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ISSN 1989-4163

NUMERO 35 - SEPTIEMBRE 2012

¿Nada de Nada? o El Montón de Sofía

Luis Arturo Hernández

A propósito de Nada, de Janne Teller. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2011. 157 páginas. 16 €

        “Morengo se agarró al tronco, impulsó todo su cuerpo hacia arriba, y no tardó en verse sobre una rama. Me tendió la mano y subí yo también. El corazón de la encina era un enjambre de ramas que hacían fácil el ascenso, y subimos hasta hallarnos a unos tres metros del suelo. […]

       —”Desde los siete a los catorce años este fue mi escondite preferido —dijo tras encender un cigarrillo—. Podía pasar en estas ramas tardes enteras. Aquí me sentía a gusto y feliz, controlando el mundo sin que me vieran.”
                                         Jesús Ferrero, Balada de las noches bravas

          “Dijo Dios: Brote la nada.
        Y alzó la mano derecha,
        hasta ocultar su mirada.
        Y quedó la nada hecha”
                                        Antonio Machado, De un cancionero apócrifo

           “Nada en suma. Absolutamente nada. Nada que se salga del carril cotidiano.”
                                          Azorín, “Nihil”, El escritor

           “JAIMITO: Nada. No se oye nada. Pero nada del verbo nada.”
                                         Fernando Colomo, Bajarse al moro (versión cinematográfica)

            “El nihilismo tiene demasiada fe en la nada como para que merezca mi confianza.”
                                         Walter Steiggel, Visiones en un espejo roto

   Si la existencia no es sino un viaje de la Nada a la Nada; la conciencia, el resplandor del chispazo electroquímico de una nadería y el ser humano un nadador sin fondo, bien pudieran servir dos Nadas homónimas de la literatura como sendas bitácoras de nuestra generación: Nada de Carmen Laforet, que nos abrió al existencialismo en la juventud, y Nada, de Janne Teller, que se abre al ni-nihilismo de la adolescencia que nos enterrará.

   En su primera novela para jóvenes, la escritora danesa Janne Teller compone un largo cuento filosófico, una novelle de tesis sobre el sin/sentido de la vida, incardinada en una trama alegórica, con el protagonismo colectivo de la clase de un alumnado adolescente decidido a responder al desafío de uno de ellos, encaramado a un árbol para negar todo sentido a la existencia, con un montón de pertenencias a las que reconocen significado y de las que se irán desprendiendo progresivamente en un ensartado secuencial climático.

  Henrik, Sofie, (Anthon) y otros chicos (y chicas) del montón (de significado) serán los participantes en este juego de prendas que pretende, en un pulso dialéctico, demostrar a Pierre Anthon —el varón rampante, que se va por las ramas del nihilismoprovocador—
el valor de la existencia —objetos personales e íntimos, mascotas, la patria, los muertos,  religión, virginidad, cuerpo, etc.—, alentados por Sofie, la más irracionalmente vitalista —es El montón de Sofía, parafraseando al vecino escritor noruego Jostein Gaarder— y narrado desde un punto de vista femenino, el de Agnes, ocho años después de ocurrido.

          ALGO HUELE A PODRIDO EN DINAMARCA


   Parábola, pues, de “las tentaciones de Pierre Anthon” a cargo de la sibilina Sofía —y la onomástica se hace tan parlante como en el caso de la narradora— para hacerlo bajar del árbol de la ciencia —“Es a podrido a lo que huele.”; y “¡Un olor nauseabundo es tan aceptable como un buen olor!”— y atraerlo al árbol de la vida —“Pero Pierre Anthon ya se deslizaba por la rama sin decir palabra, se quedó colgado de los brazos un instante  y luego se dejó caer sobre la hierba”—, coronando trágicamente el montón de exvotos, las ofrendas a las divinidades del sentido, tras una ceremonia de sangre — hay quien quiere ver en ello analogías con El señor de las moscas—, en una pira funeraria —de un chivo expiatorio, víctima del sacrificio ritual que, en un acto de  justicia poética, deberá pagar por su lucidez—, a la hora del desengaño: — “Nada — chilló [Sofie]—. ¡Nada! ¡Nada!”  

    Alegoría hermenéutica, de estilo hiperbólico —“el gran (danés) Hans (Magnus)” — y descarnado —esa amputación del dedo falo-deíctico de Jan-Johan a manos de Sofie, en una puesta en abismo de la justica poética—, en la que resuenan —y no es culturalismo gratuito— los dramas sobre la sangre y el destino iluminados por la fe, de C. T. Dreyer, como Ordet —la descripción de Sofie, p. 113, es un fotograma en blanco y negro— con la angustia existencial de Kierkegaard—“Qué va, qué va, qué va, yo leo a Kierkegaard”, ábrete, sésamo, contraseña y llave maestra del non sense de Faemino y Cansado—, pero con el errático pulso temblón y el 0º de la escritura de Lars von Trier y su secta Dogma.

         ¿PREMIO HANS CHRISTIAN ANDERSEN DE LIJ PARA ADULTOS?
   La Nada de Janne Teller termina en happening de arte conceptual no ajeno al mercado e intervención urbana —escenario de una serrería abandonada— de arte —y ensayo— y  performance semiótica que se cuestiona, a través del significado, la existencia y el Arte, desde el relativismo postmoderno —“que el significado es relativo y por tanto vacío de significado”—, [abriéndose a una red de conexiones —o links— que pudiera incluir —hasta donde a mí se me alcanza— desde Pearce —y la negociación entre interlocutores sobre el sentido del mensaje—, pasando por Wittgenstein y la filosofía del lenguaje o la verdad objetiva como intersubjetividad de J. A. Marina, hasta la teoría de la recepción].

   ¡Pero que no se me asuste nadie! ¡Y menos el lector adulto y menos aún si es docente!

  “No importa que esa visión sea elemental, es decir, que corresponda a su edad. [Arcadi Espada en “Ciencia de las letras”, El Mundo, 12/05/2012] Como en las lenguas, también aquí lo importante es la sintaxis: el vocabulario es una pura cuestión de tiempo.” Nada hay que impida entender a un adolescente que el sentido de la vida es la perpetuación de la especie y que un buen equilibrio neurológico le permitirá encontrarle —y disfrutar de — otros sentidos—, matando —o demonizando—, en su edad más lírica, al mensajero.
¡Nihilismo? ¿No apto para adolescentes? —¡No apto para  analfabetos!— Nihil obstat.

Nada

 

 

 

 

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