Hace un par de horas que he cenado.
No puedo dormir.
Abro el mueble de cocina y cojo una cucharilla. Abro
la nevera y cojo un yogur desnatado. Cierro. Como el yogur
y abro la nevera. Saco la mermelada y la unto en pan de
molde. Cierro la nevera. Abro el congelador. Lleno una
tacita con helado de almendras. Cierro el congelador.
Abro la nevera…
Esta tarde ha venido a visitarme, me dice que no quiere
que su madre la vea así.
Hay mil imágenes de su infancia amarradas a mi memoria.
Su voz llamándome desde la habitación de al lado.
- ¡Papaaaá, quiero agua!
Yo levantándome de mi cama, yo caminando a oscuras por
el pasillo, yo encendiendo la luz de la cocina, protegiéndome
los ojos con el antebrazo.
- ¡Papaaá, quiero pis!
Yo caminando con ella hacia el servicio, yo acompañándola
de nuevo a la habitación, yo tapándola con las sábanas.
- ¡Papaaaá, teno hambre!
Yo entrando sigilosamente en su habitación:
-Duérmete mi vida que vas a despertar a mamá.- (Su madre
ya está despierta, sabe que no soporto oírla llorar y
la niña sabe que seré yo quien me levante).
- ¡No teno sueeño papi, cuéntame un cuento aaanda!
Yo contándole un cuento, yo bostezando, yo quedándome
dormido.
- ¡Papá no te duermas porfa!
Yo sobresaltado, yo haciendo esfuerzos por no dormirme,
yo terminando de contar el cuento, yo emocionándome al
verla dormir como un angelito, yo secándome los ojos al
salir de su habitación.
Inclinada sobre la taza del váter. Su frente reposando
en la palma de mi mano, expulsando mucosidades, lágrimas,
alcohol, palabras inconexas…
- Vomítalo todo cariño, también los recuerdos.
Le acerco una toalla. Le pregunto por Julio. Mi niña
gira un poco la cabeza, la saliva se le baba por la mejilla,
me mira enfadada, se siente incomprendida;
- ¡Papaaá, se llama Jaime!
Nunca recuerdo su nombre, sólo nos vimos tres veces,
yo lo llamaba Julio y él a su vez me decía Juan, ambos
nos seguíamos la corriente.
Un vaso de agua para que se enjuague la boca, un beso
en sus cabellos, una tímida caricia.
- Prepararé algo de cenar, te hará bien al estómago.
Cenamos juntos sin apenas dirigirnos la palabra, nos
sentimos incómodos y extraños.
De no habérselo pedido, se habría ido con su madre sin
darme un beso.
Abro el mueble de cocina y cojo una cucharilla. Abro
la nevera y cojo un yogur desnatado. Cierro. Como el yogur
y abro la nevera. Saco la mermelada y la unto en pan de
molde. Cierro la nevera. Abro el congelador…Tengo ganas
de beber, ganas de orinar, ganas de comer, ganas de que
me cuenten un cuento. Bebo un Jack Daniel`s y me concentro
en mi respiración. Respiro de forma honda y pausada y
me duermo, recordando el increíble y maravilloso olor
de unos pañales sucios.