El trile es un juego, normalmente asociado a la estafa, que es tradicional en calles concurridas y mercadillos. Se juega con tres cubiletes y una bolita y el objetivo del juego es que la víctima o jugador intente adivinar debajo de qué cubilete se encuentra la bolita. Los cubiletes son manejados por el estafador (también conocido como trilero) y, habitualmente, cuando el timado elige un cubilete, el timador levanta el cubilete, la bola no se encuentra allí, con lo que se queda sin su dinero. Lo más normal es que la bolita esté en la mano del trilero y nunca en uno de los cubiletes.
El mes de febrero me hacía eco en mi artículo del asombroso timo montado entre el Banco Central Europeo (BCE), nuestros Gobiernos, y los bancos, con el préstamo de medio billón de euros por parte del BCE a los bancos, a 3 años y a un 1% de interés, para que éstos inyectaran liquidez a las economías. Eso se nos contaba, pero ¿dónde está ese dinero? ¿Dónde está la bolita? Los ciudadanos seguimos sin verlo. El timo radicaba en que, prestando a su vez a los propios Estados (Eso sí, no al 1% como se lo habían dejado a ellos, sino a un 4%. A los particulares llega con facilidad hasta el 10%), los bancos ganan un mínimo del 3% anual. ¿Increíble, no? En aquel artículo del trile europeo faltaba algo: la bolita. ¿Dónde estaba la bolita?
Intento aclararlo de nuevo. El trile, como digo, tenía tres pasos (cubiletes): El BCE (primer cubilete) presta el dinero a los bancos (segundo cubilete), que a su vez lo presta a los Estados (tercer cubilete). Y los Estados lo aportan de nuevo al BCE. En el intermedio los bancos ganan un 3%. ¿Pero dónde diantres está el dinero (la bolita)? ¿Qué lógica tenía aquello? ¿A cuenta de qué venía ese desvergonzado timo a los ciudadanos? A fin de cuentas, el dinero lo aportan los ciudadanos a los Estados, que son quienes nutren al BCE de fondos. ¿Se trataba simplemente de enriquecer aún más a los bancos? Algo fallaba ahí. Al final, la pelotita (el dinero) volvía al primer cubilete (BCE). Todo volvía a quedar como al principio y la única consecuencia real era el beneficio de los bancos.
Pasémoslo a cifras para que los pelos se nos pongan como escarpias. El BCE ha prestado a los bancos europeos, el 21-12-2011, 529.531 ¡millones de euros! al 1%. El 20-2-2012, ha vuelto a prestar otros 489.150 ¡millones de euros! también al 1%. Redondeando, estamos hablando de 1 billón de euros. Suena a poquito, ¿verdad? Pero si ponemos sus cifras en pesetas, quedaría lo siguiente: 169.494.256.866.000pts. ¡Casi nada! Eso no lo gana cualquier funcionario en un mes. Calculando que los bancos, sin comerlo ni beberlo, sin poner un solo duro propio, van a ganar el 3% durante 3 años, quiere decir que, el BCE en connivencia con los Gobiernos europeos, les va a dar a ganar, sin haber puesto un solo euro de sus fondos, la astronómica cifra de 94.459.233.087,00€; esto es 15.716.693.956.413,60pts. O sea, casi ¡16 billones de pesetas! En el artículo de febrero, me hacía eco de esta estafa y me preguntaba, como ahora, ¿dónde está la bolita? ¿Qué había empujado al BCE y a los Estados a realizar una estafa tan brutal a sus `propios ciudadanos? Pues bien, recientemente ha aparecido la bolita.
Hace algunas semanas ha copado las primeras páginas de los periódicos y las cabeceras de los telediarios la “quita” de la deuda griega por parte de los inversores privados. Se llevaba tiempo hablando de esa quita que evitaría la quiebra del estado griego y, por ende, del contagio a los otros PIGS (Portugal, Irlanda y Spain, a los que se ha unido una segunda I, Italia). Para perplejidad de todos los ciudadanos, los bancos –principalmente- aceptaban ¡de forma voluntaria! renunciar al cobro del 50% de lo que Grecia les debe. Toda persona que haya sido cliente de un banco (o sea, todo el mundo) sabe que los bancos no perdonan un céntimo. Es más, que intentan de continuo, mediante productos financieramente cada vez más complejos e ininteligibles para la mayoría de la gente, quedarse con el máximo de fondos de sus clientes rozando –si no superando- los límites legales de lo que se consideraría una estafa. ¿Y ahora, de pronto, se sienten solidarios con un Estado, el griego, y les perdonan ¡107.000 millones de euros!? Nadie en su sano juicio puede creerse esa historia.
Y de pronto, ¡todo encaja! El BCE ha regalado 94.459 millones de euros a los bancos. Si el beneficio que éstos van a obtener fuera del 3,5% en vez del 3% que yo había calculado inicialmente -porcentaje más que razonable a poco que utilicen algo de lo prestado por el BCE para prestar a empresas o particulares-, van a ganar 110.000 millones de euros. ¡Qué casualidad! Casi exactamente la misma cantidad que los bancos, a su vez, regalan a Grecia.
Y entonces, ¿a qué diablos viene este juego de trileros con tres cubiletes –BCE, Estados y bancos- y una bolita –Grecia-? Pues a las absurdas normas autoimpuestas por la Unión Europea. Si al final de lo que se trata es de perdonar 107.000 millones de euros a Grecia, que se los regale el BCE y nos ahorraremos las multimillonarias comisiones de prestar a bancos, que estos se lo presten a los Estados y que éstos se lo devuelvan al BCE. Pues no. El fin último de toda esta absurda locura de billones de pesetas corriendo de aquí para allá, generando beneficios y pérdidas multimillonarias, es sólo para evitar que sean los propios Estados –o sea, los ciudadanos- los que regalan el dinero a Grecia. Todo este timo es para que no sea el BCE quien regala el dinero a un Estado (Grecia), lo que está prohibido por la propia Unión Europea.
Todo este timo de trileros, repito, es para evitar que los ciudadanos nos enteremos de que hemos sido nosotros los que hemos regalado 107.000 millones de euros (de momento) al Estado griego. Nos han timado esa cantidad a nosotros. No han sido los bancos los que les han perdonado ese dinero, sino tú, yo, y todos los desgraciados que pagamos impuestos en esta Europa de Gobiernos trileros. Y mientras, los mismos que regalan esos 107.000 millones nos asfixian a los demás países para reducir miles de millones nuestros déficits. Y es que de algún sitio tenía que salir ese dinero, ¿no?