Autor: Agustín Fernández
Mallo
Editorial Sloper. Palma de Mallorca, 2008. 138
páginas, 18 euros.
Sabemos, porque así lo ha afirmado, que a A.F.M le gusta
la imagen de una cama elástica perfectamente tensada:
a simple vista, nada ocurre en esa superficie muerta,
pero si dejamos caer cualquier objeto, por leve que sea,
al mínimo roce saldrá rebotado con una energía que en
apariencia no guarda relación con esa cama, un paisaje
quieto y casi mineral. Para Agustín, esa es una de las
posibles definiciones de belleza: la tensión que es sinónimo
de inquietud. Por ese motivo, supongo, y buscando la belleza,
buscando la tensión, el autor gallego escribió en el año
1998 una obra tan desconcertante como aguda; un texto
inclasificable embrión de todo lo que habría de venir
después, pues “Creta Lateral Travelling” no es un libro
de viajes al uso, ni un recorrido por la isla griega con
itinerarios, anécdotas chispeantes y pellizcos de queso
feta. Aunque sí participe de la aceleración medida de
un buen Sirtaki. De hecho, nada en Fernández Mallo se
inscribe dentro de los parámetros de lo previsible, pues,
como él mismo ha afirmado en más de una ocasión, “ mis
textos producen zonas híbridas, cartografías literalmente
monstruosas, y es esa zona fronteriza la que me interesa
investigar”. ¡Qué diablos! La poesía bebe de tantas fuentes
como el mundo que la rodea, y en el caso de Agustín, sirve,
disfrazada de prosa, maquillada de ciencia, para situarnos
en el presente.
Fiel a su proyecto de hibridación de géneros, de temas
y de voces, y años después de una publicación casi clandestina
– pese a todo, Premio Café Mon de Palma de Mallorca, año
2004- , C.L.T adquiere su verdadera dimensión al ser contrastada
con las dos primeras obras de la Saga Nocillera: ahí está
todo, comprimido, esbozado, apretado en una primera píldora.
Qué puedo decir. A ratos, en esta lectura que también
es un viaje y un recorrido por una Creta privadísima,
Fernández Mallo me recuerda a Ray Loriga. Un Ray Loriga
con imágenes más potentes y aligerado de palabras. Palabras,
las justas, las que perfilan al poeta excéntrico que juega
a explicarnos una fórmula y no atina, ofreciéndonos, a
cambio, un paisaje irrepetible del cual, extrañamente,
ya formamos parte.
Román Piña, el editor, ha tenido el buen gusto de aportar,
además, dos ensayos del autor con los que la edición queda
más completa. Sus títulos, «Poesía postpoética: hacia
una nuevo paradigma» y «Un diagnóstico, una propuesta»,
nos dejan bien claro que el azar o el ingenio aquí no
pintan nada - ni el uno ni el otro garantizan buena literatura-
y que en este encaje de bolillos que es su escritura,
todo se mide, todo se pesa, y, sin embargo, fluye con
una precisión que no deja de ser intuitiva. La precisión
intuitiva que David Brooks reivindica constantemente.
Un libro para disfrutar y también para reflexionar, para
hacerlo nuestro, no me cabe duda.