“[…] m´ha quedat /la mà, prement-me, de la mare”: Joan Margarit.
En este diálogo de muertos que mantienes
en punto cada mañana
-como si siempre hubiese mañana-,
el resquicio de los gestos guardas
de todos los trece de febrero desde Larra,
en el detalle de su mano,
que ya no agarraba sino huellas de aire,
en el transcurso último de su noche.
A saber con qué soñarías aquel viernes encanecido
de huesos y recortado el aliento,
aire sin aire, huido, ruido, latido,
solo envanecidas las venas por hablar, hinchadas
del silencio tartamudo del lubricán,
con el que te citabas en la orilla
para verte las manos
y juzgarlas, muy duramente,
temblando de suaves heridas.
Me ha quedado
la mano de mi madre al apretármela
en esta región desesperada
de todos los trece de febrero desde Larra,
marcado siempre en el equinoccio de esta fecha,
la fecha que me recuerdas, Tiempo,
desde hace el tiempo que, sabiendo de Larra,
me aguardan aquellas violetas
del Egeo, despavoridas.
Me ha quedado
la mano de mi madre al apretármela
en esa región desesperada.
Hace 24 años de tu muerte, de todas tus cartas que no me escribes, de todos los libros que no me recomiendas, de todos los cafés que no nos olemos, negros de noche sin ti –sin ti hay más noche-, cuando vosotros, los muertos ya sois más que los vivos en aquella región desesperada.
No me vengáis todos a la vez, yo me conformo contigo.