Y dijo el Señor de los Tiempos Que Corren: “Insultarás, tergiversarás y avasallarás sin inmutarte, pues con ello salvarás a tu víctima de la estabilidad emocional”. No hay mayor pecado vanguardista que la serenidad del espíritu. Todo buen sacerdote guardará la complacencia sólo para sí mismo. Has de ser el agresor fuerte e impune, el guerrero mediático, el héroe de las causas mercadotécnicas. De parte de los que pagan, arrojarás la verdad vejatoria intrépidamente a la cara, con ingenio y audacia, aplomo y perversidad, coraje y benevolencia. Por el bien del producto. Por el interés de la audiencia. Serás juez del mártir, catador de inmolados, domador de mansos, tratante de ganado televisivo, conquistador de mercados lejanos, animador de share. De este modo habrá de reeditarse el espectáculo vintage del circo romano: un enclenque devorado en directo por los leones, el sufrimiento live del derrotado y la sonrisilla auténtica del inquisidor.
Según los mandamientos de este juego malévolo, el agredido no replicará como hacen los maleducados; no mostrará dolor ni queja como hacen los quejicas histéricos; no evidenciará la mala leche simplona del perdedor. La razón de recibir el merecido escarnio que tú les inflinges es porque son culpables, pecadores feos, poco innovadores, poco novedosos; y no lo entienden, no son lo suficientemente listos como para entender que son idiotas. Deberían superarlo como los caballeros que no son, estóicamente, elegantemente, con un gesto de sincero agradecimiento, prometiendo superarse o inmolarse: muchas gracias por desecharme ya que no alcanzo el retorcido nivel de calidad estipulado por el decálogo economicista de este nuevo mundo delirante y tecnocrático.
Cuándo comprenderán que no se trata de superarse como artista o persona, sino de transmutarse en un buen producto. No un producto de calidad suprema como el turrón de Alicante, sino Cool, HQ, innovador, vendible, exportable. Que arrase. Y mientras tanto, servir tranquilamente al pueblo en el clásico papel del tonto.
Ahora que dicen que la esclavitud se ha abolido y la autoridad se ha desprestigiado, ahora viene el enmascarado de las gafas Oakley. Malcarado. Ocurrente. Punitivo. Reverenciado.
Eso es lo que hay.