El primer sueño especial fue hace tres meses. Cesar tuvo un sueño lúcido, de esos en los que uno es consciente de estar soñando, y permiten realizar en ellos cualquier cosa que se desee.
En su sueño también apareció Sara, su mujer. Cesar, quizá movido por una curiosidad morbosa, aprovechó la situación para preguntarle a Sara las cosas que nunca se hubiera atrevido a preguntarle en la vida real. Así, Cesar indagó sobre el pasado de su mujer, interesándose particularmente en los primeros hombres con los que ella estuvo, y Sara fue clara y sincera en sus respuestas. Según el sueño, había estado con cuatro hombres, tres de ellos fueron inocentes escarceos juveniles, pero el cuarto fue algo más.
El segundo sueño lo tuvo dos semanas después. En él, Sara le recriminó que siguiera el interrogatorio, y lo invitó a hacer el amor y olvidarse de tanta pregunta. Cesar no aceptó, así que Sara pacientemente continuó respondiendo a sus cuestiones. En este sueño, Sara fue muy explícita, y le habló a Cesar de todos los encuentros íntimos que tuvo con el cuarto hombre. A pesar de los ruegos de Cesar, Sara se negó a decir el nombre de esa persona.
Entre el segundo y el tercer sueño, Cesar comenzó a obsesionarse con aquel hombre. Aunque el sentido común le advertía de lo estúpido de sus preocupaciones, no podía evitar sentir celos de alguien que solo existía en sus sueños. En su día a día disimulaba delante de Sara, pero la imagen de aquel hombre desnudando y acariciando a su mujer le quemaba el alma. Sara no notó nada extraño en Cesar esos días.
En el tercer sueño, Sara, ante la insistencia de su marido, le dijo el nombre de su antiguo amante. Se llamaba Bruno.
Un día, entre el tercer y el cuarto sueño, Cesar encontró una caja de cartón con antiguas fotos de su mujer. Las ojeó y separó todas las imágenes en las que su mujer aparecía en compañía de un hombre. Apartó veinte. De ellas, tras una segunda revisión, se quedó sólo con las más actuales, de hacía diez años aproximadamente, unos años antes de que él y Sara se casaran. Quedaron cinco. De esas cinco fotos, en tres estaba con el mismo tipo. Se quedó con esas y las demás las guardó.
Mientras observaba la cara del sujeto, la ira fue adueñándose de él. Seguro que este es Bruno, pensó, este es el malnacido que enamoró a mi mujer.
Cesar Rompió dos de las fotos, y una se la guardó en el bolsillo de su chaqueta.
En el cuarto sueño, Cesar pudo ver, por el agujero de una cerradura, cómo Bruno y Sara hacían el amor en su habitación. Cesar no pudo hacer nada para evitarlo. Su cuerpo se quedó pegado al suelo y su lengua cosida al paladar. Los gemidos de Sara se le clavaron en el corazón.
Entre el cuarto y el quinto sueño, Cesar se empezó a mostrar esquivo con Sara. Cuando su mujer intentaba averiguar el por qué de su extraño comportamiento, no recibía más que vagas excusas. Sara empezó a preocuparse.
Hace escasos segundos que Cesar se despertó del quinto sueño. Lo que vio y escuchó durante el sueño le provocó mucho dolor, dolor y repugnancia. Aunque sabe que todo es producto de su mente, para él todo ha sido tan real como cualquier otro capítulo de su vida. Cesar no puede más. Si no hace algo pronto se volverá loco. Ama demasiado a su mujer para soportar el suplicio de verla en los brazos de otro hombre, aunque sea en sueños.
Dentro de media hora, Sara se despertará y descubrirá que su marido ha hecho las maletas y se ha ido. Minutos después, encontrará una extraña nota de despedida.