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ISSN 1989-4163

NUMERO 62 - ABRIL 2015

Los Caballos de Beteta

Ramón Asquerino

 

Y ya te veo, humano sobre hombre,

con Serafín a su árbol de la vida. Pablo de SotomenoR

A Yeyo, entre sus diálisis, heladas y desvelos

***

 

Asomados, confinadas las espaldas al frío,

sin la cara de un rostro, la cabeza confiada,

persiguiendo su propio rastro, senda en blanco

y vahos en silencio,

los caballos de Beteta

cruzando el 6 de febrero de 2015,

lomos y crines topando nieve,

relinchando madrugada las seis,

anhelan hacia ese árbol de la vida.

 

¿De qué colores son sus miedos de fondo,

o el más allá trampa de horizontes,

o la Y equina, esquina de caminos?

 

No sé, lector, si podrás ver la imagen,

que me llegó lenta desde ti,

si habrá cabido entre el espacio

en nieve de este desvelo,

si pensarás que hay una celada encelada

por este siglo de falsas metamorfosis,

pero son ellos, los caballos de Beteta

que lloran huyendo para seguir altos,

montes vivos, altozanos en su soledad,

libertos y sin nombres ni caricias,

rotos por pervivir, más en la hierba

que por este frío que se desparrama de brazos

--ojeras hasta en los labios, testigos sin pestañas--,

restaña, abre su diente incisivo y,

con su aguja de cánula, muerde

tu piel soldada entre perfiles,

mientras la nieve, abstemia y sin abrir la boca,

se tumba a amanecer a tu lado,

tutía en precario por cola de alacrán,

cuando tu costado cuenta

una nueva aguja canto de agonías,

piedras oliendo a las seis de la luna,

camino de los caballos de Beteta.

 

--Ando con la cabeza a caballos, escribiéndote--

 

Tú te sientes, mi lector amigo,

te sientas despacio al lado

de tu Serafín en principios,

lo ves, dormido, por el sueño frío de lo tangible,

por las vías intravenosas del aire,

por el ácido con apellidos extraños de medicinas,

por la intranquila tangente,

la letra insomne de médicos,

o el espacio reducido a tu dolor de venas.

 

Y bramas, incendiado en nieve de frío,

oras horas contra la fibrosis pulmonar,

a la que ofreces sueños de cera

llama, arda,

un incienso Serafín / Carlos,

y ascienda a tu propio rastro, rostro sin amargura.

 

Los caballos de Beteta, juntos,

a la derecha del paraíso del exterior de la foto,

fuera del círculo del miedo en púrpuras,

y esperas, acariciado de sueños,

a que la medicina corra como esos tres caballos

y se te anuncie, arcángel a besos,

a versos querubines, por las rutas de la nieve,

rubios, abriendo el surco azahar de la vida

hasta el camino primavera de aire,

lejos del frío, desahucio de ámbitos urgentes,

bajo el brasero de espliego y café de barra,

sin el temor de las noches relinchando,

ni ambulancias sordas contando nieve,

ni la madrugada amenazando sueños y juguetes.

 

Y ya os veo, humano sobre hombre, Carlos y a su árbol.

 

(No me digas que esto está « sentido » , escríbeme que esto está escrito, tete).

 

 

Madrid, 22 de febrero de 2015. (Aniversario de la muerte por frío, exilio y pena de Antonio Machado)

 

 

 

Los caballos de Beteta

 

 

 

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