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ISSN 1989-4163

NUMERO 12 - ABRIL 2010

 

¡Venga! O un Breve Espacio de Tiempo

Luís Arturo Hernández

Cruzando el tiempo (actuación vinculada a la exposición El tiempo que venga), por Carmen San Esteban. Museo Artium, Sala Sur, Vitoria.

   Visita guiada a la exposición El tiempo que venga –dilogía del futuro de probabilidad de ‘venir’ y el presente de indicativo de ‘vengar’- de la mano de una cicerone, Carmen San Esteban, guía por el laberinto de la Sala Sur durante un breve espacio de tiempo. La materia, relativa al espacio-tiempo, toma cuerpo en la dramaturgia de la actriz-directriz en un ejercicio que hace honor al principio de incertidumbre –ya onda, ya partícula-, en que el Espacio curvo -corpúsculo de actriz- muta en Tiempo –relatividad de ritmo- con arreglo a la Ley del Azar, en un viaje elíptico –elipse y elipsis- por el laberinto espiral –helicoidal, en 3D,  hacia la 4ª dimensión- de una sala hecha microcosmos –genético- y macrocosmos –astrofísico-, que devuelve al público al punto de encuentro inicial de un antes-delante a después-detrás, tras la dramatización libre de fragmentos del hipertexto contemporáneo –de F. García Lorca, M.  Duras, Robe Iniesta, Rodrigo García, Eusebio Calonge, J. L. Borges y Angélica Lidell-, fundidos –en negro-, confundidos en el acto de pensar con el cuerpo la “palabra en el tiempo” de la biblioteca global contemporánea.

   Y ello, en un via crucis, cruce de caminos/cruzada contra el Tiempo del público, grey pastoreado por la engreyda maestra de ceremonias –fusta de ama dominatrix en lugar de varillamen de paraguas deshojado de guía turística-, mientras se va y/o se ve Cruzando el tiempo, que se torna escenario itinerante –de lo público a lo privado o lo más íntimo: de lo doméstico al deambular flâneur, la pasarela o el vodevil, por estancias y estadías-, mediante la adecuación de la expresión corporal –movimiento escénico- al movimiento dramático interno que evoluciona, en anticlímax, de la trágica belleza de la devastación –las manos vendadas- de la geisha caída, pasando por el dramático narcisismo en pie de la pubertad ante el espejo –las palabras te liberarán, si te hubieras atrevido en esa lucha lo habrías conseguido-, al hieratismo de la reiteración –autómata sobre pedestal de una caja de música muda en una cámara oscura-, y la mecanización de la búsqueda –con los ojos en la nuca, entre orejeras, enjaezada de corista-, hasta iniciar el ascenso al cadalso patibulario/tribuna sufragista/ púlpito -y pálpito- de una transfiguración en espléndida y coqueta vedette de un cabaret –burlona y provocactriz vuelta de tuerca al sinsentido del viaje en el homenaje de Calonge a los malditos futuros difuntos que ríen los últimos en la trilogía de La Zaranda, pero con picardía femenina-, antes de iniciar el descenso, con la autoironía propia de la metateatralidad –brecha brechtiana del distanciamiento épico-, y la farsa de la autoficción –tienes 45 años: la Edad; y te miran-, y la autocomplacencia exhibicionista de un histrionismo que rima con voyeurismo, tras de atravesar el laberinto helicoidal de la malla en/redada constitutivo del fractal conceptual del espectáculo –y su exaltación del instante-, para desembocar en el monólogo intimista de la interpretación –en su doble sentido de hermeneuta y actriz- de los cuadros para una exposición –hacer el amor para quitarse el miedo-, sedente, madura, sentida, frente a una emulsión de rojo pasión; abocada a un alegato contra la soledad de la mujer sedienta, aviejada, resentida –con el realismo sucio de un aparte de existencialismo de retrete-; hasta esa invitación del desenlace, regocijada y liberadora –chispazo de endorfinas, fogonazo de entusiasmo de la existencia entre dos oscuros de Nada-, de la tragicomedia grotesca de un pregón de Carnaval y autoayuda –combatir la ru(t)ina, con trasgresión, exhortados a morirse, pero de risa-: “…y la vida,/ cansada de verle abúlico,/ decidió que lo mejor era tomarse/ un tiempo/ para reflexionar sobre su relación,/ y se marchó de vacaciones…”//¡Venga ya!

 

 
 

Cruzando el Tiempo

Fotografía: César San Millán

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