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ISSN 1989-4163

NUMERO 32 - ABRIL 2012

Epitafios

Ángela Armero

Dentro de (casi) cada guionista late un deseo (casi) inconfesable: ser el mejor, o si no el mejor, al menos un buen guionista. Pero no vale con que lo sepa tu madre, o tu novio, o tu vecina, tiene que saberlo todo el mundo. ¿Qué hay detrás de esta pulsión constante en muchos de nosotros? Por un lado está la clásica vanidad que todos los creadores tenemos y por otro, un mero deseo de supervivencia: cuanto mejor sea mi reputación, más posibilidad de conseguir trabajo tengo. Si consigo que crean (contra mis propias creencias) que soy bueno o buena, entonces me llamarán, y podré seguir viviendo de esto. Esta doble motivación es una combinación letal.

Puede que no lo admitamos y que no hablemos de ello, pero creo que la mayoría de los guionistas estamos preocupados por a) ser considerados buenos guionistas b) lograr un trabajo que haga que nuestro perfil mejore. Por ejemplo, cuando tenemos un proyecto interesante entre manos pensamos: “Ya no sólo seré el guionista de “Mengano goes ballistic” y “Mengano vs Predator”, sino también el de “Apocalypse Mengano”, que ya es otro nivel”.

Luego, y como sucede muy a menudo, el proyecto “Apocalypse Mengano” se cae y vemos que, a pesar de que hemos escrito algo que considerábamos una progresión en nuestra trayectoria, seguimos estando en el mismo sitio y con el mismo currículum. Nuestra exposición a la frustración es doble: primero porque tenemos que conseguir escribir un buen material que pruebe de una vez por todas lo que nuestras madres ya sabían, y por otro, que se ruede y todo el mundo lo sepa, especialmente los que deciden, los señores y señoras que pueden darnos trabajo. Querríamos lograr un epitafio que diese constancia de nuestros logros:

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JUAN GARCÍA

Escribió “Apocalypse Mengano” y se murió. Descanse en Paz.

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¿Adónde conduce esta obsesión? Al miedo a perder nuestra forma de vida.

Como dice Yoda, el miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira. Y la ira al sufrimiento.

Reconozco (y no seré la única) que de trabajo en trabajo, y sobre todo, esperando a que lo que he escrito se convirtiera en algo bueno, o en algo que simplemente se rodara y emitiera o estrenase, en ocasiones he estado más pendiente de mi carrera de guionista que de todo lo demás. Nunca he pensado que fuese lo más importante, pero sin embargo sí he dejado que el sentido o la falta de él de este trabajo me afectara demasiado o malgastara demasiadas de mis energías.

Por eso hubo una frase en el fantástico documental “Tales from the Script” que me provocó un gran alivio. No es una cita particularmente ingeniosa ni inteligente, es de hecho una tremenda perogrullada, pero creo que alguien tenía que decirlo (lástima que no recuerde cuál de los asombrosos guionistas que intervienen en el documental lo dice). No recuerdo las palabras exactas, pero era algo parecido a esto: Ser buen guionista es igual de importante que ser un buen padre o buena madre, un buen hijo o hija o un buen hermano o hermana. Es decir, que no sólo podemos ser recordados por nuestra valía o falta de ella como escritores. Lo que hagamos como personas es igual de importante o mucho más.

Diréis, vale, sí, pero la calidad humana no queda para la posteridad. ¿Entonces qué pasa con Elia Kazan? Fue un genio de talento indiscutible, creador de un puñado de obras maestras como “La Ley del Silencio”, “Esplendor en la Hierba”, “América, América”, “Un tranvía llamado Deseo” o “Al este del edén”. Y sin embargo, su nombre siempre estará manchado por la delación que hizo de sus colegas en el seno del Comité de Actividades Antiamericanas. Cuando recibió su Óscar honorífico en 1999, muchos compañeros se negaron a aplaudir o a ponerse en pie. Nunca se lo perdonaron. En este vídeo de la ceremonia se puede ver la división entre los actores (algunos, como Meryl Streep aplauden a rabiar; otros, como Ed Harris o Nick Nolte permanecen inmóviles como estatuas. De todas formas, el protagonista absoluto del clip es el gato que hay en la cabeza de Robert De Niro, misterio sólo comparable a la densidad de las cejas de velcro de Martin Scorsese.)

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AQUÍ YACE ELIA KAZAN. SU GENIO SOLO ERA IGUALADO POR SU VILEZA.

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Y aquí se plantea la cuestión. ¿Como queréis ser recordados? ¿Es más importante ser buen guionista o buena persona? Yo estoy empezando a ver otras opciones aparte de firmar grandes obras (que todo sea dicho, cada vez está más difícil). Por tanto, habría otros epitafios posibles, como éstos, repletos de dignidad y calidad humana.

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MARINA UTRERA

Escribía escaletas en un culebrón vergonzante, pero era una fiera en la cama.

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NICOLÁS PANDEDIOS

Sus personajes eran una mierda, pero hacía unas torrijas de quitar el hipo.

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PERICO GÁLVEZ

Sus diálogos hacían vomitar a un loro, pero siempre acompañó a su abuela al dentista.

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LUISA SOMOZA

Sus tramas parecían pesadillas de Paco Arrabal, pero clavaba el Moonwalker.

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Si digo todo esto es porque creo que llega un momento en la vida de todo guionista profesional en el que afloja el pie del pedal y dice: escribir me encanta, escribir me llena, me permite pagar las facturas y me hace ser el centro de atención en las bodas, pero… lo más importante es vivir.

¿O no?

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