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ISSN 1989-4163

NUMERO 32 - ABRIL 2012

Otra Vida

Rafael Reig

Soy tan feliz cuando juego que, si pudiera disponer de otra vida, la dedicaría al ajedrez.

Una vida adicional, por supuesto, no otra en lugar de ésta; no quiero que me repartan cartas otra vez, éstas me valen, lo que quiero es doblarme, como en el juego de las siete y media. En esta vida lo apostaría todo a leer y escribir, pero en la otra, la vida extra, me entregaría al tablero.

En cuanto lo pienso un poco me doy cuenta de que ambas vidas serían paralelas. En la cara B de mi vida llegaría a ser un jugador de mediana potencia, como he llegado en la otra cara a ser un novelista tolerable, pero tampoco llegaría nunca a un torneo de candidatos, ni siquiera a Gran Maestro.

Dos o tres de mis partidas serían recordadas por algunos jóvenes excéntricos  y se me tendría por un jugador irregular, imprevisible y con algunas ideas brillantes, pero siempre por encima de mi capacidad de cálculo. Se hablaría, sin embargo, entre los compañeros, de mi tenacidad inverosímil, mi resistencia suicida a aceptar jamás unas tablas.

Pasaría las mañanas enfrascado analizando partidas para intentar entender las complejidades de la Defensa Siciliana, tal y como ahora las paso leyendo novelas para estudiar la posibilidades del estilo indirecto libre. Iría en tren a campeonatos provinciales, con mi bolsa en la que cabe el tablero enrollable, las piezas y el reloj; desayunaría queso con cruasanes en el buffet de hoteles sin encanto, igual que hago ahora cuando voy a dar una charla a algún sitio.

Quizá diera clase de ajedrez en algún colegio, colaboraría componiendo problemas para publicaciones no demasiado periódicas.

Sería, al cabo, tan feliz como en esta vida, lo cual a ti no te parecerá mucho decir, pero a mí me vale.

Un día, muy anciano, me moriría en mi casa, con amigos y la familia, con whisky y tabaco a mano y oyendo, quizá, a José Alfredo Jiménez y Lucha Villa cantar Las cuatro copas: ¿Me invitas a una copa o te la invito?

Algún amigo publicaría mi obituario con elogios contenidos y  piadosas elipsis:

Fue un ajedrecista de interesante trayectoria y autor del ensayo Posición y fuerza: Heisenberg sobre el tablero, en el que utiliza el Principio de Incertidumbre de Heisenberg para ilustrar su concepción de la estrategia ajedrecística. Su obra más conocida, sin embargo, es el libro de divulgación  32 castigos. A despecho del subtítulo, Nadie escarmienta en tablero ajeno, analiza 32 de sus propias partidas, en todas las cuales fue derrotado y en cada una de ellas por un error que se atribuye a una pieza distinta: así el primer capítulo se titula Peón blanco de Dama, y otros Caballo negro de Rey, etc. Su libro de poemas Llanto de cocodrilo por Bobby Fischer obtuvo el XVI Premio Ateneo de Mondoñedo.

Su estilo de juego, aunque de una brillante agresividad, adolece del rigor que le hubiera permitido alcanzar el título de Gran Maestro.

Permaneció en activo hasta el final: ayer mismo enviaba la jugada nº 42 de la partida por correspondencia que manetenía con A. Orejudo en el Setauket Open Postal Chess Tournament. Aunque al examinar la posición salta a la vista que  A. Orejudo tenía un mate en tres, al conocer la trsiste noticia, abandonó y le concedió la victoria.

Siempre dijo que su epitafio debería ser: “Me fumo un cigarrito y me voy”.

Todos los que le conocimos sabemos que, cada vez que pronunciaba la frase sacramental, no lográbamos sacarle de allí ni con agua caliente y se quedaba hasta el amanecer.

¿Y si pudiera doblarme, como en las siete y media, una vez más, y otra y otra, a medida que me fueran entregando figuras?

Pues, la verdad, hay tantas cosas que me gustan que no tendría problema ninguno en vivir en paralelo hasta diez o doce vidas felices.

 

Otra vida

 

 

 

 

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