Chapourcin y su poemario
Primer exilio, publicado en la colección Adonais, en 1978. Decía Concha Lagos, en aquellas fechas, que lo mejor de aquel poemario era su última parte “Poemas con Rilke al fondo”, pero yo, he de reconocer que aquellas páginas escritas por una mujer que ha sido encasillada reiteradamente en el “Departamento Espiritual”, siempre a la sombra del ciprés alargado de Domenchina, me han fascinado.
Ernestina de Champourcin y Juan José Domenchina, 1936
Fuente: Universidad de Navarra
Abrir la caja de madera del tiempo es descubrir nuevos horizontes, observar realidades ocultas, es como exhumar los restos mortales y esperar a ver qué sucede. El murmullo de las hojas descubre un camino hacia el primer exilio que Ernestina trazó perfectamente desde su salida de Madrid una “noche [que] se desgarra [ba] / a golpes de culata”, tras la sorpresa del estrépito inicial; describe impresiones vividas en su camino hacia el mar, entre lugares como, “Motilla” [del Palancar], “Buñols” (aunque así lo escribió la autora es evidente que se refería a Buñol), el “recuerdo de Antonio Machado”, y ese “…sabor a playa / que ronda por las calles…” tal vez percibido en un breve paseo por aquel viejo tranvía a La Malvarrosa... Ernestina, llegó hasta “Valencia” donde “alguien quiso perderse / para siempre en las olas”. Y de aquí, a “Barcelona”; “Perelada” es una estación intermedia donde en sus sótanos flota una atmósfera de artistas, “luz y sombra. Color…”, es la antesala del “barrio chino” de Barcelona, lugar donde caminará “de una miseria a otra” hasta poner un punto y aparte en “La Junquera”, “carretera en huida”.
El amanecer se interrumpe en un café casi parisino en“Le Boulou”, allí la música existe, se ha tragado el miedo, los fantasmas y deja el camino libre hacia el destino, pero antes serán “Toulouse”, “Saint Nazaire”, lugares visitados de paso, y por fin “Alta mar”, fue entonces cuando Ernestina tomó conciencia de la separación de su España por un mar “hostil pero tan bello”…
Ya en “Veracruz”, primer puerto de asilo, entre la exuberancia del mercado de las frutas, surge “Orizaba”, y la visita al “Panteón español”. Aquí el tiempo parece detenido en este punto y se abre la puerta de la segunda parte del poemario, “Etapas del tiempo”. Juan Ramón, en la sombra, las tertulias, y el encuentro con Emilio Prados en su “Elegía a destiempo” y aquellos últimos días… Ernestina se pregunta “¿A dónde fuiste Emilio? / Tu río corre siempre.”. La muerte cobra forma de suicidio y en una carta-poema fechada el 27 de octubre de 1959, Ernestina expresa a Manuel Durán, en un monólogo, la desazón que le invade entre la espera y la soledad posterior, pero el misterio quedará guardado para siempre.
“Tipasa”, tercera parte del poemario, es la evocación del desierto y el pórtico de entrada al no lugar, ese que habita siempre Rilke, allí, en el fondo. Tipasa es México, el real; y Argelia, la imaginada, en medio, el mar, de nuevo, pero ahora es el Mediterráneo quien canta los himnos de Novalis y al recuerdo de Concha Lagos, le dice:
Y al marchar dejaremos
aquí esa palabra
ese oculto deseo
que no cuajó en semilla…
Concha Lagos, 1955
Fuente: Biblioteca Nacional de España
Después, llegan los poemas inspirados en Rilke que Ernestina colocó hábilmente al final del volumen. “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge” fueron inspiradores de los poemas que excavan galerías, que profundizan en el misterio del no lugar, que tanto gustaron a Concha.
“¿Es aquí donde viene la gente a vivir?” se pregunta Ernestina, “en el cuarto contiguo / un estrépito loco”, alguien observa tras los cristales “y dentro la presencia / de una ausencia intangible”… Pero una “Fiesta” estalla en medio del silencio de oraciones, surge como “alguien [que] juega a saltar / a correr a reírse / como si las escuelas / estuvieran cerradas”. Mientras “una mano invisible” alisa el lomo peludo de un perro y Herman Hesse interviene, para decir en boca de Ernestina que “hay escalones hechos para ir hacia arriba / y otros que descienden / a pequeños prodigios / minúsculos oasis / para un fugaz descanso.”
El no lugar se impone en los versos de Ernestina como se impuso el vacío en aquella tumba en la Chacarita que quedó despojada de su contenido. En ese espacio de ausencia Ernestina “respond[e] sin voz”, finalmente nos dice que atrás quedó “aquel pasillo oscuro / la visión entrevista / al final, tan hermética”, y algunas otras cosas más.
1978, el año de publicación de Primer exilio, fue un año memorable, en muchos sentidos, pero lo que más destacaría yo es ese reencuentro que se produjo entre dos poetas coetáneas que estuvieron separadas por un tiempo por mares de zozobra, y la grandeza de unas páginas escritas por una de ellas, que restablecieron lazos imaginarios de amistad en eso que todavía llamamos poesía, sí poesía, porque tal vez cualquier día, como sucede de modo habitual, le peguemos el cambiazo, igual que sucedió con la figura de Castelao, y como ha sucedido con tantas otras cosas de este mundo.
¡Disfruten, señores y señoras, y revivan aquel primer exilio convertido ya en una pieza única e irrepetible de nuestra historia poética reciente!
Escrito queda, entre la premura de una tesis inabarcable.
Bibliografía
Alvarez, D. (2009): Galegos na diàspora, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, Secretaría Xeral de Emigración.
Anasagasti, Iñaki (1985): “Castelao y los vascos”, en http://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2006/06/castelao_y_los_.html
Champourcin, E. (1978): Primer exilio, Madrid: Ediciones Rialp, S.A.
Castelao, (1926): Cousas, A Coruña, Editorial Lar.
Rilke, R. M.; Valverde, J. M. (1965): Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, Barcelona, Plaza y Janés.
Xose Manuel (2000): “Una apreciación sobre Castelao”, Adamar, n 2, otoño. http://www.adamar.org/archivo/i_epoca/num2/pag2_29.htm