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ISSN 1989-4163

NUMERO 01 - ABRIL 2009

Robert Frank o la Desmitificación del Sueño Americano

Lalo Borja

                               “ Existen las montañas, lo sé.
                                  Y los anteojos para la sabiduría,
                                lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.
                                He venido para ver la turbia sangre,
                                  la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
                              y el espíritu a la lengua de la cobra…”

                                         Federico García Lorca, El Poeta en Nueva York

Este año se celebra medio siglo de la publicación en Estados Unidos del libro de fotografías de Robert Frank, The Americans. Para tal efecto, la Galería Nacional de Washington tiene abierta hasta mayo una gran exhibición del trabajo del artista suizo-americano, con una edición especial donde están incluidas por primera vez 83 copias de contacto, sacadas de entre los setecientos y pico de rollos de película no usados en la edición original que publicó Robert Delpire en París, en 1958. La edición norteamericana se publicó al año siguiente.


Es paradójico que se conmemore ahora con bombo y platillo lo que en principio fue vilipendiado por la crítica de entonces y motivo de ardua polémica cuyo centro de gravedad giraba en torno de lo que se pensó un insulto a la mitología americana. Mitología basada en la retórica de presentar ésa sociedad como la tierra de “leche y miel”, tal como se había hecho hasta entonces por parte de escritores, artistas  y apologistas de todos los calibres. Ya Henry Miller, en 1945, en su libro La Pesadilla Aire-Acondicionada, había empezado a desmantelar ese discurso de fábula a partir de un viaje en automóvil en el que recorrió gran parte de Estados Unidos.  El escritor inicia el periplo por su patria a su regreso de Europa, luego de abandonar París a comienzos de la Segunda Guerra mundial. La visión del escritor, cáustica y moralista a la vez, describe su país bajo la óptica de una escritura acusatoria de sus políticas y cuestiona duramente el andamiaje filosófico en la sociedad de consumo.


El libro de Robert Frank se sitúa específicamente en el viaje por tierra que el fotógrafo realizó entre 1955-57 con el soporte económico de una beca de la Fundación Guggenheim.


Lo que hace especial el libro de Frank es su enfoque no tradicional del tema. Es un trabajo ajeno por completo a los paisajes magníficos y a bucólicas escenas de tierna quietud familiar, tan en boga a través de los medios en un país que, recién salido de la Segunda Guerra, trata de resarcir su economía y establecer su hegemonía a partir del poderío económico y militar a nivel mundial.


Si bien es cierto hay un dejo del lenguaje de Walker Evans en apartes de su recorrido visual, Frank no adopta su preciosismo detallista y más bien se lanza a descubrir escenarios no descritos por el lente pictórico de Evans o el análisis forense evidente en el canon artístico de Edward Weston.


En 1955 Edward Steichen, Director del departamento de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, había montado una de las exhibiciones más exitosas de que se tenga noticia: La Familia del Hombre (The Family of Man). Muestra cuyo contenido fue un compendio fotográfico de cientos de imágenes producidas por fotógrafos de muchos países, en que se rendía homenaje a las cualidades sobre las cuales se basa la idiosincrasia de la tierra norteamericana: el trabajo, la familia, el culto a dios, la tierra y las virtudes y bondades del ser humano.


La publicación del libro de Frank abre un boquete mayúsculo en la estructura conceptual sobre la que se basó ésa exposición, ya que nos lleva, nos conduce de los ojos, por territorios hasta entonces ignorados por muchos artistas que le precedieron. El lente de Frank nos presenta una sociedad segregada donde es evidente la ostentación y la diferencia de clases. No existe en su libro la intención de rendirle pleitesía a lo bonito, lo idealista, lo religioso o lo simplemente decorativo.


The Americans abre con un prólogo del escritor Jack Kerouac, en el cual describe realidades más coherentes con el espíritu de la nueva era: “Ese sentimiento de locura en América cuando el sol calienta  en las calles y la música sale de las rocolas o proviene de un funeral cercano, es lo que Robert Frank ha capturado en tremendas fotografías…con agilidad,misterio, genio, tristeza…”


La lectura visual del libro se puede apreciar como una película estática donde cada imagen contiene las posibilidades de muchas otras narrativas implícitas a sus particularidades. Es un homenaje a la individualidad tan característica del ser americano, a su forma de vivir, basada en un convencimiento personal de que se ha nacido en una tierra de promisión.


El trabajo de Frank es crudo; a veces fuera de foco, a veces chueco en su desencuadre, a veces granulado por la exposición imperfecta de su objetivo; pero nunca formalista ni condescendiente frente a lo que observa y graba. Es una aproximación crítica, siempre en la búsqueda de aquello que esconde el misterio de una tierra que no es la suya. Ese es tal vez su mayor mérito.


La visión del artista nos conduce por senderos en los que el formalismo fotográfico ha sido reemplazado por un realismo poético-visual. Es allí donde su tremenda influencia creativa ha sido más que demostrada en estos últimos cincuenta años. The Americans no debe ser entendido como un documental fotográfico; es, en definitivas, un manifiesto artístico de magnitud.


El libro traza un derrotero paralelo al surgimiento de corrientes poéticas de la época, marcado de manera especial por el auge del movimiento Beat, cuyos grandes sacerdotes fueron Allen Ginsberg, Gregory Corso y el mismo Kerouac, dueños de una prosa desenfadada, carente del rigor formalista de escuelas precedentes, quienes rinden culto a la aventura artística como clímax de toda experimentación a costa, o a riesgo, de dotar el resultado final de sus esfuerzos con el brillo que siempre se esperó de toda obra de arte.

 

 
 

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