Imagina que estoy muerto,
que no quedé a los postres,
que esa mano traviesa
que te hallaba cosquillas
se elevó en humo
tras quimeras congeladas,
que mi risa socarrona linda puertos
junto a mis caries ancestrales,
y un hoyuelo en el aire
va comiéndose el recuerdo,
dejándose mi gracia
en cada hoja que atraviesa.
Imagina que no negué,
y el “sí” se extravió en la timidez
que tiembla como un gorrión,
y ahora soy su vuelo.
Tú eres tú, a veces, en parte,
sólo cuando miras con los ojos
que yo te pinté abiertos.
Imagina que estoy muerto,
que recorres tus segundos
sin miedo al lobo que fui,
porque la saciedad asesina al hambre
y entonces las fieras somos corderos.
Que mi muerte es un beso vigente
que se hace letargo tangible,
tan físico que se vuelve
estatua de ternura.
Imagina que estoy muerto,
y tus reproches se vierten en vano,
y escuecen al viento viejo
que atiende mi silencio,
como a una canción sin nombre
que se olvidó de despedirse,
que sin remedio
partió a la mar
un día sin olas
...desolado
...desalado
...desangelado