La Mano de Midas
Francisco Marín
Autor: Antonio Parra Sanz. Editorial Amarante (2015). 228 pag. 17,00 €
Al plantearme la reseña de La mano de Midas tengo que dejar a un lado el corazón y centrarme en la razón, en definitiva en el entendimiento puro y duro. Me resulta complicado hablar de Antonio Parra Sanz… tanto llevamos recorrido y tanto nos queda por recorrer… juntos.
Lo primero, reconocer la gran alegría que me ha supuesto la publicación, por parte de la editorial Amarante, de esta novela. Por fin el público va a gozar con una historia que yo he gozado en tres formatos… primero leí el manuscrito en papel y posteriormente en libro electrónico; ahora lo he leído tal cual llega a los lectores. Cada lectura me ha gustado más que la anterior.
La mano de Midas es la segunda entrega del detective Sergio Gomes. Este se traslada desde Madrid, después de desbaratar una trama de espionaje industrial en Ojos de fuego , a la Manga del Mar Menor para disfrutar de unas vacaciones. Vacaciones interrumpidas, o vacaciones a medias, por tener que enfrentarse a lo que se convertirá en el caso « Benjamín Blaya » .
Benjamín Blaya es un masajista que aparece muerto en su gimnasio, asfixiado por la barra de pesas con las que practicaba. ¿Accidente, suicidio, homicidio…? De la mano de Antonio Parra, perdón, de la narración, en primera persona, de Sergio Gomes llegaremos a deshacer algo más que un nudo.
Llega desde la Manga al paseo del Rey Alfonso. A partir de aquí recorremos, junto a Gomes, prácticamente toda Cartagena (propongo desde ya la ruta cartagenera de Sergio Gomes) de una punta a otra, incluidos los faros –San Pedro y Navidad-. Gomes, al tiempo que conoce la ciudad, aprende sobre su gastronomía, por ejemplo: […] una especie de arroz muy anaranjado y algo caldoso […] (página 89). Deja, en su periplo, al descubierto una galería de personajes y una fauna social que no tiene desperdicio.
Antonio Parra ha madurado en su redacción; el tiempo ha hecho que su escritura adquiera la serenidad necesaria para, como un auténtico maestro, plasmar una historia a la que no le falta ni le sobra nada… Trama perfectamente urdida en la que cada pieza está donde debe, caminamos sobre ellas hasta el desenlace final.
Sergio Gomes no es un detective al uso… Comenzamos por no tener una descripción física de él; por otra parte, no fuma, no bebe whisky… cuando bebe… bebe cerveza –con alcohol, le gusta- o vodka. Al estar de vacaciones no sabemos como es su guarida/despacho. Eso sí… unos cuantos guantazos y algo más se lleva, como todos.
Todos los personajes con los que se entrevista Gomes podrían desear la muerte de Blaya y, sin darnos cuenta, como si de una partida de billar se tratase, lanzada la primera bola y de carambola en carambola, caminando por calles –todas reales- y por locales –casi todos reales- llegamos al clímax de la historia.
La madurez del autor se ve en los diálogos… claros, rotundos, sarcásticos, socarrones, amables, duros… en fin… plenos, e inmersos en una prosa clara, transparente y rica.
Sergio Gomes al igual que Antonio Parra viene de Madrid a Cartagena… Antonio se quedó; espero que Gomes también se quede. En muchos detalles del detective descubro al escritor… a pesar de que el personaje tome… ¡¡vida propia!! Una perla: […] mi aventura culinaria me dejó unos michirones duros y arrinconados en el plato en beneficio del jamón y el chorizo que los escoltaban […] (página 41).
Al igual que los mejores autores del género, es preciso llegar al último capítulo -21, en total-, ¡magnífico!, para enterarnos que le pasó realmente al masajista Benjamín Blaya y el porqué.
Cartagena puede felicitarse de tener en ella a un detective como Sergio Gomes… ¡larga vida!
Antonio Parra Sanz (Madrid, 1965). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de Lengua y Literatura en Cartagena (Murcia). Articulista de opinión y crítico literario para varios medios, es autor de las novelas: Ojos de fuego, Apocalipsis 17,1, y Acabo de matar a mi editor, y de los libros de relatos: Desencuentros, El sueño de Tántalo , y Polos opuestos; del ensayo Tres heridas (Consejería de Educación, Región de Murcia) y del volumen de artículos de opinión La linterna mágica (Editora Regional de Murcia). Autor del guión cinematográfico Mala reputación. Finalista y ganador de numerosos premios literarios, e incurso en varias publicaciones colectivas y antologías. Miembro del grupo promotor del Premio Mandarache de Lectura. Cofundador del ELACT –Encuentro Literario de Autores en Cartagena-.
De vuelta de su periplo europeo… nos atiende Antonio Parra…
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Sergio Gomes?
R.- Pues hace ya unos cuantos años que nació, y no fue producto de una casualidad, pero casi, porque yo trataba de escribir un cuento negro en el que había una mujer enigmática y un detective un tanto derrotado, y me encontré con él, con un tipo cuyo propio nombre ya era un guiño al género y que poco a poco fue pidiendo más protagonismo, hasta convertir aquel cuento en una novela.
P.- Dos entregas: Ojos de fuego y La mano de Midas , ¿tiene previsto cual va a ser el recorrido de Gomes? ¿Sabe ya donde y en qué forma acabar á?
R.- Largo me lo fía, como decía don Juan Tenorio. El siguiente paso de Gomes sí está perfilado, y espero que provoque una cierta conmoción en Cartagena. En cuanto a la manera en la que terminará, no me siento capaz de dirigir tanto su destino, sobre todo teniendo en cuenta que es él quien aparece y desaparece cuando le viene en gana.
P.- Usted vino de Madrid a Cartagena y aquí está... Gomes, de momento está en Cartagena, también ha venido desde Madrid, ¿se quedará en Cartagena?
R.- Pues no lo sé, tendríamos que preguntárselo a él, parece que de repente, a pesar de haber llegado a Cartagena de forma un tanto casual, empieza a tener algunos motivos para quedarse, tal y como verán los lectores de esta novela. Gomes es un tipo muy peculiar, así que tal vez habrá que preguntarle a la ciudad si ella quiere que se quede.
P.- ¿Cuánto hay de Antonio en Sergio y cuanto de Gomes en Parra?
R.- En Sergio hay algunas manías propias, como la ironía o el sarcasmo, que es moreno, aunque tenga más pelo que yo, creo que tenemos más o menos la misma estatura…, pero poco más. En cambio Gomes sí me ha regalado algunas cosas, como el empeño a la hora de averiguar aquello que nos extraña, la capacidad para seguir a alguien, y sobre todo el inconformismo. O no, tal vez el deseo de protestar se lo haya prestado yo…, quién sabe, cuando se convive tanto con alguien se termina uno por contagiar de lo bueno y de lo no tan bueno.
P.- Veo a su detective... como decirlo... muy "¿blando?"... no fuma como un carretero, no le pega al whisky... no sé... ¿Deme su opinión?
R.- Hombre, blando, blando, yo creo que no. Fuma menos, claro, pero como todo el mundo, a ver quién es el guapo ahora que se salta tantas prohibiciones. En cuanto a lo del whisky, él siempre ha sido más de vodka, la verdad, pero cuando las existencias flojean o la necesidad aprieta, no duda en cambiar de bebida, faltaría más. De todas formas, no me lo catalogue usted de blando porque no ha habido caso en el que no haya terminado “recibiendo” lo suyo.
P.- Sé que es usted muy dado a redactar listas varias sobre "faunas personales en circulación"... En La mano de Midas retrata, así mismo, una variopinta escala de personajes... por lo menos curiosa, ¿los percibe así en su deambular por la ciudad?, o ¿me dirá que así lo ve Gomes?
R.- Claro, es Gomes quien los ve y los cataloga, yo sólo le presto la mano, de las críticas sociales se encarga él, aunque con el panorama que tenemos, a veces me entran ganas de azuzarle un poco para que sea mucho más ácido con algunos de los tipos con los que se encuentra, porque vivimos en un país en el que los sinvergüenzas por metro cuadrado crecen de forma exponencial cada día que pasa. Nótese que he dicho sinvergüenzas porque pretendo ser comedido, pero cada lector puede poner el epíteto que desee, porque hay fauna despreciable como para dejar a la RAE sin insultos en el diccionario.
P.- ¿Hay algún momento de la historia en que el detective toma "vida propia" y hace lo que le da la gana? Ya sabe usted cual es mi cruz con los escribidores y sus personajes .
R.- Siempre lo hay, de hecho, cuando finalizamos nuestra andadura en Ojos de fuego , yo tenía planes para Gomes, ya le había conseguido un par de nuevos casos, pero decidió desaparecer, y se tiró dos años sin dirigirme la palabra, hasta que consideró que era el momento de regresar y me pidió, bueno, casi me exigió que empezásemos a trabajar con el caso de La mano de Midas . Aunque usted no se lo crea, los personajes toman sus propias decisiones con más frecuencia de lo que parece.
P.- Su "desvirgamiento" gastronómico, al llegar a Cartagena ¿fue similar al de Sergio Gomes?
R.- Usted pretende que me echen de la ciudad antes que a Gomes. A ver qué puedo responder ahora…, no fue tan traumático como le ocurre a él, pero sí tuvimos alguna experiencia común, por ejemplo yo no tolero algunos platos de la zona, como los michirones, pero en cambio me he enamorado ya sin remisión de otras especialidades, como el caldero o el café asiático, así que creo que la balanza se inclina claramente hacia la ciudad.
P.- En este difícil ambiente de la edición ¿qué ha supuesto para usted ver a su hijo literario deambulando por este mundo?
R.- Pues cara y cruz, la verdad, porque ese mundo editorial, como usted dice, no deja de ser peculiar. El primer editor que se interesó por Gomes está en busca en captura y tiene varias causas pendientes con la ley, con la ley y con un buen número de autores que le estamos esperando para ajustar cuentas. Al menos luego la editorial Tres Fronteras recuperó el caso de Ojos de fuego y le dio vida de nuevo. Aquella experiencia me volvió desconfiado y un tanto escéptico, y desde entonces he coincidido con cuatro o cinco editores, algunos mejores, otros no tanto, y sigo buscando sólo un editor que me “cuide”, que en el fondo creo que es lo que queremos todos los escritores. Ahora he coincidido con la editorial Amarante y no tengo motivos para la desconfianza, más bien para todo lo contrario.
P.- Veinte capítulos tiene la novela; todos con nombre propio... ¿cómo los bautiza? ¿Antes de escribirlos o posteriormente?
R.- Depende del momento de la redacción. Normalmente antes de iniciar un capítulo sé qué vamos a contar, cómo lo vamos a plantear y cuándo terminará, eso permite buscarle un título de manera un tanto fluida, aunque alguno se haya resistido. En cualquier caso, el objetivo es lanzarle un pequeño guiño al lector, como anunciándole una pizca de lo que se va a encontrar en él.
P.- Soñar es gratis... La mano de Midas es muy cinematográfica... ahora la pregunta tonta ¿le gustaría verla en pantalla?
R.- Por supuesto que sí, no voy a hacerme el delicado ni a responder con medias tintas del tipo “no sé, las adaptaciones no suelen ser buenas, no quiero que maltraten mi obra…” No sólo me gustaría verla en pantalla, me encantaría, y con lo que me apasiona el cine, hasta me animaría a participar en el guión. Además, así tendríamos la posibilidad de que las andanzas de Sergio Gomes le pudieran gustar a un público aún más numeroso.
P.- ¿Cómo ve el panorama literario de la ciudad y... de la Región ?
R.- Fantástico, en todo el tiempo que llevo viviendo en esta región no había visto una efervescencia literaria como la que se respira ahora, ésta es una tierra de buenos escritores, y lo ha sido siempre, pero hemos tardado mucho en quitarnos “el pelo de la dehesa” y empezar a presumir de ello. En cualquier caso, habría que reconducir la cuestión, al menos en el caso de Cartagena, y preguntarle a la propia ciudad si es consciente de la buena literatura que se está produciendo en ella, para que de una vez por todas le preste la atención que se merece.
P.- ¿Está trabajando en algún proyecto... nos puede desvelar algo?
R.- Siempre hay proyectos en marcha, ya sea en la cabeza o en el papel. Ahora trato de terminar una novela satírica que habla del mundo infame de la televisión y el periodismo basura, y con la que intentaré provocar sonrisas y reflexiones por igual. Y en cuanto termine, le devolveremos la voz a Gomes, porque ya lleva un tiempo llamando a la puerta, y cuando él llama no lo hace precisamente con delicadeza.
Muchas gracias.