La historia de la sexualidad humana es larga y está llena de etapas muy diferentes. La manera en la que cada mujer vivencia su sexualidad es una mezcla de factores biológicos, psicológicos, emocionales, educacionales y sobre todo sociales. Porque cada sociedad, cada época, tiene sus “modas” también en lo sexual. Por lo tanto la forma de sentir y disfrutar nuestro “cuerpo sexuado” femenino es absolutamente única, personal y además se va modificando a lo largo de la vida.
No olvidemos que la sexualidad es un concepto diferente a las relaciones sexuales. La sexualidad no es algo que se “hace” es algo que se “es”. Somos sexuadas, nos guste o no, queramos o no, lo somos. Cuando nos expresamos, nos movemos, nos relacionamos lo hacemos desde las infinitas posibilidades de vivir esa dimensión.
Un factor esencial en la sexualidad es el “género”, considerado como esa diferencia cultural que hace que hombres y mujeres incorporen distintos comportamientos, actitudes y planteamientos en las distintas facetas de la vida, también las sexuales.
La educación, tan diferente a la masculina desde el nacimiento, incluso desde antes, desde la proyección mental que madres y padres plantean para la vida de esa niña que nacerá, hace que las mujeres vivan con respecto al sexo grandes contradicciones.
O sea, una mujer puede sentir, puntualmente, sucesivamente, o incluso todo a la vez:
- que el sexo es algo peligroso para ella porque le puede hacer sufrir o le puede causar enfermedades o embarazos, con lo que el miedo inhabilitará su placer
- que el sexo es algo que “tiene que hacer” y que le tiene que gustar, porque sino es rara y anticuada, con lo que desconectará de sus propios deseos y de su individualidad
- que el sexo es algo que está bien solo si lo vivimos desde el amor y la entrega, con lo cual ya nos apañaremos para enamorarnos una y otra vez, o para descartarlo de nuestra vida si no encontramos al “príncipe azul”
- que el sexo para una mujer moderna es “como para el hombre”, solo sexo, lo que nos privará de las implicaciones relacionales y afectuosas
- que el sexo es algo sucio, malo, negativo o pecaminoso, con lo que siempre habrá una parte de vergüenza que nos impedirá el disfrute real
- que el sexo es algo que se tiene que hacer en pareja heterosexual y dentro de determinados límites y condiciones
- que el sexo que algo que está bien pero para mujeres “jóvenes, guapas y delgadas”, con lo que no seremos capaces de sentirnos deseantes y deseadas si la edad o nuestro físico no cumplen ese patrón
Contrariamente a todas esas cortapisas, los objetivos básicos de la sexualidad sana son:
- ser capaces de conocerla, desarrollarla y disfrutarla, hacernos responsables de nuestra propia capacidad sexual
- no hacer nada que no nos guste, no nos apetezca o que sintamos rechazo y sentirnos respetadas en todo momento, ya que el objetivo es el placer y no hay placer sin consentimiento
- respetar igualmente a las otras personas en sus apetencias y deseos.
La sexualidad humana es una dimensión compleja y maravillosa llena de entresijos y de posibilidades. Liberarse de los prejuicios, desarrollar nuestras fantasías y disfrutar de toda nuestra piel nos hará mejores, más felices, más fuertes y más sabias...