La imagen del río -su incontestable potencial metafórico, su maleable volumen serpentino- siempre ha ejercido fuerte fascinación sobre el artista. Los poetas en especial han hecho su agosto con el tema en razón a las posibilidades poéticas que ofrecen sus orillas, sus bancos de espinados juncos, la quietud de sus remansos o sus traicioneras corrientes subyacentes.
Rio Abajo puede parecer el título de una pieza costumbrista de música o novela latinoamericana. Es, en cambio, una exhibición fotográfica de la artista colombiana Érika Diettes, quien ha creado a partir de unos pocos símbolos una profunda evocación humana en contra de la violencia.
La obra en sí es una reivindicación esperanzada para aquellos quienes desde hace mucho tiempo piensan que la esperanza está perdida en ese país. Diettes ha construido una pieza lírica que encaja dentro de los confines del arte político cuya vena humanística rebasa su propio cauce conceptual.
Las imágenes austeras, pulcras, dignas, hablan a borbotones en contra del genocidio sistemático en la tierra colombiana. Los ríos en Colombia, dijo alguien, son unos largos cementerios.
El tratamiento que Érika Diettes hace del tema es simple: ha recogido de los deudos -madres, esposas, sobrevivientes- prendas y objetos que subsisten en su poder: un pantalón, una camisa, zapatos, una gorra de beísbol, anteojos.
Sus fotografías de estos objetos flotando en agua limpia intentan rescatar la memoria de aquellos seres devorados por las aguas para con ello restaurar la identidad que otros trataron de borrar. Es un supremo ejercicio que contrapone la ternura a la sevicia.
Diettes se dedicó a recoger prendas de vestir de muchas de las víctimas desaparecidas en las cruentas jornadas de los últimos años, donde los paramilitares de izquierda y de derecha matan, al igual que los sicarios al servicio de las mafias y, en ocasiones, agentes del gobierno. Todos tratan por igual de hacer desaparecer a aquellos que les incomodan políticamente.
La exhibición ha sido aplaudida en Buenos Aires; en la gran muestra anual de fotografía en Houston, Texas; en Cartagena, y la región de Antioquia, en Colombia. En ésta última provincia fue reverenciada por numerosas familias que perdieron seres queridos a una muerte violenta y no pudieron velarlos porque los cuerpos se los llevó la corriente rio abajo.
El río, usado como desagüe del detritus de un conflicto sirve como paradigma filosófico y, en este caso particular, como manifiesto de repudio a la práctica inhumana de botar al río los cuerpos de seres que han sido asesinados.
A propósito de la obra, el crítico colombiano Miguel González dice: “Entonces el agua se convierte en un escenario macabro dislocando todos sus significados que la señalan como fuente de vida, vehículo de prosperidad, garantía de subsistencia y agente de fecundidad. Al negar estas características los torrentes caudalosos se convierten en agentes de impunidad y en paisajes macabros que hacen circular la muerte”.
Las imágenes fueron copiadas sobre láminas transparentes de tamaño natural y colocadas de pie a manera de lápidas. De esta forma los que asisten a la exhibición tienen que caminar por lo que puede ser definido como un sendero poblado de tumbas.
Son lápidas que no tienen nombre y tan sólo muestran las prendas representativas de seres desaparecidos.
La idea va directo al grano y responde a tendencias de reconocida efectividad comunicativa en el arte fotográfico-conceptual.
Existen marcadas diferencias de fondo entre el trabajo de Diettes y mucho de lo que se practica en Europa y Estados Unidos donde prevalece la inclinación a concentrarse en lo meramente personal, el yo y lo mío. Esto último es evidente en la obra de artistas del calibre de Sophie Calle, en Francia, y Cindy Sherman en Estados Unidos, por ejemplo.
El tratamiento artístico en Rio Abajo da origen a un análisis más amplio de las relaciones que pueden presentarse en el arte contemporáneo, al enfocar su quehacer en asuntos de actualidad en la vida de un país y sus gentes.
Pero, vale la pena enfatizar, más allá de lo puramente artístico, el valor más grande de la exhibición es su espíritu reivindicativo, curativo casi. La muestra restituye humanidad a quienes han sido deshumanizados por las conflictivas corrientes en disputa.
Hay una cierta correspondencia histórica entre el trabajo de la artista colombiana y la protesta de Goya en contra de los desmanes, el horror que ocasiona el abuso del poder, contra víctimas de guerra.
“Yo lo vi” se queja el genio español en uno de sus elocuentes grabados de la serie Los Desastres de la Guerra, donde nos muestra el exilio y la muerte como resultado de la barbarie; mientras que en otro, un hombre vomita ante la vista de un arrume de cadáveres y exclama: “Para eso habéis nacido”, dando a entender que la humanidad ha sido desde siempre una porquería. La magistral serie pintada por Goya data de 1863. Plus ça change, plus c’est la même chose.
Érika Diettes no utiliza texto y tan sólo se limita a mostrarnos, a través del elocuente silencio espejeante de aguas cristalinas, lo que ha quedado como única memoria de tantos seres desaparecidos en la brutalidad del conflicto colombiano. Sus imágenes tienen un aire de pesadumbre y nos afligen. Como nos debe afligir toda injusticia en cualquier rincón de la tierra.
Ver más:
http://www.erikadiettes.com/
http://elizabethavedon.blogspot.com/2009/10/erika-diettes-drifting-away.html
http://www.lensculture.com/diettes.html