CIELO DE AGUA
La tortuga se veía claramente hasta que se convirtió en caracol, luego en canguro, luego en un ángel bocabajo y después en un hombre de perfil. El hombre se hizo oso. El oso toro. El toro no tardó nada en transformarse en un volcán que, de algún modo llegó a ser un dromedario (solo, recortado, sin desierto). De la chepa le salieron alas y se volvió gaviota detenida. Al poco tiempo, alas rotas y gaviota sin alas. Después ratón. Ratoncito. Cabeza de cocodrilo y cuerpo de pollito...
¿Cómo será el ADN de las nubes? Veloz. Esponjoso. Mirándolas caes en el cielo vertiginoso y te parece no ser más de la tierra, no depender de su ley tiránica, pétrea, bípeda. La vida en la tierra te alarga y entorpece. Las nubes son la liberación de la forma y del acto. El baile de la transformación. Vicesitud y alternativa en un silencio blanco. El dibujo del azar. Y al final del viaje, llover juntas. No morir sola.
Al final el cielo negro. El cielo de agua.
LA MÚSICA DEL CAMPO
Un perro ladra a ritmo de dos por tres (pié yámbico por pié dáctilo). La cortadora de césped lejana, sorda, como la voz del aburrimiento. El reloj de la cocina. Pasos que se acercan junto a un retazo de conversación campestre. Pasos alejándose. El pájaro carpintero. La mosca. Un coche a relentí por la carretera vecinal. Sonidos sin mezcla. Puros. No hay fondo: ni barullo, ni ajetreo, ni bullicio, ni algarabía, ni rumor. A las tres de la tarde también canta el gallo.
VER, OIR Y CALLAR
Que no estés hablando no significa que no estés pensando. Aunque quien no para de hablar no parece comprenderlo. Muchas veces callar es mirar. Callar es oir. Callar es procesar.
¡Hay tanto!
GASTRONOMÍA EXTREMA
Cocina pastoril y conventual. Pringada. Papas temblonas. Migas. Caramandanga. Molotrocu. Cuchifritu. Prueba de cerdo. Chirrichofla. Caldilla. Chorizo de velita.
Las golondrinas y las cigüeñas viven en dúplex construídos sobre los postes de la luz.
En Cáceres hay una calle que se llama De Alzapiernas.
EL CIELO SOBRE BERLÍN
En Berlín hay un centro comercial en forma de caracol modernista en la Friedrichstrasse y un patio magnético en el Hackeschen Markt y un hombre molecular caminando sobre el río Spree y un pez de Gehry dentro del DZ-Bank y un tren amarillo que ensarta las torres rojas y una torre mutilada donde late el corazón de un muerto por odio, orgullo y ambición. Berlín es tendencia. Multirracial y multicultural. Un parque zoológico y temático. Un circo romano du soleil. La nave del tiempo. La cámara de los horrores. El libro viviente donde se escribe Europa. Enormes explanadas vacías. Multitudes. Salchichas con curry. Autobuses con altillo. Banqueros con Armani. Tuberías de color rosa al aire. Los parques frondosos. Goethe. La estrella de David. Cruces ansadas, celtas, esvásticas. La hoz y el martillo. Profecías económicas. Banderas y grafittis. La guerra. El cabaret. El holocausto. El Bundestag. El Brandenburger Tor. Los tilos. Karl Max. El Hotel Adlon. La K-damm llena de franquicias y el muro firmado, cicatrizado, escupido, destruído, escondido. Sobre las sinagogas, los cementerios, las plazas cubiertas, las cúpulas de cristal y el pirulí de la Fernsehturm vuela bajo, rasante, un ángel protector y triste con cara de Bruno Ganz.
