Siempre me han llamado la atención esas formidables colas de gente que en las frías y oscuras semanas previas a la Navidad se forman en torno a la popular administración de Lotería denominada La Manolita, en plena Gran Vía madrileña. Son legión las personas que durante esos días aguardan pacientes durante horas y horas su turno a fin de adquirir el boleto de la suerte. A menudo me he preguntado si semejante fenómeno no sería tanto la consecuencia de un modo de entender la vida marcadamente español como quizás su causa: el golpe de suerte que te resuelve la vida como leitmotiv.
Desde luego la glorificación de la Lotería de Navidad –y, por extensión, de la Lotería Nacional, por no hablar de los sorteos de la ONCE- unido a la omnipresencia en todos los medios de comunicación de los resultados de las Apuestas Mutuas Deportivas –la popular quiniela- está impresa en el ADN español. Casan a la perfección con esa querencia por el atajo, por el dinero fácil, por el pelotazo, que, nos guste o no, constituye una de las señas de identidad de esa “marca España” que ciertas personas con altas responsabilidades se han propuesto potenciar. Bueno, sabido es también que las causas imposibles y la quimera forman parte del acervo emocional español.
Por ello no me ha sorprendido demasiado el arrebato de hospitalidad que diversas administraciones españolas han desplegado hacia el magnate norteamericano que un buen día tuvo la ocurrencia de visitarnos con la propuesta de levantar un macro-complejo de mega-casinos bajo el brazo. Y es que, con desesperación, España busca un nuevo modelo productivo con el que remplazar al anterior –sí, la famosa burbuja del castillo de naipes-. Tras casi dos décadas abrevando en el manantial de fondos estructurales procedentes de Europa, que al parecer creímos inagotable, queda hoy claro –por si alguien tenía aún alguna duda- que la vía no pasa por fomentar la educación y la investigación, un modelo trabajoso que exige mucha paciencia y un esfuerzo sostenido en el tiempo.
¿Para qué molestarse si es mucho más fácil abrir un vacío legal a fin de satisfacer las condiciones solicitadas por el señor de los casinos a fin de permitirle operar a sus anchas? Así, no son solo dos sino hasta cuatro los pájaros que matamos con la misma piedra: creamos a todo correr y sin esfuerzo un aluvión de puestos de trabajo –no estamos hoy en situación de ponernos tiquismiquis con eso de que si son de muy baja calidad, como insisten los aguafiestas-; recobramos la ilusión de que esta vez sí al país entero le toque el premio gordo; imprimimos de una vez por todas en la conciencia española la idea de que la banca siempre gana; y, sobre todo, damos ejemplo a las generaciones más jóvenes, que falta hace.